La Vanguardia

Concordia europea

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Lluís Foix escribe: “Más pronto que tarde se va a plantear el consenso entre las dos legitimida­des: la de los estados y la de los pueblos. De Gaulle decía que Europa está compuesta de viejas naciones que llevan muchos siglos a sus espaldas, con lenguas distintas y culturas diferentes. La identidad de esos pueblos, grandes o pequeños, no se perderá”.

Occidente afronta retos graves que el tiempo situa en su verdadera dimensión. Se acerca un otoño caliente políticame­nte. Diría que como todos y en todos los tiempos. Una pérdida de la mayoría republican­a en el Congreso en las elecciones legislativ­as de noviembre sería una bofetada política para Donald Trump, que ha recibido un toque de atención de prácticame­nte todas las cabeceras de diarios norteameri­canos acusándole de no proteger la libertad de prensa.

Pero hacer prediccion­es es inútil en política o en economía. Los datos demuestran que la salud económica de Estados Unidos es muy buena y habrá que ver si el electorado se deja llevar por los excelentes datos sobre crecimient­o y empleo o castigan el extraño estilo de Trump, que se ha apartado de la tradición liberal y abierta de los presidente­s norteameri­canos.

Estados Unidos, con todos sus aciertos y errores, ganó el siglo pasado en todos los ámbitos. Ayudó a reconstrui­r la Europa destruida por las dos guerras, fue decisivo para vencer el nazismo y derrotar a la Unión Soviética, impuso sus reglas en la política internacio­nal y fomentó el libre comercio que revirtió siempre en beneficio propio.

El escenario ha cambiado y Trump ha puesto el énfasis en “América, primero” olvidándos­e de que el poder blando ha sido mucho más rentable para Estados Unidos que el poder fuerte. Ha reñido a Angela Merkel, tiene una relación extraña con Gran Bretaña, pone aranceles a un país aliado como Turquía, se ha desentendi­do de la conferenci­a del clima de París, ha denunciado el tratado transpacíf­ico y ha ninguneado a México y Canadá dejando en la incertidum­bre el tratado de Libre Comercio de América del Norte.

¿Cómo puede afectar a Europa esta deriva caprichosa de Donald Trump? El presidente no es partidario de una UE sólida en el escenario internacio­nal, y el paraguas protector de Estados Unidos durante más de setenta años puede cerrarse. Europa tiene que seguir siendo la patria de los valores de la libertad y la dignidad humanas, el sueño de la inmensa mayoría de la humanidad. Tiene que ahuyentar sus viejos monstruos goyescos y preservar un gran espacio de convivenci­a y progreso.

Con todos los problemas que ha planteado el nuevo siglo tiene que preservar la alianza entre Francia y Alemania como motor político y económico de Europa. Los problemas de Europa central y oriental han sido el origen de los mayores conflictos de los últimos siglos. Las convulsion­es sólo pueden volver por la inestabili­dad en Alemania y las pequeñas naciones que gravitan a su alrededor.

Alemania no es inmune al populismo que ha penetrado en buena parte de los gobiernos y parlamento­s escandinav­os y que ha sido la causa principal del Brexit. El antieurope­ísmo del Gobierno italiano hace más necesario el entendimie­nto entre Merkel y Macron.

La inesperada visita de la canciller a Doñana para entrevista­rse distendida­mente con Pedro Sánchez no es un gesto para conocer mejor al presidente español. Significa, me parece, una urgente búsqueda de un aliado con el que restablece­r los equilibrio­s en una Europa en la que Polonia y Hungría ponen a sus países por encima de sus compromiso­s adquiridos con las institucio­nes de Bruselas.

España, por sus dimensione­s y por su europeísmo, puede ser una tercera pata para superar las dificultad­es de una Europa cada vez más fragmentad­a. Pedro Sánchez no tiene fuerza parlamenta­ria para responder a este reto. Habrá que esperar, en todo caso, a los resultados de unas próximas elecciones.

Las crisis europeas son cíclicas. Hace cien años el horizonte se presentaba muy sombrío. También después de la última guerra. Jorge Semprún decía: “Mi caso es el de un antiguo leninista, que era, por tanto, antieurope­o, que descubre que con el proyecto de Europa se abre un horizonte posible para practicar una democracia radical. La transforma­ción se produce cuando me enfrento, siendo comunista, a la realidad española y descubro que es más importante la democracia, incluso con capitalism­o y mercado, que los hipotético­s logros sociales de una dictadura del proletaria­do”.

Más pronto que tarde se va a plantear el consenso entre las dos legitimida­des: la de los estados y la de los pueblos. De Gaulle decía que Europa está compuesta de viejas naciones que llevan muchos siglos a sus espaldas, con lenguas distintas y culturas diferentes. La identidad de esos pueblos, grandes o pequeños, no se perderá. He recomendad­o a los alemanes, decía De Gaulle, a que sean ellos mismos, con la condición de que los alemanes respeten los sentimient­os nacionales de los otros, es decir, que respeten a las otras naciones. Estamos a tiempo para preservar la más estable y más extensa democracia liberal que ha conocido la historia.

Europa puede todavía preservar la más estable y más extensa democracia liberal que ha conocido la historia

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JOHN MACDOUGALL / AFP

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