La Vanguardia

Vecinos del Raval impiden ocupacione­s por su cuenta

Una docena de residentes de la calle d’En Roig frena en pocos minutos la usurpación de un local abandonado años atrás

- LUIS BENVENUTY

Una docena de vecinos de la calle d’En Roig impidió anteayer la ocupación de unos bajos abandonado­s desde hace años. Lo explican varias personas que viven en este lado del Raval. Ocurrió sobre las siete y media de la tarde. Dos personas trataron de tomar la antigua zapatería del número cuatro. Sin embargo, en esta calle muchos tienen miedo de las ocupacione­s, recuerdan que durante años funcionaro­n unos pocos números más arriba los que fueron los dos narcopisos más activos de Barcelona. De modo que al poco de que llegaran los ocupas los mensajes de WhatsApp comenzaron a correr calle arriba y calle abajo, y en unos pocos minutos una pequeña multitud se congregó ante la antigua zapatería.

“No queremos ocupas, no queremos más líos –señalaron algunos inquilinos de la finca–... Aquí, en estos bajos, trabajó durante décadas el zapatero de la calle. Pero hace tres años el zapatero despareció. Nos debe un montón de dinero a la comunidad. Al parecer se marchó a su pueblo. No podemos localizarl­o. Y el local quedó abandonado. Siempre estamos al tanto. Estas dos personas parecían gente normal... Pero nunca sabes quién se puede meter y la que puede montar. Hay gente que parece muy buena gente, que parece que no es conflictiv­a... y luego traspasan el sitio que ocuparon a los traficante­s de drogas que montan los narcopisos. No puedes fiarte de nadie”. No es la primera vez que los vecinos de esta pequeña calle frenan un intento de ocupación. Los antiguos narcopisos del 22 acumulan media docena de asaltos en pocos meses. Varios vecinos los tapiaron por su cuenta para impedir que nadie se instale allí. Según un censo municipal, el barrio suma hoy día al menos 308 pisos y locales sin uso. Cada uno de ellos es un motivo de angustia para sus vecinos. Nunca sabes quién puede instalarse junto a tu casa. Muchos piensan que ocupándolo­s evitan la llegada de traficante­s de drogas. Otros creen que así reina en el barrio la ley de la jungla. El debate entre partidario­s y detractore­s de las ocupacione­s es muy intenso. Anteayer también se produjo un incendio en un piso ocupado la calle Sant Pau. Los ocupas se marcharon y la comunidad, que es la propietari­a, recuperó el lugar. El siniestro no afectó al resto de pisos.

Y a muy pocos metros de d’En Roig, en el pasaje Agustí Duran i Sanpere, se hallan unas antiguas oficinas, ocupadas en su mayor parte desde hace más de un año. A un lado está Espai de l’Immigrant, una asociación muy alternativ­a que habitualme­nte presta asesoría legal y asistencia médica a inmigrante­s en situación de vulnerabil­idad. Al otro lado del edificio, ayer por la mañana, una mujer barría el trozo de la acera frente a su puerta, como siempre se hizo en los barrios y en los pueblos. “Barro la acera todos los días, para que se quede limpia...”. La mujer agrega que se instaló en este lado de las antiguas oficinas hace pocas semanas junto a otras dos personas. “De ocupas, claro...”. Y entremedia­s, en la misma finca, está el narcolocal más transitado del momento. “¿Lo has visto por dentro –dice la mujer sin dejar de barrer la acera–. Es impresiona­nte, un auténtico horror”.

“Los ocupas se fueron en pocos minutos, y lo hicieron por su propia voluntad –prosigue explicando la gente de la calle d’En Roig–. Les dijimos que ahí no se podían quedar, que llamaríamo­s a la policía, y la llamamos delante de ellos... Entonces decidieron marcharse. La verdad es que los agentes de los Mossos d’Esquadra tardaron un rato en llegar, y lo que nos vinieron a decir es que era el propietari­o de los bajos quien tenía que denunciar la ocupación... Un vecino trajo una sierra radial y rompimos el candado que habían puesto, y luego compramos una cerradura nueva. Ahora la persiana está bien cerrada. Aquí es que los vecinos montamos una plataforma, estamos muy organizado­s”.

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MONTSE GIRALT Los vecinos cambiaron el candado de este local para asegurarse de que no se ocupe

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