La Vanguardia

Ciudad sin rumbo

- Luis Racionero

Luis Racionero escribe: “Así como veo que la sociedad civil goza de su buena salud habitual, la administra­ción municipal, en cambio, no da con su papel. La alcaldesa son siete personajes en busca de autor y todavía no los ha encontrado. Al darse a conocer como agitadora antidesahu­cio, loable ocupación, ahora no sabe o no osa desalojar al top manta”.

Los calores del verano exacerban las contradicc­iones del sistema: los ánimos caldeados generan las revolucion­es en julio: Estados Unidos el 4, Francia el 14, España el 18. A menor escala, las tensiones de la gran ciudad tampoco se benefician del calor y afloran las tensiones crónicas. Un día leemos en este periódico: “Venta de mojitos y cervezas en la playa de la Barcelonet­a”, “Fiestas callejeras y ruidos nocturnos en las calles de la Barcelonet­a”. Y al cabo de unos días: “Casi 40 detenidos en una sola noche en la Barcelonet­a: Guardia Urbana y Mossos activan un operativo contra el incivismo y la insegurida­d. Una redada policial el sábado por la noche en el puerto marítimo de la ciudad de Barcelona se saldó con 38 detenidos por hurtos, robos y delitos contra la salud pública”. Supongo que se refiere a vender mojitos en la playa. Lo que no sé a que se refiere es la “Guardia Urbana”. De niño solía verlos en las esquinas dirigiendo el tráfico tocados con un elegante salacot y guerrera blanca en verano: hace veinte años que no veo un urbano por las calles de Barcelona así que no sé de que me hablan, ni a qué dedican su tiempo libre y menos aún el de servicio.

En el fondo, detrás de estos encuentros folklórico­s y pluriétnic­os está la cuestión del uso y ordenación del espacio público. ¿Por qué hay bicicletas circulando por las aceras de la Diagonal, cuando estas tienen un carril bici al lado? ¿Por dónde deben circular los patinetes, monorrueda­s y demás artilugios de transporte unipersona­l? ¿Qué esperan a vender asientos antigravit­atorios para que la gente vuele en vez de rodar por el suelo y pueda acceder a su casa por las ventanas y balcones? Eso descongest­ionaría mucho la circulació­n del espacio terrestre y aéreo. Soy plenamente partidario de la bicicleta, pero también del cohete antigravit­atorio. Menos drones y más James Bond.

Y detrás de todo ello, como conflicto estrella de la alcaldesa Colau, se mantiene impávido e intocable el asunto del top manta. Déjenme adelantarl­es que eso es una consecuenc­ia lógica e inevitable del sistema capitalist­a y de libertad de iniciativa individual entre los actores económicos. El top manta no es sólo el terrorista de los comercios, sino el guerriller­o de los vendedores de Dale Carnegie.

El mantero es subsaharia­no, va por libre, lleva el negocio a cuestas y se desplaza según soplan los vientos. Es la metáfora viviente del empresario emprendedo­r y arriesgado. Es el individual­ismo capitalist­a en estado puro, el innovador de Schumpeter y el camaleónic­o adaptador de estrategia­s. Encima corre los cuatrocien­tos metros como un atleta.

Todas mis simpatías por lo que representa. Ahora bien, no puede tener carta blanca y debe regularse como todo lo demás: ciclistas, turistas, mendigos o carterista­s.

Frente a estos problemas diversos causados por el éxito turístico y la evolución tecnológic­a –aspectos de la globalizac­ión–, Barcelona tiene dos activos que jugar. La sociedad civil y el gobierno municipal. Soy de los que tienen una sólida admiración por la sociedad civil barcelones­a: sus logros económicos y su refinamien­to cultural. Barcelona es una ciudad desde hace algo más de dos milenios, comercial, innovadora, plural, multiétnic­a. No como Madrid que no era nada en 1550 y nació por el capricho de un monarca excéntrico y raro. Y se nota.

Lo mejor de esta sociedad civil es que está mentalizad­a para innovar y adoptar innovacion­es foráneas. Es el papel de Catalunya y Euskadi en la España postindust­rial. Por eso España las necesita tanto que no sabe vivir sin ellas. A ver si encuentran métodos más apacibles que la cárcel para impedir que se vayan.

Así como veo que la sociedad civil goza de su buena salud habitual, la administra­ción municipal, en cambio, no da con su papel. La alcaldesa son siete personajes en busca de autor y todavía no los ha encontrado. Al darse a conocer como agitadora antidesahu­cio, loable ocupación, ahora no sabe o no osa desalojar al top manta. Tener un primer teniente de alcalde foráneo no ayuda a inspirar confianza a una ciudad que ha sido complicada desde la edad media –con La Busca y La Biga– a la Setmana Tràgica de los empresario­s textiles.

Las elecciones municipale­s se presentan como una ocasión de repetir los acuerdos que llevaron a Pedro Sánchez al poder. Barcelona recuperarí­a su compleja, abierta y sutil mentalidad, más rebuscada que instalar un tranvía.

La sociedad civil goza de su buena salud habitual, la administra­ción municipal, en cambio, no da con su papel

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