Ciberataques y vivienda
Las injerencias rusas en la política estadounidense denunciadas por Microsoft; y la decisión del Ayuntamiento de Barcelona de registrar los solares vacíos para presionar a sus propietarios a construir.
HACKERS rusos que interfirieron en la última campaña electoral norteamericana, pirateando el correo del Comité Demócrata y de la candidata Hillary Clinton, y favoreciendo indirectamente a su rival, el actual presidente Donald Trump, han lanzado ahora nuevos ataques a instituciones norteamericanas. Entre ellas figuran webs del Senado y de dos think tanks republicanos, el Hudson Institute y el International Republican Institute, que son firmes defensores de mantener las sanciones económicas a Rusia para penalizar su expansionismo, y que se han ido distanciado de Trump. Según la compañía Microsoft, que ha denunciado estas maniobras en la sombra, dichos ataques constituyen una clara prueba del potencial y el interés de los hackers rusos ante las próximas elecciones de mitad de legislatura, previstas para noviembre. Altos funcionarios de la Administración norteamericana están convencidos de que tales hackers tienen estrechos lazos con la inteligencia rusa.
El universo digital, el llamado mundo virtual, gana terreno en nuestras vidas de continuo. Su virtualidad es, en teoría, lo opuesto a la realidad. Pero cada día que pasa el volumen de realidad en la esfera virtual es superior. O, dicho de otra manera, cada día crece la incidencia del mundo digital en el real. Por ejemplo, en lo relativo a los ataques cibernéticos que nos ocupan. Porque, pese a desarrollarse en la esfera virtual de la red, algunos de ellos pueden conducir a la obtención de datos ajenos reales, o pueden promover, como en este caso, duplicados de determinadas webs, a través de las cuales se pueden conseguir datos sensibles.
Este tipo de piratería en las redes no tiene, como la relacionada con la música o el cine, objetivos comerciales. Su finalidad es política. Lograr el acceso a webs y redes ajenas puede reportar a quienes lo hacen una enorme cantidad de información confidencial y, a partir de ahí, darle un uso interesado. Los costes de estos ataques son irrisorios. Pero las brechas que pueden causar en las administraciones atacadas son tremendas. La información es un material muy valioso. Los réditos que pueden obtenerse de su manejo son altos.
En cualquier circunstancia, este tipo de ataques son peligrosos. A pocas semanas de las elecciones de medio mandato, lo son más si cabe. Y el hecho de que el presidente Trump no haya aclarado todavía de modo satisfactorio sus contactos con la diplomacia rusa durante la campaña para las elecciones presidenciales que le llevaron a la Casa Blanca constituye un factor añadido de inquietud. De la misma manera que la decidida intervención de Microsoft en este caso, en favor de las instituciones norteamericanas, y en particular del Senado, nos está diciendo que tal inquietud se experimenta también en las grandes firmas tecnológicas de EE.UU., que ahora mismo son las cinco principales empresas del país –Apple, Alphabet (Google), la citada Microsoft, Amazon y Facebook– y tienen enorme interés en frenar los ataques que pueden dañar su sistema.
Hay cierto consenso sobre que estos ataques pueden ser muy lesivos, no sólo ante unas elecciones, sino también para la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Y, sin embargo, da la sensación de que campan a sus anchas, quizás incluso más allá de lo que ya sabemos. Sería conveniente, por tanto, que los funcionarios de la Administración de EE.UU. se los tomaran mucho más en serio. Empezando por el presidente.