Las veces que haga falta
Una de las dificultades de un periodista, en especial de los que se dedican a la política, es obtener respuestas claras de sus interlocutores, entre los que hay muchos especialistas en hablar mucho para no decir absolutamente nada.
Esta semana ha corrido como la pólvora un vídeo de la cadena británica Channel 4 en la que el periodista Ciaran Jenkins pregunta hasta seis (¡seis!) veces al líder de los laboristas británico la misma cuestión. En ninguna de las ocasiones le respondió.
“¿Cree usted honestamente que Gran Bretaña está mejor fuera de la UE?”, preguntó Jenkins. La reacción de Corbyn fue una vaga respuesta sobre su deseo de una buena relación con la Unión Europea y la preservación del empleo y la economía.
Con flema británica, Ciaran Jenkins menciona que se le ha dicho –probablemente, por parte del jefe de prensa de Corbyn– que sólo podría hacer una pregunta y que le gustaría mucho que se la contestaran, así que la vuelve a repetir vocalizando muy despacio, como si se lo explicara a un niño: “¿Cree usted honestamente que los británicos estarán mejor fuera de la UE?”. Pero nada. Como quien oye llover, Corbyn vuelve a hacer como si contestara, pero sin responder.
En un diálogo de sordos –el que se hace el sordo es Corbyn–, la pregunta se repite una y otra vez. Y en todas las ocasiones, el político evita decir si cree honestamente que Gran Bretaña estará mejor fuera de la Unión Europea.
Hasta que Ciaran se cansa y le dice a Corbyn un “por última vez” antes de repetirle la sencilla pregunta. A partir de ese momento, Corbyn miente de forma descarada, porque dice que ha respondido la pregunta cinco veces. Para colmo, vuelve a soltar la misma retahíla de vaguedades. En vista de esto, Jenkins le da las gracias y da por terminada la entrevista.
La cadena de televisión entiende el valor periodístico que tiene ver a un político esconderse detrás de un escudo de retórica vacía y decide mostrar al mundo la secuencia completa de las seis preguntas con sus correspondientes no-respuestas.
La pregunta era muy sencilla. A Corbyn le bastaba un sí o un no, independientemente de que quisiera extenderse más o menos en justificarla. En lugar de ello, el político laborista mostró en las seis ocasiones la misma inconcreción. El temor del político a mojarse en una cuestión que despierta pasiones en su país le acabó dejando, al final, al descubierto.
El periodista creía que esa pregunta era clave para entender el trabajo que tendría que hacer Corbyn, un hombre que un día podría llegar a ser el primer ministro británico y administrar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. La falta de respuesta del político no es un desprecio al periodista ni al medio al que representa, sino a la audiencia, a la que niega el derecho a saber cómo piensa realmente.