La Vanguardia

Buenas perspectiv­as

Asentado y sin terremotos a la vista, el técnico dispone de una plantilla más versátil

- JOAN JOSEP PALLÀS

En su segunda temporada como entrenador del Barcelona, Ernesto Valverde podrá trabajar sobre terreno firme, con la tranquilid­ad de conocer bien la casa y habiendo corregido los déficits de la anterior plantilla con cuatro fichajes que multiplica­n las opciones tácticas.

¿Qué habría pasado si Neymar hubiera seguido en el Barça la temporada pasada? Es probable que Ernesto Valverde se lo siga preguntand­o de vez en cuando recordando aquella mina que le estalló en las narices acabado de aterrizar en el banquillo del Camp Nou, como si semejante empresa no fuera ya suficiente­mente compleja. Pasado un año y recapacita­ndo sobre lo sucedido, es obvio que la huida del brasileño, mezclada con la derrota estival ante el Madrid en la Supercopa española, condicionó la pizarra del entrenador, por obligación más conservado­ra de lo esperado, porque recomponer el dibujo y tapar las fugas de agua se convirtió en prioritari­o. Con el paso de los meses y amurallado el cuartel, Valverde fue enseñando progresiva­mente su sello personal, saliendo airoso con un doblete de Liga y Copa sólo empañado por la eliminació­n europea en Roma, demasiado dolorosa. En su segunda temporada al frente de la nave, no se otean sobresalto­s de envergadur­a en el horizonte (Rakitic resiste de momento los cantos de sirena del PSG), así que Ernesto Valverde podrá trabajar sobre terreno firme, con la tranquilid­ad que concede conocer la casa y habiendo corregido los déficits de la anterior plantilla con cuatro fichajes que multiplica­n las opciones tácticas. Aunque no le hace gracia porque es una competició­n corta y con demasiados factores incontrola­bles, el extremeño tiene asumido que la Champions es el gran desafío. Eso transmite el club desde dentro, si se habla con el presidente Bartomeu, o desde fuera, si se escucha a tipos relevantes como el excapitán Puyol. Los jugadores también tienen ganas de resarcirse. Sólo hace falta repasar el primer discurso de Messi con el brazalete puesto.

Valverde no concibe la temporada por partes sino como un todo. Considera que sólo siendo regular en la Liga su equipo será capaz de triunfar en Europa. Su obsesión es que, sea cual sea el dibujo táctico, los jugadores lo interprete­n juntos, todo un desafío porque Valverde en esencia es un entrenador cuya ortodoxia es la heterodoxi­a.

La plantilla actual permitirá a Valverde desplegar todo tipo de sistemas. En los dos partidos oficiales disputados hasta ahora ya se le ha visto con más ganas de intervenir. Recuperada la confianza en Dembélé, cuyas lesiones y lentitud en adaptarse también fueron un problema el curso pasado, el 4-3-3 vuelve a ser considerad­o el punto de partida, una mirada atrás muy aplaudida por el entorno más purista. Pero Valverde no se aferrará a ningún sistema e irá moldeándol­o en función de las necesidade­s, los efectivos con los que cuente y la entidad de los rivales. El 4-3-3 puede incluso ser mucho más marcado si en los extremos se sitúan el mencionado Dembélé y Malcom, y el 4-4-2 en el que tan cómodos llegaron a sentirse el técnico y la plantilla puede regresar en cualquier momento. Hay excedente de centrocamp­istas, con un abanico estilístic­o que va del pasador Arthur al llegador Arturo Vidal. La elección como interior de Coutinho, un jugador con perfil de enganche y alma de delantero, describe la trayectori­a de Valverde hacia un esquema menos ancho y más afilado, más atrevido en definitiva respecto a su primera temporada.

Hombre de club por encima de todo, Valverde siempre acaba aceptando algún gol inesperado procedente de las alturas, como el fichaje de Yerry Mina que gestionó sin demasiadas ganas de disimular. Habrá que ver qué ocurre en este sentido con Malcom, un elemento que al parecer tampoco pidió expresamen­te, o con Arturo Vidal, una pieza de prestigio que sirvió para consolarle tras perder a Paulinho, futbolista que satisface todo lo que hay de heterodoxo en Valverde.

Apreciado en el vestuario por su carácter sencillo, su manera sincera y poco barroca de transmitir sus mensajes y por preparar bien los partidos junto a sus colaborado­res, Valverde peca de previsible por su excesivo respeto a las vacas sagradas, sensación confirmada cuando puso a Luis Suárez y Ter Stegen como titulares en la Supercopa con pocos entrenamie­ntos.

He aquí la clave de la temporada: el manejo de los egos deberá ser conciliado con el reparto de minutos. Roma dejó lecciones. Una de las más claras fue esa.

LA ADAPTACIÓN

La temporada pasada, el caso Neymar le estalló aterrizand­o y condicionó todo su planteamie­nto

EL DESAFÍO

El plantel es variado y le permite ser ortodoxo o no en función de los rivales; la Champions es el reto

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MANU FERNÁNDEZ / AP Ernesto Valverde observa desde la banda el partido Barça-Alavés del pasado sábado
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