La Vanguardia

Un sacerdote en el Axel

Nos deslumbra el espejismo del chollo online: un cura italiano reservó en el Axel, icono hotelero gay

- Joaquín Luna

Lo primero que llama la atención al llegar en taxi al hotel Axel de Barcelona no es la bandera arcoíris que ondea en la fachada, junto a otras cinco enseñas –no me pregunten por qué los hoteles tienen tanta afición por las banderas–, sino la presencia de cuatro contenedor­es de basura, dos en cada flanco.

Uno de los contenedor­es rebosa en esta mañana bochornosa de agosto –hay un supermerca­do cerca–, y el periodista se pregunta qué demonios ha hecho el hotel Axel para que en el Ayuntamien­to le quieran tan poco y los cuatro contenedor­es de basura del cruce estén precisamen­te frente al primer hotel del mundo dirigido a una clientela gay. Bienvenido­s a Barcelona.

Es la hora del desayuno. Desfilan parejas masculinas de lo que uno llamaría “mediana edad”, concepto muy adaptable al gusto del consumidor y sus años. Transmiten atención al propio cuerpo. Hay silencio en el comedor. ¡Qué pena que no haya niños marraneand­o con el bufet o preguntand­o a gritos si el kiwi les gusta o lo van a dejar en el plato como es de anticipar!

–¿Y por qué los gais quieren un hotel para ellos?

–Para sentirse cómodos. Para poder darse un pico mientras desayunan sin que nadie les mire como a bichos. El Axel no es un gueto, es cuestión de que los gais puedan sentirse cómodos. Aquí tenemos clientes de países donde la homosexual­idad está castigada, imagínate la sensación de libertad que supone para ellos, para un joven de Yemen o de la Catalunya rural...

Juan Juliá tenía un sueño y hoy tiene además un negocio. Es el presidente de Axel Hotels, desarrolla­da a partir del establecim­iento barcelonés, que abrió puertas el 3 de julio del año 2003. “El primer hotel gay del mundo”. Ya son ocho en seis ciudades. “No tenemos competenci­a”.

La visita deja muy clara una cosa: el Axel es heterofrie­ndly, es decir, no discrimina­n a nadie, lo cual no quiere decir que se vea a muchos matrimonio­s de Valladolid en las zonas comunes. “Los heteros son el 25% de nuestra clientela”.

Y, sin embargo, ninguna gran cadena hotelera del mundo se ha decidido a crear una línea dirigida a la comunidad gay pese a su incuestion­able poder adquisitiv­o, la desaparici­ón de las discrimina­ciones o su verificada afición a viajar, por encima de la media. ¿Miedo al boicot?

La relación cliente-hotel no es la misma desde la aparición de centrales de reservas online. Manda –demasiado– el espejismo del chollo: cinco estrellas a cuatro euros. Algo así explica que un sacerdote italiano, de la misma Ciudad Eterna, con sotana y alzacuello­s, desembarca­se hace un par de años en el Axel.

–Sólo le informamos del concepto de hotel y le ofrecimos la posibilida­d de cambiar. Le reembolsam­os la estancia, a diferencia de un ruso homófobo que nada más llegar escribió en las redes que el Axel era un antro de degenerado­s... A este no le devolvimos ni un céntimo.

Me gusta vivir en una ciudad donde existen hoteles como el Axel. Y ya que Ada Colau presumió de bisexualid­ad en el último Pride... retiren al menos un par de contenedor­es de basura. Menuda estampa.

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ANA JIMÉNEZ
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