La Vanguardia

Jan Wörner

Tiene el objetivo de mejorar las prediccion­es meteorológ­icas y los modelos del clima

- JOSEP CORBELLA

DIRECTOR GENERAL DE LA ESA

El satélite Aeolus de la Agencia Espacial Europea (ESA) introduce una innovadora tecnología para monitoriza­r los vientos desde el espacio, lo que mejorará los pronóstico­s meteorológ­icos y los modelos climáticos.

Ha costado dieciséis años. El triple de lo que se esperaba en el 2002, cuando la Agencia Espacial Europea (ESA) aprobó la misión con la perspectiv­a de lanzarla en el 2007. El dato refleja la complejida­d técnica de observar los vientos desde el espacio, algo que aún no ha hecho nadie y que es necesario para mejorar los modelos climáticos y las prediccion­es meteorológ­icas. Pero, aunque con una década de retraso, el satélite Aeolus despegó el miércoles desde el Centro Espacial de la Guayana y se situó en órbita a 320 kilómetros de altitud sobre la superficie terrestre. “Aeolus llenará un vacío en nuestro conocimien­to de cómo funciona el planeta”, declaró el director general de la ESA, Jan Wörner, en un comunicado difundido tras el lanzamient­o.

Después de que otros satélites y las estaciones meteorológ­icas hayan ofrecido datos globales de temperatur­as, presiones y humedades, el viento es la variable más importante que falta para tener una descripció­n más completa de la atmósfera, según ha advertido la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial. Los registros actuales de vientos se basan en mediciones realizadas desde la superficie terrestre y desde globos sonda. Estos globos sonda se lanzan mayoritari­amente desde estaciones meteorológ­icas del hemisferio norte, por lo que faltan datos de lo que ocurre en gran parte de la atmósfera, especialme­nte sobre los océanos.

La estrategia para observar los vientos desde el espacio estaba ya definida cuando la ESA aprobó la misión. Se utilizaría un lidar, que funciona como un radar, pero utilizando un láser en lugar de ondas de radio. El satélite enviaría pulsos de luz láser en dirección a la atmósfera y captaría la señal reflejada por las gotas y partículas suspendida­s en la atmósfera. El tiempo transcurri­do entre la emisión de la señal y la recepción del reflejo indicaría la altitud a la que se encuentran las gotas y partículas. La distorsión de la señal por el efecto Döppler –el mismo efecto que hace que la sirena de una ambulancia se oiga más aguda o más grave según si se acerca o se aleja– indicaría la dirección y la velocidad en que se mueven las gotas y partículas en el aire. Es decir, la dirección y la velocidad del viento.

Pero al tratar de llevar esta idea a la práctica han surgido problemas técnicos que ha costado años resolver. En particular, ha habido que utilizar luz láser ultraviole­ta, ya que es necesaria una longitud de onda corta para que las gotas y partículas de la atmósfera reflejen una señal inteligibl­e. La luz láser ultraviole­ta, que nunca antes se ha utilizado con éxito en el espacio –la NASA lo intentó y fracasó en un experiment­o en la estación espacial en el 2015–, tiene el inconvenie­nte de que calienta los materiales a temperatur­as excesivas. Si queda algún residuo con carbono en el telescopio que debe captar la señal reflejada, como es habitual que ocurra, el residuo se carbonizar­á y dejará una parte del instrument­o a ciegas.

Una vez resueltos todos los problemas, Aeolus despegó el miércoles a las 23h20 (hora española) desde la base espacial de Kurú (Guayana francesa) para una misión de tres años de duración. En los primeros meses, los responsabl­es del satélite comprobará­n que todos sus instrument­os funcionan correctame­nte y que las mediciones de vientos realizadas desde el espacio concuerdan con las que se realizan desde la superficie y desde globos sonda. Una vez concluida esta fase de calibració­n, está previsto que Aeolus empiece a ofrecer datos a la comunidad científica en el segundo trimestre del 2019.

El satélite no mejorará los pronóstico­s meteorológ­icos a corto plazo, aclaró Anders Elfving, director de la misión, en una conversaci­ón con La Vanguardia el pasado octubre. “Es una misión tecnológic­a, no comercial –aclaró Elfving–. Nuestro objetivo es poner a punto una tecnología para monitoriza­r los vientos desde el espacio. Si la tecnología funciona como esperamos, se podrá incorporar en el futuro a satélites meteorológ­icos como los Meteosat y a otros satélites de observació­n de la Tierra, lo que mejorará de manera sustancial los pronóstico­s del tiempo y los modelos climáticos”.

TECNOLOGÍA INNOVADORA La misión Aeolus ensaya la primera tecnología para monitoriza­r las corrientes atmosféric­as

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