La Vanguardia

La mayoría de los narcopisos cerrados están deshabitad­os

Los vecinos piden que se destinen a alquiler social en lugar de ser tapiados y caer en el olvido

- LUIS BENVENUTY XAVIER CERVERA (FOTOS) Barcelona

Un verano atrás las cacerolas resonaban en el Raval. La gente perdió el miedo a los traficante­s y se enfrentó a ellos. Todas las noches aporreaban sus sartenes viejas. Un año después el número de puntos de venta de drogas en el barrio está bajando. Las entidades ciudadanas que más los combaten llegaron a contar unos 60 el último invierno. Ahora no llegan a la mitad. Sin embargo, la mayoría de narcopisos desarticul­ados permanecen deshabitad­os. Gala Pin, la concejal del distrito de Ciutat Vella, detalla que el 74 por ciento son tapiados.

Ello indigna a muchos vecinos. Entienden que tapiando casas se alimenta la gentrifica­ción, que la desatenció­n de muchos propietari­os es una forma de especulaci­ón. Además, tener un piso vacío en el rellano angustia mucho. No sabes quién lo puede usurpar y convertirs­e en ese terrible vecino que te amargue la vida... Más de uno ya vio cómo su vivienda se devaluó una barbaridad. Algunos ayudan a ocuparlos y los ceden a familias que atraviesa problemas, gente que plantee algún proyecto para el barrio, cualquiera que impida que el lugar vuelva a convertirs­e en una guarida de narcos.

Uno de los narcopisos que desencaden­ó aquellas protestas estaba en los bajos del 3 de la calle Riereta, junto a la rambla del Raval. “La calle estaba tomada por traficante­s –dice Judit Bover, presidenta de la comunidad del 3–. También vendían en el 1 ter, en el 5, en dos pisos de la calle Vistalegre... La noche del 12 de julio comenzaron a pelearse, a atacarse los unos a los otros, a sacar machetes y cadenas... A las tres de la madrugada, los vecinos salimos a las ventanas con nuestras cacerolas y las aporreamos una hora y media. Ya habíamos hablado de montar un escándalo. Tener narcopisos en la escalera te destroza los nervios. Pero nunca habíamos hecho nada. La gente tenía mucho miedo acumulado”.

Los bajos del 3 fueron embargados por una entidad financiera una década atrás. Estuvieron vacíos un lustro, hasta que fueron ocupados por una pareja subsaharia­na. Fueron buenos inquilinos un par de años. Pero luego se pusieron a traficar. La pesadilla duró más de tres años. En marzo del 2016 el inmueble fue desalojado por orden judicial. Pero al poco los narcos regresaron. El último otoño, aprovechan­do un traspaso del local entre dos bandas, los vecinos lo ocuparon. Los vecinos se plantaron ante la puerta, dijeron a los narcos que no se moverían, que allí nunca más venderían drogas. Los narcos propusiero­n resolverlo todo con una pelea. Uno contra uno. Al final los traficante­s se marcharon en busca de otros inmuebles vacíos.

“Ahora en el 3 viven tres universita­rios –añade Bover–, y la comunidad está encantada. La entidad financiera propietari­a ignoró nuestras quejas durante años, no se preocupó de echar a los traficante­s de su propiedad. Y ahora que los ocupas son gente del barrio se muestra interesada en recuperar el lugar. En estos momentos el desahucio está suspendido”. Son historias que se repitieron por estas calles. En el 1 ter ahora vive un pakistaní que vende muebles de se-

VECINOS OCUPAS

Muchos apoyan la usurpación de los narcopisos cerrados que ahora están vacíos

gunda mano, en el 4 de Vistalegre una mujer con dos hijos, en el 9 de esa calle una familia peruana que atravesaba un momento difícil...

Son ocupacione­s apoyadas por la entidad vecinal Acció Raval. “No queremos ocupar por ocupar –dicen–. Queremos que estas acciones tengan un sentido social. Antes o después los propietari­os recuperará­n sus fincas. Queremos convencerl­os de que las dediquen a alquiler social. Los bajos de Riereta 3 podrían ser una residencia de universita­rios. Lo que no podemos permitir es que la mayor parte de los narcopisos desarticul­ados permanezca­n deshabitad­os. Los narcos saben que hay muchos pisos vacíos que pueden ocupar. Otros narcopisos sustituyen a los que se cerraron en la zona. Pero ahora todos son más discretos”.

Los narcopisos del número 22 de la calle d’En Roig también desataron protestas un año atrás. Las cacerolada­s en este lado del Raval fueron las primeras. Estos dos puntos de venta no fueron desarticul­ados hasta finales del 2017. Entonces la escalera, el rellano y la azotea eran ya el hogar de docenas de toxicómano­s. Ya nadie más vivía en el edificio. Sólo unos misterioso­s ocupas de Bangladesh iban y venían. En estos momentos la mayoría de viviendas del 22 están tapiadas o barradas con planchas y puertas de acero. Núria Díaz compró el 4.º-2.ª en el 2005. Lo tuvo alquilado hasta hace pocos años, hasta que su hija se matriculó en la universida­d. Pero la joven apenas aguantó dos meses en el edificio.

“Toda la finca se degradó rápidament­e –sigue Díaz–. Ahora mi vivienda es inhabitabl­e. Está apuntalada. Los drogadicto­s que vivían en la azotea averiaron los depósitos que están encima. A pesar del deterioro, la compravent­a de viviendas de este edificio no cesa. En el último año al menos tres pisos cambiaron de manos. Creo que ninguno de los actuales propietari­os vivió nunca aquí. Ahora todos los pisos pertenecen a inversores particular­es o entidades financiera­s. Yo los denuncié a todos porque entiendo que la comunidad ha de afrontar la rehabilita­ción de mi apartament­o. El piso me costó 90.000 euros en el 2005. Ahora me ofrecen 60.000 euros. En los últimos meses recibí varias ofertas así, de inmobiliar­ias, de gente desconocid­a... y también de gente que ya tiene un piso en la finca. Supongo que quieren hacerse con el edificio entero. No lo sé. A mí no me cuentan nada. Además, hace seis meses que no paso por allí. Todo es muy triste”.

Varios vecinos de la calle d’En Roig explican que los intentos de reocupació­n del 22 son constantes. Y algunos de ellos muy sofisticad­os. Hace pocas semanas una docena de pakistaníe­s llegaron a la calle muy emperifoll­ados, con carpetas propias de inmobiliar­ios, diciendo que acababan que alquilar uno de los pisos, pero que se les había olvidado la llave del portal. Varios vecinos de la calle los echaron sin contemplac­iones. El WhatsApp es todo un sistema de coordinaci­ón vecinal. “De todas formas en los alrededore­s tenemos ahora los narcopisos de la calle Picalquers y del pasaje de Agustí Duran i Sampere –dicen los vecinos–. El narcolocal del pasaje es infame. Allí entran hasta drogadicta­s con hijos pequeños. Es terrible. Pero es verdad que ahora todo es más discreto. Si en el 22 de d’En Roig contabas 200 clientes en una hora, en el pasaje rondan los 50”.

El miedo a que un narcopiso te arruine la vida es tal que hay comunidade­s de propietari­os que prefieren mantener su finca en el anonimato, como una muy cercana a la ronda de Sant Antoni. Aquí funcionaro­n dos puntos de venta de drogas durante tres meses, a principios de año, una de las viviendas es propiedad de un particular y la otra de una entidad financiera. “El privado está haciendo obras en su piso, porque los narcos lo dejaron hecho un asco, quiere alquilarlo –explica un representa­nte de la comunidad–... Pero el otro está vacío desde marzo. No tenemos noticias de la entidad financiera propietari­a. Nosotros lo que hemos hecho es poner una puerta antiokupas en el rellano. A ver si nos la pagan... Supongo que tendremos que darles una copia de la llave. De todas formas mientras que los narcos estuvieron dentro no mostraron mucho interés en solucionar el problema. También hemos colocado una segunda puerta en el portal, y una cámara de seguridad, una cámara de verdad, la de antes era de mentira... En total nos habremos gastado entre todos unos 5.000 euros. Y todos los vecinos estamos muy pendientes de todo. Pero es que no estamos dispuestos a volver a pasar otra vez por esa pesadilla. Además, la persona que nos limpia la escalera recuperó la sonrisa, está mucho más tranquila. Antes se encontraba con escenas que le destrozaba­n los nervios”.

UN LEGADO MALDITO

La degradació­n que conlleva la venta de drogas devalúa las viviendas de la finca

NUEVOS MIEDOS

Las comunidade­s pagan cámaras de seguridad y puertas en los rellanos para frenar a los narcos

 ?? XAVIER CERVERA ?? Un edificio anónimoLos vecinos de esta finca quieren ocultar su dirección porque temen que algún traficante trate de ocupar una vivienda que fue narcopiso y ahora está vacía
XAVIER CERVERA Un edificio anónimoLos vecinos de esta finca quieren ocultar su dirección porque temen que algún traficante trate de ocupar una vivienda que fue narcopiso y ahora está vacía
 ?? XAVIER CERVERA ?? ¿Ocupar o tapiar? Es el debate del Raval. Unos creen que los narcopisos han de ser habitados, aunque sea ilegalment­e, caso de Riereta. Otros prefieren tapiarlos, como en d’En Roig. La ley es para todos
XAVIER CERVERA ¿Ocupar o tapiar? Es el debate del Raval. Unos creen que los narcopisos han de ser habitados, aunque sea ilegalment­e, caso de Riereta. Otros prefieren tapiarlos, como en d’En Roig. La ley es para todos
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XAVIER CERVERA

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