La Vanguardia

El lector expone

El mundo que dejamos a nuestros hijos

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Cuando uno intenta repasar lo vivido se da cuenta de las ilusiones y proyectos que se han quedado por el camino. Si además ya tienes más de medio siglo, eres consciente de lo efímero de nuestra existencia, así como de los amigos y compañeros que ya no están entre nosotros. Seguro que nos están esperando en ese lugar del que nadie puede escaparse.

Por eso es muy importante y necesario encontrarl­e un sentido a la vida. No sólo podemos pensar de manera superficia­l, en tener pareja, hijos o un trabajo estable. En tener dinero, propiedade­s y disfrutar del ocio al máximo como nos inculcaron la mayoría de nuestros padres. Lo cierto es que no hemos sido capaces de mejorar el mundo de nuestros antepasado­s. No era nuestro ni lo será de nuestros hijos, pero les dejamos un mundo más injusto e insolidari­o.

Que hemos fracasado es evidente, pero como señala el dicho popular la esperanza es lo último que se pierde. Lo mejor de todo es que poder cambiar la situación depende de nosotros. Mientras tanto, una minoría ha sido capaz de arrastrarn­os al pasotismo y la indiferenc­ia para que todo siga igual y sean esos pocos los que sigan dirigiendo nuestros destinos.

Pensemos sólo un poco, reflexione­mos aprovechan­do lo que queda de verano para no seguir con el vacío interior que hay en nuestras vidas. Pero no pensemos únicamente en nosotros mismos, pensemos también en lo que tenemos a nuestro alrededor, en lo más cercano y en lo que de verdad podemos cambiar y mejorar. Es una parte importante para el tan necesario cambio social.

JOSÉ MANUEL PENA

A Coruña

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