El lector expone
Ayuda urgente para Lombok
Tras los terremotos que destrozaron Lombok y las islas Gili, los medios narraron con detalle las dificultades de los turistas para abandonar las islas, el pánico desatado por el riesgo de tsunami e, incluso, las 387 personas que perecieron. Sin embargo, parece que ahora ya no importan demasiado las secuelas. Los 14.033 heridos, los 387.067 refugiados que han perdido sus hogares y sus trabajos, las decenas de fallecidos no contabilizados que presumiblemente se encontrarán bajo los escombros y el miedo de la población ante cada una de las más de 500 réplicas de menor intensidad que siguen sucediéndose.
Soy una española residente en Gili Trawangan desde hace dos años y me siento afortunada de poder llamar a este increíble paraíso “mi hogar”. Por eso creo que es mi obligación hablar en nombre de todos los que lo han perdido todo.
La situación es dantesca. Centenares de miles de personas viviendo bajo tiendas de campaña improvisadas hechas con lonas conseguidas de entre los escombros. Gran parte de la isla sin electricidad y carencia casi absoluta de alimentos. Ínfimo acceso a productos de higiene, a medicamentos y, loquees más grave, a agua. En las zonas más cercanas al epicentro –las más remotas– la ayuda es casi nula porque los angostos caminos montañosos están cubiertos de escombros que hacen casi imposible el acceso de camiones.
El Gobierno y las oenegés locales hacen lo que pueden. Y, pese a la escasa ayuda internacional, cientos de expatriados europeos, australianos o americanos, agrupados en improvisadas organizaciones, ayudan incansablemente recaudando fondos y repartiendo suministros. Pero no es suficiente. Se necesita asistencia internacional urgente. Y, pese a que el Gobierno no acepta esta ayuda, hay que presionar desde fuera. Estamos desbordados, con un riesgo cada vez mayor de epidemias y enfermedades. Hay que parar la hemorragia antes de que sea demasiado tarde.
MERCEDES DE CEA
Lombok