‘Rodin’, la vida de un genio obsesivo
Vincent Lindon interpreta a Auguste Rodin en la película sobre el artista, que se estrena hoy
En el París de 1880, Auguste Rodin, el padre de la escultura moderna, recibe un encargo del Estado: la Puerta al Infierno de Dante. Una obra con mayúsculas que requiere las manos y la pasión por el trabajo de un genio como él.
Es sabido que –como todo genio– Rodin no era una persona que se caracterizara por su equilibrio, y es precisamente esta cuestión el nudo argumental de Rodin, la última película de Jacques Doillon que se estrena hoy. En ella, se nos muestra un Rodin obsesivo, manipulador, con una fijación por lo erótico, increíblemente talentoso y, sin embargo, cobarde e influenciable.
Encarnado por el actor Vincent Lindon, quien se documentó extensamente sobre la vida del artista y además tomó clases diarias de escultura durante meses, el espectador sentirá una mezcla de rabia, admiración y compasión por este personaje. Rodin llevó una vida personal tormentosa, principalmente debido al extenso número de affaires que tuvo con sus estudiantes y modelos, entre las cuales la famosa Camille Claudet, interpretada aquí por Izïa Higelin.
El periodo de la vida de Rodin que atraviesa la película está marcado por el romance con Camille, quien como aprendiz se sintió deslumbrada por él, pero que se desilusionó con el paso de los años tras oír repetidamente promesas vacías, como que su amado terminaría la relación con su compañera de siempre, Rose Beuret. Camille y Rodin encontraron puntos de fricción en lo profesional y en lo sentimental, hasta que su relación explotó en una guerra de egos envuelta de admiración mutua y pasión.
Siempre desde la perspectiva de Doillon, en esos años Rodin trabajó casi obsesivamente en la escultura de Honoré de Balzac. Encargada por la Sociedad de Hombres de Letras, no fue aprobada en cuanto el artista presentó a un Balzac desnudo, achaparrado y con mal aspecto. En la película, Rodin responde al rechazo: “No quiero gustar, quiero ser auténtico”; sin embargo, más tarde tapará al barrigudo con una bata. Hoy en día, el Monumento a Balzac es una de sus obras más celebradas.
Retando constantemente los cánones de la escultura clásica, pero con una profunda admiración por Miguel Ángel, la película de Doillon muestra cómo Rodin participó en transformar esta disciplina, trayendo auténtica vida a los cuerpos y a los bustos que esculpía durante horas en su taller sin apenas dormir ni
La película enmarca los años de romance con Camille Claudet y el trabajo en la escultura de Balzac
comer. Además, fue un artista que dio gran importancia a la mujer y su sexualidad, con una obsesión por el cuerpo femenino que rozaba lo enfermizo.
Con una ambientación sencilla pero cuidada, las dos horas de largometraje pueden llegar a hacerse lentas, al haber gran cantidad de escenas en las que solamente se ve a Rodin trabajando. Sin embargo, resultan necesarias para comprender su fijación por el arte, cuando, amasando la arcilla que tiene entre las manos, entra en una especie de trance: la mirada fija, la respiración acelerada... Y Vincent Lindon, que logra captar exactamente la esencia del genio.