Tertulia sobre la muerte
En la barra de un bar de la Travessera de Gràcia, sobre las diez y media de la mañana, la noticia, difundida por el 3/24, de la muerte de un joven armado que ha entrado en la comisaría de los Mossos de Cornellà con intenciones terroristas provoca un debate sintomático. Una mesa con una brigada de pintores (son cuatro) en plena pausa del desayuno y un camarero locuaz improvisan una tertulia con más sustancia que las de verdad. La primera tesis (camarero) es que los Mossos han hecho bien en matarlo y han actuado en legítima defensa. La segunda, en cambio (uno de los pintores), se sorprende de que en los últimos atentados la solución haya sido la sistemática eliminación de los terroristas, a veces con una inversión generosa de disparos y sin detenciones. El comentario no gusta nada a los demás y es refutado con una intimidadora apelación al derecho a defenderse. El pintor discrepante (deberían ficharlo como tertuliano profesional porque, en vez de encogerse ante la discrepancia, se crece) introduce una duda en forma de pregunta. Transcribo: “Si cuando un elefante se escapa del zoo tenemos armas para detenerlo sin matarlo, ¿no podríamos hacer lo mismo con los terroristas?”.
La pregunta desconcierta tanto a sus interlocutores que deciden cambiar de tema y centrarse en el enésimo gol memorable de Messi. Sólo el camarero, desde el púlpito de la barra, conjetura
La información se esfuerza en añadir detalles sobre el contexto en el que vivía el presunto terrorista
que los animales fugitivos no tienen las intenciones asesinas de los “moros fanáticos” (sic). Un cliente que, igual que yo, ha asistido al debate mete baza: “Nadie protestará porque lo hayan matado”. Salgo del bar conectado a la radio y constato que, en efecto, la información se esfuerza más en añadir detalles sobre el contexto en el que vivía el presunto terrorista que en cuestionar los métodos de defensa. Y me pregunto hasta qué punto es normal que nos hayamos acostumbrado a aceptar la lógica de eso que denominamos neutralización, quién sabe si porque el significado de según qué palabras es demasiado crudo.
Uno de los elementos que introduce la propaganda del terror consiste en equiparar a los bandos en combate en una especie de guerra que, en este caso, es aparentemente religiosa. Sabemos, porque lo hemos sufrido, que el terrorismo se justifica apelando al derecho a enfrentarse a un hipotético terrorismo de Estado impune, como si no fuera la representación de una estructura defectuosa pero democrática. En el caso del terror yihadista, sin embargo, no parece que la opinión pública y la opinión publicada hayan cuestionado demasiado las decisiones policiales tomadas bajo la máxima presión y que las han asumido como mal menor en un paisaje con peligros infinitamente mayores. ¿Debemos sentirnos culpables de la muerte de alguien que entra en una comisaría con la intención de matar a policías? Lo que es seguro es que no sentir culpabilidad es un recurso de supervivencia que no creo que nos convierta ni en mejores ni en peores personas.