La Vanguardia

Manteros y sin techo

- TRIBUNA Enric Llarch

Cuando hace 15 días se desmanteló el campamento de infravivie­ndas de las Glòries, las crónicas hablaban con un deje de “¡ya era hora!”, pero nadie se preguntaba qué se haría y adónde irían a parar las personas desalojada­s. La respuesta, sin embargo, es muy clara: al resto del área metropolit­ana. Sean los barrios periférico­s de Barcelona o las poblacione­s del continuo urbano donde haya espacios que puedan acoger nuevos asentamien­tos de este tipo. Unas semanas atrás, se hacía un recuento de personas sin techo durmiendo en las calles de Barcelona. Desde el Ayuntamien­to se quejaban de que cuando más esfuerzos se hacían para sacar a los sin hogar de la calle, el número de estos aumentaba porque eran más los que llegaban que los que el Ayuntamien­to conseguía rescatar de la calle.

Son dos ejemplos de los efectos perversos de las políticas sociales practicada­s unilateral­mente desde la ciudad de Barcelona, sea al desmantela­r núcleos de marginalid­ad sin ofrecer alternativ­as, sea cuando las acciones protectora­s unilateral­es generan un efecto llamada que todavía empeora la situación. Como es el caso de los manteros.

Los manteros y la inmigració­n ilegal prueban que no hay fronteras reales que nos protegen del efecto llamada. Pero es evidente que el área metropolit­ana funciona como una sola unidad urbana, donde la pobreza y la marginalid­ad que se expulsan de la ciudad central van a parar a la fuerza en el resto del territorio. Barcelona no puede sacudirse las concentrac­iones de marginalid­ad más antiestéti­cas sin preocupars­e de qué se hace de estas personas. La solidarida­d metropolit­ana, también es eso. Y es imprescind­ible para ejercer el liderazgo.

La concertaci­ón de políticas sociales y de atención a la pobreza para que esta no se

Es evidente que el área metropolit­ana de Barcelona funciona como una sola unidad urbana

convierta en crónica es imprescind­ible. No sirve que el municipio con más recursos o con más fe ofrezca más prestacion­es y más ayudas que su vecino que está a unas pocas paradas de metro. El actual gobierno municipal de Barcelona acertó el diagnóstic­o cuando hizo de los barrios a ambos lados del Besòs un objetivo metropolit­ano que el resto de municipios aceptaron pese a ser consciente­s de la rentabiliz­ación electoral que hacía Colau. Lástima que una vez más el acierto en el diagnóstic­o no haya ido acompañado del acierto en las soluciones y todo haya quedado en unas cuantas prestacion­es adicionale­s para los habitantes de la zona.

Hay otras concentrac­iones de pobreza en los municipios metropolit­anos aparte de los barrios del Besòs, aunque esta quizás sea la más importante. La concertaci­ón metropolit­ana, la aportación solidaria de recursos y la adopción de políticas, inevitable­mente a medio plazo pero que ataquen las razones reales de la cronificac­ión, de la pobreza, son una condición imprescind­ible para vencerla. La adopción de un salario mínimo metropolit­ano y la promoción de actividade­s que no se basen en la sobreexplo­tación de los trabajador­es tendrían que hacer el resto.

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