Montse Faura
Clausura monográfica en Torroella con La PKF-Prague Philharmonia
DIRECTORA FESTIVAL DE TORROELLA
Un año más, el Festival de Torroella de Montgrí cierra con la certeza de haber ofrecido programas poco habituales y por lo tanto de riesgo al tiempo que apuesta por los grandes nombres de la escena de la música clásica y barroca.
Clausura de esta exitosa edición del Festival de Torroella de Montgrí con una orquesta checa. Interesante ver cómo el público de Torroella acude llenando la sala en estas citas singulares; un público que es orgullo del festival y de la comarca por su compromiso con la música clásica desde que comenzó tan modestamente el festival en 1981, y ya próximo a la edición n.º 40. Había algunos políticos conocidos, como la senadora Marta Pascal, algo también de subrayar, a ver si la armonía…
Desde sus inicios pasaron muchas cosas; gracias a la acción del festival una plaza del pueblo se llamó Ernest Lluch, melómano e impulsor de iniciativas importantes en relación a la recuperación del patrimonio musical catalán. Todo un tema.
Años atrás, cuando llegaba una orquesta a Torroella –Josep Lloret tiene anécdotas de todo tipo–, había casi rogativas en Sant Genís por el buen tiempo, ya que era muy complicado montar el escenario en la plaza; diseños avanzados de pantallas acústicas que vieron pasar peripecias orquestales diversas; algunas recogidas en estas crónicas. Finalmente llegó el Espai Ter, con una acústica privilegiada para el piano.
Torroella dispone de otros espacios muy atractivos, caso de la Fundació Vila Casas, sede del nuevo ciclo Singulars, que también ha llenado en sus convocatorias; conciertos de más pequeño formato pero primera calidad que atraen a melómanos con mayúsculas.
En este concierto de clausura la PKF-Prague Philharmonia propuso un intenso programa Beethoven, dirigida por el joven Marek Sedivy, vinculado a orquestas de teatros de su país Chequia. Lo subrayo porque se ve en su trabajo, en el que prima la seguridad del compás y menos el vuelo del fraseo. El programa Beethoven comenzó con una piedra de toque como es la Obertura Egmont op. 84, siguió con el Concierto n.º 5 (Emperador )en manos del pianista Igor Ardasev, y culminó –sin propinas- con la Sinfonía heroica.
La orquesta dispone de buenos músicos, especialmente en cuerda y algunas maderas, y comenzó la obertura con algún desajuste en el ataque inicial (¿acorde o arpegio?) en un inicio que es clave para la estructura expresiva, en un desarrollo inicial en el que debe primar la cohesión y la tensión y en el que incluso los silencios son puntos de unión en función de ella.
Ya se percibió aquí –en un marco sonoro que circuló con corrección– la dureza de los acentos, el desequilibrio entre vientos y cuerda (faltaba colchón) que sonaban en demasía, y otras cuestiones también evidentes en el Emperador.
El primer movimiento de la Heroica –como el resto de las obras, a tempo rápido– perdió la ocasión de ser disfrutado, ocupado como estaba el director en marcar y no en respirar conjuntamente.
La Marcha fúnebre atemperó el carácter y comenzó una versión más clara y profunda, que se transmitió al scherzo, preciso, y al finale. El Emperador dejó ver a un solista con posibilidades, pero –al contrario del director– incierto en el diálogo con la orquesta, de sonido potente y –algo curioso en estos tiempos– algún que otro fallo; aunque un mérito fue imponer un tempo menos abrupto y más interior en el adagio.
Dirigida por el joven Marek Sedivy, la orquesta checa abordó ‘Egmont’, ‘Emperador’ y ‘Heroica’