La arcilla de la pasión
Rodin
Dirección: Jacques Doillon Intérpretes: Vincent Lindon, Izïa Higelin, Séverine Caneele, Bernard Verley
Producción: Francia, 2017 Duración: 119 minutos. Biográfica.
Hará cosa de quince años, en un capítulo de El club del añorado canal digital Cineclassics dedicado a La maman et la putain, el invitado Jean Douchet, sumo pontífice de la crítica, afirmaba que los tres cineastas franceses esenciales de los años setenta fueron Jean Eustache, autor de la cinta analizada, Maurice Pialat y Jacques Doillon. Eustache falleció prematuramente (por suicidio) en 1981; Pialat, en el 2003, pero Doillon, realizador de una amplia filmografía en gran parte ignorada por los circuitos españoles, sigue activo (y febril) a sus 74 años cumplidos. Su último trabajo, Rodin, centra su mirada en una etapa ya avanzada en la carrera del célebre escultor, dividiendo el interés entre su obstinada labor creativa (con una estatua de Balzac como meta que se le resiste) y sus relaciones tormentosas con Camille Claudel, que es donde estalla el cineasta visceral, temperamental que hay en Doillon y que ya se manifestó de igual modo en su anterior título, Mis escenas de lucha. Rodada con fluidez y predilección por los planos generales largos, exquisitamente ambientada, es una obra rigurosa y exigente, y muy pasional y sensible bajo su aparente frialdad. La pulsión amorosa se detecta en la manera en que el artista acaricia su arcilla o las ramas de un árbol; o en esa bellísima escena en que Rodin y Camille palpan una pequeña estatua a la luz de una vela, cuyas sombras y reflejos parecen inyectarle vida. Subyace una penetrante reflexión sobre el arte y su relación con la vida en Rodin, que desde luego no es un biopic al uso, sino algo más profundo y emotivo. /