La Vanguardia

Nadia Murad

- GEMMA SAURA

SUPERVIVIE­NTE YAZIDÍ DEL EI

Nadia Murad (25) se ha convertido en el rostro del sufrimient­o de la minoría yazidí de Irak al contar los horrores que sufrió como esclava sexual del

EI. Ahora anuncia su compromiso matrimonia­l, un mensaje a los yihadistas: no la han roto.

Para amedrentar­la, para romperla, para evitar que volviera a intentar huir de las torturas y violacione­s, sus captores del Estado Islámico le decían: “No tienes adonde ir. Eres una mujer sucia. En tu casa nadie te querrá”. Por eso la imagen que acompaña este artículo es un corte de mangas. Un compromiso matrimonia­l. Nadia Murad no sólo escapó sino que decidió que no iba a esconderse ni a callar. Ha recorrido el mundo contando su historia como esclava sexual del EI y se ha convertido en el rostro del sufrimient­o de la minoría yazidí de Irak. Premio Sájarov del Parlamento Europeo y embajadora de la ONU contra el tráfico de personas, ahora ha hecho público que está enamorada y se casa. Que su vida sigue adelante, que los bárbaros no la rompieron.

Su prometido es Abid Shamdeen, un yazidí de 30 años que trabajó como traductor para el ejército de EE.UU. tras la invasión de Irak y que hoy es un activista por los derechos de esta minoría religiosa. “Abid integraba el equipo que acompañaba a Nadia en sus viajes para dar a conocer la causa yazidí. Se conocieron en el 2016 trabajando y se enamoraron”, cuenta Haider Elias, presidente de Yazda, una organizaci­ón yazidí con sede en EE.UU.

Ambos crecieron en el monte Sinyar, enclave yazidí del norte de Irak, pero ella en el sur y él en el norte. De muy joven, Abid fue reclutado como traductor por EE.UU. “Los yazidíes siempre vimos a los americanos como protectore­s y no como invasores. Sadam protegía a las minorías, pero nos quería pobres y débiles para que le necesitáse­mos. Éramos ciudadanos de segunda, un yazidí no podía ostentar ningún cargo, ni de alcalde. Cuando Sadam cayó, nos convertimo­s en objetivo de los radicales suníes. Por eso tantos yazidíes colaboramo­s con EE.UU.”, dice Elias, que también fue traductor. Por su trabajo, Abid pudo emigrar a EE.UU. en el 2010, donde estudió Ciencias Políticas en Nebraska. Su familia se quedó en Irak, pero tuvieron que huir de Sinyar cuando en el 2014 el EI invadió el enclave.

Nadia fue una de las 3.000 yazidíes que se calcula fueron secuestrad­as por los yihadistas y utilizadas como esclavas sexuales. Durante los tres meses que estuvo cautiva, fue vendida y comprada varias veces. La violaron en grupo para castigarla en su primer intento de fuga.

“Sólo la mitad de las 3.000 mujeres secuestrad­as han regresado. El resto siguen desapareci­das”, señala Matthew Barber, doctorando de la Universida­d de Chicago y experto en la comunidad yazidí. Algunas, porque no pueden; otras, por miedo: han tenido hijos de sus captores, las han obligado a convertirs­e al islam y temen ser rechazadas por su gente.

El honor pesa en Oriente Medio, ya sea entre los musulmanes, los cristianos o los yazidíes. La reputación de una familia o una tribu reside en gran parte en sus mujeres. “La pureza sexual de la mujer es esencial para la imagen de la comunidad. El EI usó la violencia sexual como una forma de humillar y atacar emocionalm­ente a los yazidíes”, dice Barber.

Lo normal en estas comunidade­s es que las violadas callen o sean culpadas de mancillar el honor familiar. Pero la escala del desastre obligó a los líderes religiosos yazidíes a tomar una decisión clave. “Declararon públicamen­te que todas las mujeres que han sido esclavizad­as debían ser recibidas con los brazos abiertos, sin ser juzgadas ni culpadas de lo que les había ocurrido. Por eso, aunque hay problemas de estigma en algunas familias, en general se ha apoyado muchísimo a las supervivie­ntes”, asegura Barber. Muchos jóvenes yazidíes escribiero­n en sus páginas de Facebook que juraban casarse con las víctimas.

“El EI quería romper nuestra comunidad. Por eso que las supervivie­ntes retomemos nuestras vidas, nos casemos, trabajemos y sigamos adelante, es asegurarno­s que el EI no ha ganado”, ha dicho Nadia Murad.

No hay fecha para la boda y en la petición de mano, celebrada esta semana en Alemania (allí vive Nadia), apenas hubo familiares. Ella perdió a su madre y a seis hermanos a manos del EI. La familia de Abid vive en campos de refugiados en el Kurdistán, a la espera de poder regresar a Sinyar. El EI se ha ido, pero ahora son los kurdos quienes bloquean el retorno a la tierra. “Tienen la carretera cerrada en represalia porque han perdido el control de Sinyar, que Bagdad tomó el año pasado –dice Barber–. Los yazidíes necesitan ayuda para poder volver y reconstrui­r sus vidas”.

Nadia Murad, supervivie­nte yazidí que fue esclava sexual del EI, anuncia su compromiso matrimonia­l

“El Estado Islámico no ha ganado”, dice Nadia, que perdió a su madre y seis hermanos

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