Manteros y sin techo
Cuando hace 15 días se desmanteló el campamento de infraviviendas de las Glòries, las crónicas hablaban con un deje de “¡ya era hora!”, pero nadie se preguntaba qué se haría y adónde irían a parar las personas desalojadas. La respuesta, sin embargo, es muy clara: al resto del área metropolitana. Sean los barrios periféricos de Barcelona o las poblaciones del continuo urbano donde haya espacios que puedan acoger nuevos asentamientos de este tipo. Unas semanas atrás, se hacía un recuento de personas sin techo durmiendo en las calles de Barcelona. Desde el Ayuntamiento se quejaban de que cuando más esfuerzos se hacían para sacar a los sin hogar de la calle, el número de estos aumentaba porque eran más los que llegaban que los que el Ayuntamiento conseguía rescatar de la calle.
Son dos ejemplos de los efectos perversos de las políticas sociales practicadas unilateralmente desde la ciudad de Barcelona, sea al desmantelar núcleos de marginalidad sin ofrecer alternativas, sea cuando las acciones protectoras unilaterales generan un efecto llamada que todavía empeora la situación. Como es el caso de los manteros.
Los manteros y la inmigración ilegal prueban que no hay fronteras reales que nos protegen del efecto llamada. Pero es evidente que el área metropolitana funciona como una sola unidad urbana, donde la pobreza y la marginalidad que se expulsan de la ciudad central van a parar a la fuerza en el resto del territorio. Barcelona no puede sacudirse las concentraciones de marginalidad más antiestéticas sin preocuparse de qué se hace de estas personas. La solidaridad metropolitana, también es eso. Y es imprescindible para ejercer el liderazgo.
La concertación de políticas sociales y de atención a la pobreza para que esta no se
Es evidente que el área metropolitana de Barcelona funciona como una sola unidad urbana
convierta en crónica es imprescindible. No sirve que el municipio con más recursos o con más fe ofrezca más prestaciones y más ayudas que su vecino que está a unas pocas paradas de metro. El actual gobierno municipal de Barcelona acertó el diagnóstico cuando hizo de los barrios a ambos lados del Besòs un objetivo metropolitano que el resto de municipios aceptaron pese a ser conscientes de la rentabilización electoral que hacía Colau. Lástima que una vez más el acierto en el diagnóstico no haya ido acompañado del acierto en las soluciones y todo haya quedado en unas cuantas prestaciones adicionales para los habitantes de la zona.
Hay otras concentraciones de pobreza en los municipios metropolitanos aparte de los barrios del Besòs, aunque esta quizás sea la más importante. La concertación metropolitana, la aportación solidaria de recursos y la adopción de políticas, inevitablemente a medio plazo pero que ataquen las razones reales de la cronificación, de la pobreza, son una condición imprescindible para vencerla. La adopción de un salario mínimo metropolitano y la promoción de actividades que no se basen en la sobreexplotación de los trabajadores tendrían que hacer el resto.