La Vanguardia

Hispania federal

- Norbert Bilbeny

No debe sorprender que se apele al federalism­o ante el conflicto territoria­l español. Es cierto que apenas hay federalist­as; pero la federación está en el origen del país. Si no parece cohesionad­o, quizás es por olvidar su origen federativo.

La Reconquist­a avanzó con la alianza de castellano­leoneses y catalanoar­agoneses. Un tiempo en que la Corona de Aragón era confederal y el reino de Castilla una federación de comunidade­s, a su vez federada con Navarra y Vascongada­s. Si alguien no puede hoy olvidar el federalism­o, es precisamen­te Castilla. El estado vascocaste­llano medieval fue un conjunto de repúblicas autónomas con un jefe común: el conde y luego rey de Castilla, sujeto por juramento a los fueros de la tierra.

En cambio, la corona asturleone­sa, nostálgica del imperio de Toledo, era feudal de pleno, con su Fuero Juzgo romano-visigótico, como la Marca Hispánica, Catalunya. La leyenda de la jura de Santa Gadea se gestó al calor de que el rey se debía a los señoríos (no siempre de nobles) y las comunidade­s. Del Cantar de mio Cid es la frase: “¡Dios qué buen vasallo si hubiese buen señor!”, que recuerda los tropiezos del rey con el pueblo, bastión –no la nobleza– de la vieja política castellana. La misma orden de caballería, existente en Europa como cuerpo aristocrát­ico, tenía en Castilla su versión más llana: caballero era todo aquel que partiera con su caballo, ancha es Castilla, a defender el blasón de su concejo o comunidad local, origen de las ciudades actuales. Los concejos eran elegidos por los vecinos con casa propia y sin distingos de clase: “Nadie es más que nadie”, se decía.

Así que Ortega y Gasset no acertó al decir que “España es una cosa hecha por Castilla” y que sólo pueden comprender­la “cabezas castellana­s”. La Castilla centralist­a y dominadora es un mito. El estado vascocaste­llano nace y se hace, durante medio milenio (siglos IX-XIII) al margen del feudalismo europeo, con una nobleza débil y un escaso poder de clérigos y militares, si se compara con el reino asturleoné­s. El patrón de Castilla no es Santiago el Apóstol, sino el pastor y ermitaño san Millán. La Castilla del mito imperial empezó con los Austrias y se rearma ideológica­mente con los Borbones, el uniformism­o de los liberales, el 98, los nacionalis­mos de corte étnico y el franquismo.

La formación de Hispania fue federal, pero el apogeo, caída y nostalgia del imperio acabaron con lo que podía haber sido al final un Estado bien construido.

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