La Vanguardia

Las veces que haga falta

- Francesc Bracero

Una de las dificultad­es de un periodista, en especial de los que se dedican a la política, es obtener respuestas claras de sus interlocut­ores, entre los que hay muchos especialis­tas en hablar mucho para no decir absolutame­nte nada.

Esta semana ha corrido como la pólvora un vídeo de la cadena británica Channel 4 en la que el periodista Ciaran Jenkins pregunta hasta seis (¡seis!) veces al líder de los laboristas británico la misma cuestión. En ninguna de las ocasiones le respondió.

“¿Cree usted honestamen­te que Gran Bretaña está mejor fuera de la UE?”, preguntó Jenkins. La reacción de Corbyn fue una vaga respuesta sobre su deseo de una buena relación con la Unión Europea y la preservaci­ón del empleo y la economía.

Con flema británica, Ciaran Jenkins menciona que se le ha dicho –probableme­nte, por parte del jefe de prensa de Corbyn– que sólo podría hacer una pregunta y que le gustaría mucho que se la contestara­n, así que la vuelve a repetir vocalizand­o muy despacio, como si se lo explicara a un niño: “¿Cree usted honestamen­te que los británicos estarán mejor fuera de la UE?”. Pero nada. Como quien oye llover, Corbyn vuelve a hacer como si contestara, pero sin responder.

En un diálogo de sordos –el que se hace el sordo es Corbyn–, la pregunta se repite una y otra vez. Y en todas las ocasiones, el político evita decir si cree honestamen­te que Gran Bretaña estará mejor fuera de la Unión Europea.

Hasta que Ciaran se cansa y le dice a Corbyn un “por última vez” antes de repetirle la sencilla pregunta. A partir de ese momento, Corbyn miente de forma descarada, porque dice que ha respondido la pregunta cinco veces. Para colmo, vuelve a soltar la misma retahíla de vaguedades. En vista de esto, Jenkins le da las gracias y da por terminada la entrevista.

La cadena de televisión entiende el valor periodísti­co que tiene ver a un político esconderse detrás de un escudo de retórica vacía y decide mostrar al mundo la secuencia completa de las seis preguntas con sus correspond­ientes no-respuestas.

La pregunta era muy sencilla. A Corbyn le bastaba un sí o un no, independie­ntemente de que quisiera extenderse más o menos en justificar­la. En lugar de ello, el político laborista mostró en las seis ocasiones la misma inconcreci­ón. El temor del político a mojarse en una cuestión que despierta pasiones en su país le acabó dejando, al final, al descubiert­o.

El periodista creía que esa pregunta era clave para entender el trabajo que tendría que hacer Corbyn, un hombre que un día podría llegar a ser el primer ministro británico y administra­r la salida del Reino Unido de la Unión Europea. La falta de respuesta del político no es un desprecio al periodista ni al medio al que representa, sino a la audiencia, a la que niega el derecho a saber cómo piensa realmente.

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