Trump anticipa una catástrofe si el Congreso inicia su destitución
El presidente defiende que colaborar con la justicia “casi debería ser ilegal”
O yo o el caos, advirtió ayer Donald Trump, interrogado sobre la posibilidad de que el Congreso inicie los trámites para apartarle de la presidencia si los demócratas recuperan el control en las elecciones intermedias de noviembre.
“No veo cómo vas a destituir a alguien que ha hecho un trabajo tan bueno como yo, pero si en algún momento soy destituido, creo que los mercados colapsarían. Todo el mundo sería muy pobre”, aseguró, enfático, en una entrevista con su programa favorito, Fox & Friends, grabada junto a la Rosaleda de la Casa Blanca. “Porque sin esta mente –dijo señalándose a la sien– veríamos números que nunca imaginarías, pero al revés”, aseveró.
Catastrofismos y narcisismos aparte, Trump se explayó a fondo contra su exabogado y viejo amigo Michael Cohen, que ha llegado a un acuerdo con la Fiscalía para inculparse y rebajar su pena de cárcel. Ante un juez y bajo juramento, Cohen acusó el martes al presidente de ordenarle hacer pagos a dos mujeres que constituirían un delito de contribución ilegal a su campaña electoral. El presidente aseguró en la entrevista que sólo supo después, a posteriori, que se habían firmado esos acuerdos en su nombre y que se preocupó de abonar la factura de su bolsillo (280.000 dólares en total) y no de los fondos de campaña. Esto, a su juicio, hace que no sean ilegales (los fiscales no lo ven así).
Colaborar con la justicia para obtener una rebaja de la pena de cárcel “es algo que debería ser casi ilegal”, defendió, porque cualquiera puede inventarse cualquier cosa, sentenció el presidente en su último ataque al sistema de justicia de Estados Unidos, que indignó a sus especialistas en Derecho.
Acorralado por la debacle judicial de dos de sus excolaboradores, Trump lanzó después uno de los ataques más directos y humillantes que se le recuerdan contra el fiscal general, Jeff Sessions, por haberse inhibido de la investigación del fiscal especial, Robert Mueller, sobre el Rusiagate. “Acepta el puesto y luego dijo que se inhibía. ¿Qué tipo de hombre hace eso?”, se preguntó retóricamente de su ministro de Justicia. “Me lo tendría que haber dicho antes de nombrarlo”, porque si eligió al exsenador de Alabama, aclaró, fue por “su lealtad”. “Nombré un fiscal general que nunca ha tomado el control del Departamento de Justicia, increíble”, lamentó.
Al inhibirse del caso alegando que había estado implicado en la campaña electoral, Sessions no tiene capacidad para limitarla las acciones ni para despedir a Mueller, algo que Trump ha sopesado hacer.
Aunque acostumbrado a ser apaleado en público por el presidente, Sessions reaccionó ayer con breve pero contundente comunicado en el que advierte que no se dejará intimidar. “Mientras yo sea fiscal general, las acciones del Departamento de Justicia no se verán indebidamente influidas por consideraciones políticas”, respondió Sessions, el primer senador que respaldó a Trump cuando se presentó a las primarias del partido republicano. “Tomé el control del Departamento de Justicia el día que juré mi cargo, por eso hemos tenido tanto éxito llevando a cabo la agenda del presidente”, aseveró.
La permanencia de Sessions después de las elecciones de noviembre no está asegurada, según el senador republicano Lindsey Graham. Trump podría sustituirlo “probablemente” tras las midterm. “El presidente tiene derecho a tener un fiscal general en el que tenga confianza, alguien calificado para el trabajo”, argumentó Graham, un senador de Carolina del Sur que ha hecho el viaje inverso a Sessions, de crítico a confidente de Trump. No le sobran. Al presidente acaba de traicionarle otro amigo: el magnate de los medios David Pecker, editor del National Enquirer; según The Wall Street Journal, ha obtenido inmunidad a cambio de colaborar con la investigación judicial.
Sessions: “Mientras yo sea fiscal general, el Departamento de Justicia no se verá influido por la política”