La otra carrera nuclear
ATAL BIHARI VAJPAYEE (1925-2018) Ex primer ministro indio
Desde la independencia británica, el gobierno de India estuvo dominado por dos estirpes políticas, los Nehru y los Gandhi. Vajpayee, uno de los mejores y más polémicos políticos indios del siglo XX, rompió con todo eso. Fue el primero que dirigió el país un mandato entero sin que perteneciera al todopoderoso Partido del Congreso.
Como primer ministro, convirtió India en un tigre económico, le devolvió su orgullo y lo embarcó en una peligrosa carrera nuclear con Pakistán que hizo temblar al mundo. Pero salió airoso de ella. Años después también fue la mano firme que suscribió unos acuerdos de paz que, pese a las eternas tensiones vecinales, todavía se mantienen.
Vajpayee era un político difícil de prever, muy contradictorio. Periodista y poeta reciclado en activista hindú, representaba al ala más moderada de su partido, el nacionalista Bharatiya Janata, que es un movimiento antimusulmán no muy alejado de otros movimientos nacionalistas que crecen hoy en Europa.
Su llegada al poder, con estos antecedentes, no parecía presagiar una buena época. Sin embargo, Vajpayee demostró algo que sus votantes de toda la vida conocían bien: era un político íntegro, honesto, que no caía en escándalos de corrupción. No en vano había ganado todas las elecciones al Parlamento a las que se presentó, desde 1957. En total, nueve.
Aupado por su carisma al liderazgo de su partido, tampoco su llegada al Gobierno fue ni rápida ni arrolladora. La primera vez, en 1996, apenas duró 13 días, por su escaso apoyo parlamentario. En 1998 logró mantenerse 13 meses, con el apoyo de una frágil alianza de 22 partidos. Y dejó su impronta. Durante ese mandato, India hizo una prueba nuclear, pese a la amenaza de sanciones internacionales, y entabló un peligroso pulso con el vecino Pakistán, que tenía el apoyo de Estados Unidos.
Aunque el programa nuclear indio empezó en la década de los ochenta, siempre lo habían adornado con fines pacíficos. Con Vajpayee al frente no hubo más hipocresía: dio la orden de que se iniciaran las pruebas armamentísticas. Pakistán reaccionó haciendo sus propios ensayos. La tensión creció. Hubo varios incidentes fronterizos.
Con el país de su parte, Vajpayee volvió a ganar los comicios al año siguiente. La guerra parecía inminente con un nacionalista al mando. Sin embargo, cuando el Gobierno pakistaní lanzó un ataque aéreo a la zona en disputa de Cachemira, Vajpayee resistió la presión de los militares para lanzar un contraataque a gran escala.
Tras once meses y un millar de muertos en escaramuzas aisladas, Pakistán se retiró de la región fronteriza. Vajpayee recibió alabanzas internacionales por su contención.
Victorioso en el plano diplomático, no le fue peor en el económico. Se mantuvo en el poder hasta el 2004 y en ese periodo abrió vías para un sostenido crecimiento, aprovechando la ola de bonanza que la globalización, que ya despuntaba, ofrecía.
Pese a tenerlo todo a favor, sus contradicciones se hicieron patentes en la delicada situación interna. En concreto, en los disturbios y las matanzas de musulmanes que hubo en el estado de Gujarat el 2002. “¿Hemos dejado de ser humanos?”, les gritó a los nacionalistas hindúes que quemaban a mujeres y niños. Sin embargo, semanas después, también dijo públicamente: “Allí donde los musulmanes viven en gran número, no hay nunca paz”. Fue un escándalo que le persiguió el resto del mandato.
El poderoso Congreso Nacional volvió a ganar las elecciones en el 2004. Vajpayee, cansado, se retiró de la vida pública.
No obstante, el tiempo y la perspectiva histórica le han devuelto la gloria. Puso a India en un lugar en el mundo que ahora muchos añoran. Cuando el pasado jueves se anunció su muerte, quien fuera su enemigo político y sucesor al frente del gobierno, Manmohan Singh, lo equiparó con Nehru, el primer ministro de la independencia y mano derecha de Gandhi. Es el mayor elogio que un miembro del Partido del Congreso puede hacer a alguien.