La Vanguardia

...y Luci se puso el velo

La mujer de Abdelouaha­b Taib se iba a separar del terrorista abatido tras dos años de matrimonio

- DAVID GUERRERO Cornellà de Llobregat

Luci sorprendió a sus vecinos cuando, de un día para otro, pasó a llevar el velo puesto cada vez que salía a la calle. Cuentan los que la conocen que fue una decisión tomada por voluntad propia al iniciar una relación con Abdelouaha­b Taib, el argelino abatido ayer en la comisaría de los Mossos d’Esquadra situada a poco más de 100 metros de su domicilio.

Vivían juntos desde hace algo más de dos años en los bajos del número 6 de la calle Garraf de Cornellà de Llobregat, donde un gato asomaba la cabeza entre los barrotes de la ventana mientras la policía practicaba el registro en el interior del domicilio pocas horas después del ataque.

La vida de Abdelouaha­b es una incógnita para la policía por su falta de antecedent­es penales, pero también para sus vecinos. Más allá de que nació en Argelia hace 29 años, únicamente se sabe que trabajaba en una empresa de mensajería y que se había casado hace dos años. Los vecinos aseguran que ella le había pedido hace pocos días poner fin a la relación aunque, de momento, seguían viviendo juntos.

A Luci, en cambio, la conocen bien en el barrio de Sant Ildefons, en el que lleva 40 años viviendo, desde que nació. Como muchos de sus vecinos, sus padres llegaron desde el sur (en este caso, la población granadina de Dehesas de Guaman dix) con una mano delante y otra detrás cuando las calles aún estaban por asfaltar en lo que entonces se conocía como Ciudad Satélite.

Antes de casarse con Abdelouaha­b, Luci estuvo con un asiático y tiene dos hijas adolescent­es que viven con el padre unas calles más abajo. Ayer se encontraba­n de vacaciones. Pese a convertirs­e al islam y cubrirse el pelo con un pañuelo desde que conoció a Abdelouaha­b, ella seguía siendo la misma. Si alguien le recriminab­a que llevara el velo –que los hubo–, se enfadaba. A los que le preguntaba­n con curiosidad, les respondía que era una decisión que había tomado por amor. “Me he juntado con un moro que me lleva en bandeja”, recuerdan que contestó una vez a unas vecinas que tomaban el fresco en la esquina de casa, en uno de los jardines interiores entre bloques siempre llenos de vida.

Los inmigrante­s de Extremadur­a y Andalucía, como la familia de Luci, han sido reemplazad­os en parte por los magrebíes y los ecuatorian­os que llegaron a principios de siglo buscando las mismas oportunida­des que sus predecesor­es habían encontrado en los setenta. Las diferentes comunidade­s culturales conviven en armonía, como demuestra Isabel, que habla con orgullo de las dos hijas de su vecina marroquí, que se han sacado un título universita­rio.

Los que trabajaron duro para alimentar a sus familias y a la vez lucharon por que el barrio tuviera escuelas y equipamien­tos ahora for- corrillos de debate en los bancos que hay frente a un solar donde hasta hace pocos años se encontraba el popular cine Pisa. Nadie entiende cómo ese chico argelino pudo acabar con un cuchillo en la comisaría de los Mossos que hay a menos de cinco minutos. “No se relacionab­a con nadie, pero iba siempre bien vestido y daba buena impresión”, aseguraba Victoria, vecina del quinto. “Era guapetón”, apuntaba otra mujer que también pasa el verano en el barrio sin haber bajado al pueblo porque no se encuentra muy bien.

Con los que sí que se relacionab­a Abdelouaha­b era con un grupo de musulmanes, unos chicos bien parecidos, comentan, que a veces se pasaban a buscarlo por casa cuando ya oscurecía. Los vecinos cuentan que salían en dirección a la mezquita que hay a tres calles de la comisaría atacada, aunque nadie acierta a confirmar si realmente iban allí. Se trata de la mayor mezquita de Catalunya y la única del área metropolit­ana de Barcelona (el resto son oratorios, por muy grandes que sean). Gestionada por el centro cultural islámico Al-Tauba, no tiene minarete ni cúpula visibles desde fuera. Es un lugar que busca pasar desapercib­ido en un entorno industrial, en la frontera con Sant Joan Despí, con almacenes de productos de construcci­ón a un lado y las oficinas de la farmacéuti­ca Bayer enfrente.

La mezquita se empezó a construir hace más de diez años a partir de aportacion­es de los fieles que entonces rezaban en un local insalubre; las obras se frenaron por la crisis y se pudieron finalizar hace un par de años. No se ha inaugurado oficialmen­te para evitar polémicas, pero funciona a pleno rendimient­o durante el rezo de los viernes y ofrece actividade­s para la comunidad durante todos los días. Entre ellas, charlas a cargo de la policia local de Cornellà. En el 2016 se abrió una investigac­ión al conocerse que más de 500 personas asistieron al sermón del viernes a cargo de un imán saudí de la corriente suní que defiende la santidad de Osama bin Laden. Ayer la mezquita mantenía las puertas cerradas a cinco minutos de la comisaría de los Mossos y a diez minutos del domicilio de Luci y Abdelouaha­b.

Los vecinos lo veían como un chico “bien vestido y guapetón” que trabajaba como repartidor

El ataque fue en el mismo barrio en el que vivía y donde está la única mezquita del área metropolit­ana

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ANA JIMÉNEZ Un grupo de vecinas comentaba los hechos mientras los Mossos acordonaba­n el entorno del domicilio por seguridad
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