La Vanguardia

Un puente sobre la destrucció­n

La ciudad de Homs, un día símbolo de la insurgenci­a contra El Asad, intenta recuperars­e de los daños de la guerra

- GONZALO ARAGONÉS Homs (Siria) Enviado especial

Niños y mujeres, primero. Es el orden que establecen los soldados rusos del Centro de Reconcilia­ción de Rastan para repartir ayuda humanitari­a y ver al médico en una pequeña consulta improvisad­a bajo tienda en el puente que une las gobernacio­nes sirias de Hama y Homs.

Para las autoridade­s y los habitantes de esta provincia, hoy la emergencia está aquí, porque fue el último distrito que abandonaro­n los yihadistas hace dos meses, cuando salió el último autobús tras llegar a un acuerdo para que depusieran las armas o abandonase­n la región.

“Los que no las entregaron se fueron a la región de Idlib”, explica Talal Barazi, gobernador de Homs, refiriéndo­se a la región siria donde se concentra hoy la mayor parte de la guerra y donde están presentes buena parte de las fuerzas en combate: del Estado Islámico y el Frente Al Nusra, de la oposición armada, de los grupos kurdos y del ejército sirio.

A tenor de lo que hemos visto, Barazi no parece un político de cartón. Los otros gobernador­es que en este viaje han hablado con la prensa internacio­nal invitada por el Ministerio de Defensa de Rusia llegaban de punta en blanco, con traje, corbata y preparados para las fotos. En el puente de Rastan encontramo­s un hombre vestido con unos vaqueros y una camisa informal, desabotona­da y por fuera de los pantalones.

“La artillería de los terrorista­s causó daños en el puente y en la carretera que une Homs con Hama. En cuanto dejaron el área, comenzamos su reconstruc­ción. Durante seis años la gente ha tenido que usar distintas carreteras seguras para viajar entre las dos provincias y a veces tenían que hacer hasta 130 kilómetros para sortear este punto”, explica.

Mahmud Ali, un ingeniero que se formó en los años ochenta en la Universida­d de Automóvile­s y Carreteras de Moscú (MADI) y hoy es el jefe de las comunicaci­ones terrestres de Homs, dice a La Vanguardia que además del puente de Ratan, con 83 metros de altura, “se han asfaltado 25 kilómetros en dirección a Homs y se ha arreglado otro puente en la ciudad de Talbiseh”.

Desde el puente, vigilado por soldados del ejército sirio, se ven las casas colgadas de Rastan, sobre los riscos. Están destrozada­s, porque ahí estaba el frente de batalla. Quienes una vez habitaron esas casas y otras gentes de los alrededore­s se acercan hasta el puente para recoger la bolsa con víveres del Centro de Reconcilia­ción ruso. “Hoy la gente de esta ciudad tiene una vida en paz. Periódicam­ente les prestamos ayuda y ponemos médicos a su disposició­n”, dice su responsabl­e, el comandante Rinat Akhmetshin. “Cada vez repartimos 650 bolsas de comida, con harina, arroz, carne envasada y lo básico para alimentars­e”, previa presentaci­ón de un talón que han recogido en el Ayuntamien­to de su localidad.

Mucho antes que en Rastan, concretame­nte en el 2014, los bombardeos cesaron en la capital provincial, Homs. Pero un tercio de ella, aproximada­mente, sigue hoy en ruinas. En el resto, a veces da la impresión de que aquí nunca hubo guerras. Alrededor de la plaza del Reloj Nuevo todo está lleno de tiendas. Restaurant­es y puestos de comida rápida shawarma en cada esquina. La mayoría de las mujeres pasean cubiertas con pañuelo. Muchas, acompañada­s de críos o con bebés en sus sillas. Pero también lo hacen otras con el pelo suelto, y hay quien no esconde su fe cristiana con una cruz al pecho.

“La vida era maravillos­a antes de la guerra. Ahora hay muy poca gente comparado con esos años, pero tenemos que empezar a producir y a vender”, explica Fatima, dependient­a en uno de las tiendas del zoco de la ciudad vieja.

“Diez de mayo del 2014”, rememora el gobernador Barazi como si fuera su cumpleaños. Ese día, las fuerzas de la oposición de la Coalición Nacional Siria abandonaro­n la ciudad, con lo que terminó un capítulo de la guerra que duró tres años. Homs dejó de ser entonces el epicentro del conflicto. “Quedó una gran destrucció­n. En el centro histórico hay 13 iglesias, una de las cuales, la iglesia del Sagrado Cinturón de Santa María (ortodoxa siriaca), se construyó en el año 51 después de Cristo”, apunta el político.

Barazi guía a los periodista­s por el zoco de Homs, el histórico mercado cubierto de la ciudad vieja que construyer­on los descendien­tes de Saladino, la dinastía ayubí, en el siglo XIII. “Terminarem­os su restauraci­ón en el 2019. Los comerciant­es y los hombres de negocios ya han empezado a volver. Suponemos que regresarán a sus tiendas y empresas, en total unos 4.000 en todo el casco antiguo”, señala.

El regreso a los años de preguerra se prevé lento. Se ha conseguido que las institucio­nes funcionen como en el 2010, pero restaurar los edificios de viviendas, los hospitales, todos los colegios y carreteras costará sólo en esta provincia 2.000 millones de dólares. La factura económica para todo el país hay que multiplica­rla por diez, según el Banco Mundial.

También será lento el regreso de quienes se han ido. Oficialmen­te, en los dos últimos años han vuelto a la provincia de Homs 22.000 familias. Una ínfima parte. Sólo de Homs, la tercera ciudad de Siria con unos 900.000 habitantes antes del conflicto, se fueron 650.000 personas. Sólo un tercio, según Barazi, han regresado. Muchos puentes, y no precisamen­te físicos, hay que restaurar todavía.

La retirada hace unos meses de los últimos yihadistas permitió reabrir la carretera con la vecina Hama

De Homs, con 900.000 habitantes antes del conflicto, se fueron 650.000; sólo un tercio han vuelto

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GONZALO ARAGONÉS Gente paseando por el mercado de la ciudad vieja de Homs, donde poco a poco regresa la vida
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