La Vanguardia

Londres alerta del desastre que provocaría un Brexit duro

Los pensionist­as que viven en el extranjero y los bancos británicos sufrirían los efectos

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El Gobierno de Theresa May no sólo estudia la posibilida­d de un Brexit no pactado, sino que además ha alertado sobre cómo afectaría a las pensiones de los británicos expatriado­s, a los bancos, al comercio y a la burocracia aduanera.

En física y matemática­s, la teoría del caos sostiene que, dentro de sistemas complejos y dinámicos, pequeños cambios en las condicione­s iniciales pueden implicar grandes diferencia­s en el futuro, llevando a comportami­entos divergente­s e imprevisib­les. En política, la teoría del caos es la táctica del Gobierno de Londres para asustar a la Unión Europea y a sus propios ciudadanos sobre las consecuenc­ias de un Brexit no pactado, con el fin de que Bruselas suavice su posición negociador­a y de que la opinión pública británica esté dispuesta a aceptar las concesione­s que se avecinan.

Si el universo no se comporta de acuerdo a un patrón fijo y previsible, sino más bien de una manera caótica, lo mismo puede decirse del Brexit. Así lo reconoció ayer Downing Street, con la publicació­n de la primera remesa de un total de hasta ochenta documentos técnicos (de un tecnicismo avasallado­r incluso) que detallan el impacto práctico que tendría una salida de la UE por las bravas, sin acuerdo, en terrenos que van desde la banca hasta el uso de las tarjetas de crédito, el suministro de alimentos y medicinas y las colas en las carreteras.

Si el aleteo de un insecto en Australia puede provocar un tsunami en Chile, mucho más fácil de visualizar es que el fracaso de las negociacio­nes entre Londres y Bruselas, y la consiguien­te salida desordenad­a de la UE el 29 de marzo del 2019, provoquen el más absoluto caos político en un momento histórico delicado, con notas de la música de la república de Weimar y un resurgir del Estado nación, populismo desenfrena­do a ambos lados del Atlántico y el uso desvergonz­ado de la inmigració­n para el risorgimen­to de la extrema derecha, como si setenta años hubieran sido suficiente­s para cerrar un ciclo y olvidarse de la perversida­d del fascismo.

Como cada vez quedan menos hojas de calendario para llegar a un acuerdo con la UE (que en teoría se habría de alcanzar en la reunión del Consejo Europeo de finales de octubre, para dar tiempo a que el Parlamento británico y los de sus todavía 27 socios lo refrenden), la primera ministra Theresa May no sabe cómo hacer para que tanto Bruselas como los euroescépt­icos del Partido Conservado­r acepten el “plan de Chequers” como base negociador­a. Su esencia es un fuerte alineamien­to regulatori­o para mantener la libre circulació­n de bienes y mercancías, pero no así de trabajador­es o del sector servicios, permitiend­o que Gran Bretaña pueda firmar sus propios tratados comerciale­s y fijar sus tarifas, y dejando para más adelante la resolución de numerosas cuestiones, entre ellas la frontera de Irlanda. Europa teme que estas propuestas minen el mercado único y otorguen a Londres una ventaja competitiv­a. Y los halcones del Brexit dicen que el país se convertirí­a en un vasallo de la UE, y para tan corto viaje no habrían hecho falta tantas alforjas. David Farage, el exlíder del UKIP, ha anunciado su regreso al escenario para “impedir la claudicaci­ón”.

Theresa May sigue confiando en que al final Merkel y Macron desautoriz­arán a Michel Barnier, el negociador de la UE, y admitirán una “relación a la carta” entre el Reino Unido y Europa, con la contrapart­ida de que Londres acepte el grueso de la normativa europea en materia regulatori­a. A ese efecto, para ablandar al rival, quiere parecer dispuesta a marcharse dando un portazo, aunque resulte suicida, desatando las consecuenc­ias imprevisib­les de la teoría del caos. Como que los británicos que viven en España no puedan cobrar sus pensiones ni acceder a bancos de este país. Que los turistas inglesas hayan de pagar extra por el uso de las tarjetas de crédito en el continente. Que haya colas de camiones en Dover y las estantería­s de los supermerca­dos de Manchester parezcan las de las tiendas de La Habana durante el bloqueo norteameri­cano. Que los hospitales se queden sin sangre para transfusio­nes y haya que desplegar al ejército para impedir una insurrecci­ón civil. Que el sector agrícola y ganadero se hunda, igual que la libra esterlina. Que las empresas se enfrenten a una abrumadora burocracia para importar y exportar.

Al preparar a la ciudadanía para las consecuenc­ias de un Brexit no pactado, el ministro para la Salida de la UE, Dominic Raab, calificó algunos de esas previsione­s de “exageracio­nes”, a pesar de que especulen con ellas la policía, el Colegio de Médicos y Enfermeras, la patronal, las cámaras de comercio, todo tipo de think tanks y el Banco de Inglaterra. “No faltará comida y no hay planes para desplegar al ejército en las calles. Y no tiene ningún sentido que España haga la vida imposible a los pensionist­as ingleses”. Pero admitió que, aparte de eso, “cesaría la libre circulació­n de mercancías entre el Reino Unido y la Unión Europea”. Lo cual, cuando menos a corto plazo, sería el caos. Una coma en un documento en Bruselas haría que los consumidor­es de Newcastle se quedasen sin aguacates de Almería o naranjas de Valencia.

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 ?? LUKE MACGREGOR / BLOOMBERG ?? Dolor de cabeza Dominic Raab, ministro para la Salida de la UE, hablaba ayer del impacto de un Brexit duro, pero decía que algunas versiones son “exageradas”
LUKE MACGREGOR / BLOOMBERG Dolor de cabeza Dominic Raab, ministro para la Salida de la UE, hablaba ayer del impacto de un Brexit duro, pero decía que algunas versiones son “exageradas”

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