Despierte, míster Bartleby
Se ha tomado unas vacaciones de trabajo y Donald Trump madruga menos de lo habitual (por su bien y el de su país, cabe desearle que también duerma más). Ahora el sobresalto de sus primeros tuits llega no a las seis sino a las ocho o las nueve de la mañana. Pero si no fuera por las cigarras, el calor y el 80% de humedad no parecería que aún es verano en Washington. Trump no descansa y la actividad política no cesa en DC, que este año ha castigado a los senadores con las vacaciones más cortas de su historia. Tampoco en los estados que celebran primarias de cara a las elecciones de noviembre.
La tensión interna producida por la llegada de Trump a la Casa Blanca no ha aflojado durante el verano, como se ha visto con la inédita reacción a su decisión de retirar la acreditación de seguridad al exdirector de la CIA John Brennan, harto de sus críticas. Una vendetta política sin precedentes contra un tipo de alto cargo a los que tradicionalmente se mantiene al día para no desaprovechar su experiencia en caso de crisis. Trump quiere cerrar sobre todo otras bocas: tiene más nombres en su lista negra, dice.
Una docena de exdirectores y ex altos cargos de la CIA –entre ellos, al menos un nonagenario indignado– respondieron con una carta en la que critican el intento de “suprimir la libertad de expresión” (un derecho que preservar, “aunque se haya usado para criticarnos”) y cierran filas con Brennan, aunque no todos compartan sus críticas. Decenas más se han sumado a la protesta, entre ellos el exdirector de la CIA y secretario de Defensa con George Bush y Barack Obama, Robert Gates, y otros próximos a los republicanos. Ayer superaban las 175 firmas.
Los revoltosos del verano del 2018 lucen galones. “Retíreme a mí también mi pase, señor presidente”, escribió en el Post el almirante retirado William McRaven, comandante de las fuerzas especiales durante la captura de Bin Laden. “Lo consideraré un honor, así podré sumar mi nombre a la lista de hombres y mujeres que han alzado la voz contra su presidencia”, escribe McRaven, que le acusa de avergonzar al país, humillarlo y “lo peor –dice– dividirnos como nación”.
No hay santos en una lista de la CIA. Pero si han dado el paso para denunciar las políticas de Trump no es por oportunismo o interés, como la reality star Omarosa, sino por conciencia. Por patriotismo incluso. Para recordar a quienes trabajan en la administración pública las implicaciones de colaborar con este presidente. Para despertar a posibles míster Bartleby sentados en sus oficinas. “Preferiría no hacerlo”, respondía el personaje de Melville a las órdenes de su patrón. Como en su día hizo el embajador del Reino Unido ante la UE tras la mentirosa campaña del Brexit, tres embajadores estadounidenses y varios diplomáticos de primer nivel han dimitido para no colaborar, dicen, con la traición a los valores de su país. Cuando callen las cigarras, veremos si alguien ahí fuera está escuchando.
Si más de 175 ex altos cargos de la CIA han dado un paso al frente contra Trump no es por oportunismo sino por conciencia