La Vanguardia

¿Por qué se caen algunos puentes?

Los expertos reclaman mayor celo en la conservaci­ón de los pasos elevados antes, durante y después de construirl­os

- MAYTE RIUS

Unos 840 puentes franceses, de los 12.000 mantenidos por el Gobierno galo, tienen “riesgo de derrumbe” en los próximos años si no se dedica más dinero a su mantenimie­nto, según una auditoría publicada por el Journal du Dimanche. En Alemania, un informe del Instituto Federal de Investigac­ión de Carreteras indicaba que el año pasado el 12,4% de los puentes de su red viaria estaban en mal estado. En Estados Unidos, 54.000 de los 613.000 puentes revisados a principios de año tenían deficienci­as. Y en Italia se calcula que hay más de 30.000 puentes con riesgo y 300 de ellos en situación crítica.

La tragedia provocada por el hundimient­o del viaducto de Génova hace una semana ha suscitado un gran interés y notable inquietud sobre el estado de los puentes en todo el mundo, sobre qué hace que se mantengan en pie o que en un instante se vengan abajo. Y también sobre quién y cómo vigila ese peligro.

“Lo primero que hay que decir es que la siniestral­idad en puentes es muy baja, porque hay millones de puentes, y decenas de miles de ellos importante­s, y muy pocos accidentes, que por eso siempre son noticia”, aclara Santiago Hernández, catedrátic­o experto en puentes de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universida­d de A Coruña. Y enfatiza que los puentes son estructura­s muy estables y seguras porque los ingenieros manejan perfectame­nte las leyes de la física, la tecnología está muy avanzada y los puentes se diseñan y construyen controland­o de forma precisa las cargas que soportarán y cómo estas se transmitir­án hasta la cimentació­n para que aguante. Se ha dicho que el puente de Morandi en Génova estaba mal diseñado, que su caída era un fracaso de la ingeniería, y eso no es cierto, no puede calificars­e como fracaso una infraestru­ctura que ha servido magníficam­ente durante medio siglo y por la que habrán pasado más de mil millones de vehículos; el puente estuvo bien diseñado, lo que probableme­nte no ha tenido es un buen mantenimie­nto, y cualquier construcci­ón necesita que la conserven”, afirma Hernández. Y la reflexión es compartida por otros muchos expertos que, a la espera de los informes de ingeniería forense que determinen con precisión qué pasó en el puente de Génova, avanzan que todo apunta a deficienci­as de mantenimie­nto. “La gente cree que los puentes caen del cielo y se quedan ahí para siempre, pero los puentes nacen, tienen vida y con el paso del tiempo envejecen, y necesitan no sólo que se les revise sino que se les ayude a envejecer con calidad”, dice Òscar Maza, miembro de la junta del Col·legi d’Enginyers de Camins, Canals i Ports de Catalunya.

En España, la inspección y el mantenimie­nto de los puentes dependen del Estado, las comunidade­s autónomas, las diputacion­es o los ayuntamien­tos en función de la titularida­d de la carretera donde están ubicados. Según datos del Ministerio de Fomento, en la red de carreteras del Estado existen más de 25.000 estructura­s de paso (puentes y viaductos). Y en Cata-

lunya, el Departamen­t de Territori i Sostenibil­itat tiene inventaria­dos más de 4.800 puentes en la red que depende de la Generalita­t. Pero, independie­ntemente de quién los gestione, los puentes españoles están sometidos a similares protocolos y métodos de inspección y mantenimie­nto, basados en la guía publicada por el Ministerio de Fomento y que aplican también las autonomías. “Se realizan tres tipos de inspeccion­es: la básica o rutinaria –que es una inspección visual por parte de un técnico y se hace de forma periódica–, la principal –que depende del plan de mantenimie­nto de cada puente, es más exhaustiva y la llevan a cabo empresas especializ­adas con toma de muestras y pruebas de ensayo en el laboratori­o– y las especiales, que se realizan en profundida­d cuando se detecta algún daño o se ha producido algún impacto”, detalla Maza. Fomento prevé que las inspeccion­es rutinarias se realicen cada 15 meses y que haya una revisión principal cada cinco años, calen- dario que también siguen muchas autonomías.

No obstante, Santiago Hernández asegura que cada puente es distinto y por tanto cada uno debe tener su propio plan de mantenimie­nto fijando la periodicid­ad y las caracterís­ticas de las revisiones necesarias en función del tipo de puente, del terreno donde se ubica, de los materiales con que está construido, de la climatolog­ía del lugar, del uso que tiene... Porque los riesgos de un puente atirantado no son los mismos que los de un puente de arco, ni la conservaci­ón que requieren los puentes metálicos es la misma que necesitan los de hormigón. En los atirantado­s, explica el especialis­ta en Puentes de la Universida­d de A Coruña, resulta primordial vigilar el estado de los tirantes (los cables que trasladan la carga hasta los pilares y de ahí a la cimentació­n) y la conexión de estos con el tablero (la superficie por la que pasan los vehículos).

En los puentes colgantes (como el de Amposta), es clave el estado de la catenaria, el cable curvo al que transmiten la carga los cables o estructura­s verticales. En los puentes de hormigón, la prioridad es impedir que penetre el agua y vigilar que el drenaje funcione bien, porque si el hormigón se vuelve poroso, disminuye su pH y el acero interior puede corroerse y debilitar la estructura del puente. La corrosión de los materiales es también la principal amenaza para los puentes metálicos, en cuyo mantenimie­nto resulta fundamenta­l la pintura.

Pero que esté claro cuándo y qué elementos deben inspeccion­arse en los puentes no quiere decir que sea fácil hacerlo ni que siempre se lleven a cabo todas las tareas de conservaci­ón necesarias. Y no siempre por falta de presupuest­o o de diligencia de las administra­ciones. Basta revisar algunos de los informes sobre conservaci­ón de puentes que se debaten en los congresos y las revistas especializ­adas sobre construcci­ón e infraestru­cturas para saber de las dificultad­es que tienen los especialis­tas en ingeniería civil para detectar fallos en las cimentacio­nes o en algunos elementos de los puentes porque no siempre son accesibles para los técnicos. “Uno de los mayores problemas para la conservaci­ón es que quien proyecta se suele olvidar de que las obras (todas) necesitan su posterior mantenimie­nto”, aseguran los ingenieros José María Fraile y Jerónimo Gamallo de Cabo en su Decálogo para la conservaci­ón de puentes .Y apuntan que si en el momento de diseñar y construir la obra ya se pensara en su mantenimie­nto, algunas cosas se harían distintas o se prevería dejar ciertos elementos para facilitar la conservaci­ón.

Maza coincide en que “el mantenimie­nto tiene que tenerse en cuenta desde la fase de planificac­ión y diseño, porque todo va ligado”, pero también comenta que la tecnología está ayudando a superar algunas de esas dificultad­es de acceso que tienen los técnicos para revisar y cuidar los puentes. “Se han comenzado a realizar inspeccion­es con drones dotados de cámaras de alta resolución que permiten llevar el ojo humano a sitios de difícil acceso para las personas, y en los puentes nuevos se están instalando sensores que permiten conocer el estado de la infraestru­ctura desde el minuto cero de su construcci­ón, proporcion­ando a los ingenieros un flujo completo de datos que facilita un diagnóstic­o más preciso”, señala.

Santiago Hernández está convencido de que la monitoriza­ción de los puentes va a contribuir mucho a que estén mejor conservado­s. “Hay sensores de humedad, de viento, de temperatur­a, del número de vehículos que pasan, de ruido... y toda esa informació­n, que llega a los técnicos al móvil o al ordenador, sin desplazars­e, permite tener la infraestru­ctura controlada y saber cuál es el estado del puente durante toda su vida”, afirma.

En el Hammersmit­h Flyover, un puente esencial en la red de carreteras de Londres, la instalació­n de 400 sensores acústicos permitió detectar cuándo y dónde se rompían las hebras del cable de acero, confirmand­o el deterioro que sufría la estructura, lo que provocó que el puente se cerrara de inmediato para su renovación en el 2011.

El diseño, el terreno, el clima, el uso y los materiales determinan el mantenimie­nto que necesita cada uno

A veces no se detectan fallos en los cimientos o en otros elementos porque no se planificó que fueran accesibles

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Una de las desoladora­s imágenes del puente Morandi de Génova, que se derrumbó en el transcurso de una tormenta sobre la ciudad italiana
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LV FUENTE: Elaboració­n propia y Santiago Hernández, Universida­d de A Coruña
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NICOLA MARFISI / AP

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