La Vanguardia

Con el muerto en casa

Los Mossos detienen en Sant Andreu a un hombre por guardar cinco meses el cadáver de su hermano para seguir cobrando la pensión

- MAYKA NAVARRO

Los Serrano Barrios eran cuatro hermanos que sus padres inmigrante­s criaron en uno de los pisos de la Casa Bloc, un conjunto de viviendas construida­s en la Segunda República para los obreros, que entonces todavía vivían en barracas en los barrios industrial­es de Sant Andreu. El mayor fue torero, otro viajó a las Canarias y allí se quedó, y los pequeños, Eduardo y Antonio, no se separaron de sus padres hasta que estos murieron. Fue una infancia complicada y una juventud aún más difícil, con una madre y un padre alcohólico­s que se consumían ante la mirada impotente de alguno de sus vecinos. Algunos aún viven y los recuerdan.

Entre ellos, Montserrat Carrasco, la actual presidenta de la asociación de vecinos de la Casa Bloc, que de pequeña jugaba con los hermanos y visitaba aquella casa en busca de galletas. Sentada en su luminoso comedor, reconocía aún conmociona­da como el lunes se enteró de que los Mossos d’Esquadra se habían llevado detenido a Eduardo, de 68 años, acusado de haber convivido los últimos cinco meses junto al cadáver de su hermano Antonio, de 72.

Luz, ventilació­n e higiene. Estas fueron las tres premisas fundamenta­les que rigieron la construcci­ón del centenar largo de viviendas, todas dúplex abiertas al exterior, donde siempre entra la luz y hay ventilació­n natural. Precisamen­te esa particular arquitectu­ra favoreció, de alguna manera, que Eduardo guardara el cadáver de Antonio sin que ni uno solo de sus vecinos notara el olor ni se interrogar­a por su ausencia.

Entre los vecinos más antiguos de la comunidad están la propia Montserrat y Sagrario, que se lamentan en voz alta de no haber echado de menos antes al vecino. Pero ambos hermanos hacía años que se habían prácticame­nte aislado del mundo, y sólo al mayor, Antonio, se le veía alguna mañana arrastrand­o el carrito con el que cargaba la compra desde un supermerca­do del barrio. “Siempre iba igual vestido. Un pantalón gris que le había quedado pequeño, un sombrero y un jersey roído. Ya podía hacer frío o calor”, recuerda Sagrario, mientras atiende a su madre, que llegó al edificio pequeñita y el 17 de agosto cumplió 85 años. “Basvienda tante tengo con lo mío como para echar en falta al vecino”, se consuela, apenada.

Hubo un tiempo, recuerda, en que las familias que vivían en la Casa Bloc se conocían. Se ayudaban. Algunos mantienen aún esa unión, pero la llegada de nuevos inquilinos rompió los lazos de confianza.

“Si hubiéramos estado más atentos, quizás esto no habría pasado”, se pregunta Sagrario. ¿Y qué paso? Pues que el domingo por la noche, una pareja de mossos se personó en el edificio. Llamaron a varios timbres y acabaron localizand­o la vi- que buscaron. Eduardo les abrió. “El olor era insoportab­le”, recuerda una vecina del mismo pasillo. Y aún ayer resultaba imposible permanecer frente a la puerta. El policía preguntó al hombre por su hermano y le contó que se había recibido una denuncia alertando de que en el interior de la vivienda había una persona muerta. Primero lo negó, pero lo acabó reconocien­do e invitó a los mossos a entrar.

Sobre una de las camas estaba lo que quedaba de Eduardo. El hermano explicó que llevaba allí desde el 7 de marzo. Recordaba perfectame­nte la fecha. Explicó que ese día su hermano regresó de la compra, como muchas mañanas. Que le dijo haber sufrido un accidente. Que dijo no encontrars­e muy bien. Que se tumbó y que cuando se quiso dar cuenta, ya estaba muerto.

Y entonces, decidió no contárselo a nadie y guardar silencio. Antonio cobraba una pensión de mil euros, y Eduardo, la ayuda social mínima, de 300. Hizo sus números y pensó que si callaba, como nadie echaría de menos al muerto, seguiría recibiendo su dinero. Y así fue.

Sagrario y Montserrat coincidían al contar que en los últimos tiempos el alcohol también hizo mella en Eduardo. Se bebía todo lo que cobraba al día siguiente de recibir la ayuda social, y suerte del hermano, que compraba comida y se encargaba de pagar los 125 euros mensuales de alquiler.

Los dos fueron camareros, estuvieron un tiempo en prisión y al salir, un policía nacional vecino del edificio les ayudó a recuperar el piso de toda la vida de los padres, que les habían retirado durante su estancia encarcelad­os.

Eduardo pasará a lo largo del día de hoy a disposició­n judicial acusado de varios delitos. Apropiació­n indebida y usurpación de identidad, por cobrar la pensión de su hermano muerto, y omisión del deber de socorro, porque quizá pudo ayudarle. En cuanto a mantener el muerto en casa, hay mucho debate jurídico sobre si los hechos se pueden interpreta­r como profanació­n de cadáver.

Los Mossos han apurado el plazo para presentar al detenido ante el juez, a la espera del informe preliminar de la autopsia.

El arrestado, de 68 años, pasará hoy a disposició­n judicial acusado, entre otros delitos, de apropiació­n indebida

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Patio de la Casa Bloc donde está el piso en el que un vecino guardó cinco meses el cadáver de su hermano
ANA JIMÉNEZ Patio de la Casa Bloc donde está el piso en el que un vecino guardó cinco meses el cadáver de su hermano

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