La Vanguardia

La venganza se sirve en los libros

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El corazón está a la izquierda. Pero el de Séverine Servat de Rugy, periodista de Gala (revista del corazón, precisamen­te), fluctúa. Está casada con François de Rugy, presidente de la Asamblea Nacional francesa y hombre de Emmanuel Macron. Pero su hijo nació de su antigua relación con

Jérôme Guedj, exdiputado socialista.

Guedj vive ahora con Émilie Frèche, autora de

Vivre ensemble (Vivir juntos; Stock), en librerías esta semana. En la cubierta pone “novela”. Pero aparece una mala mujer, con niño, tan parecidos a Séverine Servat y a su criatura de 11 años que el juez obligó a insertar la redundante confirmaci­ón de que la novela de Frèche lo es efectivame­nte.

La prensa duda si comentar la novela en libros, en sucesos o en política. Un comentaris­ta pregunta si el nuevo mundo de la política prometido por Macron –en el antiguo, su predecesor entró al Elíseo del brazo de una periodista de Paris Match que le hizo pagar el abandono posterior con un libro cruel– consistía en consagrar el lazo de políticos y periodista­s en el altar.

Y todos sitúan Vivir juntos en la llamada autoficció­n, que se podría llamar vendetta o

el que avisa no es traidor. En francés, el neologismo apareció en 1977 con la novela Fils (Hijo) de Serge Doubrovsky. El inglés acuñó dos términos: faction, que reúne hechos y ficción y autobiogra­phical novel, algo así como cuento mi vida, pero de aquella manera.

Si la palabra fue utilizada desde siempre por los escritores como arma arrojadiza (entre el clavel y la rosa / la reina es coja), la vida privada es novedad del siglo XX. Y en derecho francés sólo aparece en 1970, un artículo 9 del Código Civil que, según el abogado William Bourdon, “convirtió esa noción en uno de los derechos humanos”.

Y multiplicó jurisprude­ncia. Dos casos, de libro, tuvieron por protagonis­tas a otra pareja político-periodista. La de Dominique Strauss-Kahn, séptimo hombre fuerte del mundo cuando presidía el Fondo Monetario Internacio­nal, y

Anne Sinclair, periodista. Y heredera del marchante de Picasso, lo que le permitió saldar en el 2011 el pleito millonario de su entonces marido por agresión sexual a una camarera de hotel, en Nueva York.

Dos años más tarde, Marcela Iacub, abogada y escritora, columnista polémica de Libération, contó en Belle et bête (Bella y bestia; Stock) su relación con un “mitad hombre, mitad cerdo”, cuyas distraccio­nes consistirí­an en describirl­a, excitado, como “mi puerca”. O pintarla con mermelada de naranjas “antes de recoger la confitura con su lengua”.

Aunque no aparece su nombre, StraussKah­n reclama 100.000 euros a Iacub y a la editorial. En el 2013, el juez le acuerda la mitad de la suma. En el 2014, de nuevo a tribunales. Esta vez, contra la editorial Seuil y el escritor Régis Jauffret. El expolítico se reconoce en el “presidente de una institució­n financiera internacio­nal” acusado “de violación, por una camarera” que, ella sí, es nombrada en el libro. Y casualment­e se llama Nafissatou Diallo, como la del Sofitel de Nueva York, cuya denuncia mostró al mundo la imagen del expoderoso vestido con pijama de reo de Estados Unidos y esposado.

Su abogado le obtuvo 10.000 euros más y hubiera podido continuar: el vodevil del Sofitel fue tema de Karnaval, de Juan Francisco Ferré; L’enculé (El mamón, novela satírica de MarcÉdouar­d Nabe); Une matière inflammabl­e (Una materia inflamable), de Marc Weitzmann, e incluso de una –mediocre– película, Welcome to New York ,enla que un obeso Gérard Depardieu interpreta­ba a Dominique Strauss-Kahn en sátiro de hotel.

En el caso de Vivir juntos, aparte del bochorno de asistir al intercambi­o de acusacione­s entre los maridos indirectam­ente afectados, o al de intromisió­n en su vida privada por parte de una periodista de Gala, publicació­n frecuentem­ente llevada a tribunales por divulgar intimidade­s, el tema sería el nulo valor literario del libro.

Porque si medio París se habría reconocido en los personajes de En busca del tiempo perdido, de Proust, cumbre del cotilleo transforma­do en obra de arte, en su artículo sobre Vivir juntos la crítica de Le Monde le niega toda trascenden­cia. Peor aún, lo entierra: “En este tipo de casos, es un despropósi­to pedir la prohibició­n del libro. Pero no sería inútil, a veces, preguntars­e si es necesario publicarlo”.

Polémica en Francia por una novela que se ceba en la mujer del presidente de la Asamblea Nacional

Séverine Servat lleva a la justicia el libro, escrito por la actual pareja de su ex, al ver atacada su intimidad

 ?? LUDOVIC MARIN / AFP ?? ¿Sólo ficción? La periodista Séverine Servat, con su marido en el Elíseo; abajo, Émilie Frèche
LUDOVIC MARIN / AFP ¿Sólo ficción? La periodista Séverine Servat, con su marido en el Elíseo; abajo, Émilie Frèche
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