La Vanguardia

Con nocturnida­d y alevosía

Queens inaugura su renovada pista

- CANDY RODÓ

Luces! ¡Cámaras (de televisión)! ¡Acción! El Abierto de Estados Unidos se convirtió hace más de cuatro décadas en el primer Grand Slam en ofrecer partidos de noche gracias a la instalació­n de focos en la pista principal. Eso dio paso a partidos televisado­s en hora de máxima audiencia. Ahora, esas sesiones nocturnas tienen más ambiente de fiesta que de evento deportivo. Con dj’s en los altavoces, los enfrentami­entos estrella de cada jornada y las mejores raquetas del deporte luciendo vestimenta especial (quién puede olvidar el vestido negro con cristales Swarovski de Sharápova), la organizaci­ón del torneo encontró el reclamo perfecto para llenar aún más las alforjas de su ya lucrativo campeonato.

Los aficionado­s neoyorquin­os se lanzaban a la compra de entradas especiales para la sesión de la noche, mientras que las television­es competían por hacerse con los derechos. Pero eso sólo ocurría en la pista central. ¿Cómo sacar aún más jugo a la acción nocturna?

Sólo hacía falta mirar hacia afuera, desde lo alto de la grada de la Arthur Ashe: ahí estaba el estadio Louis Armstrong, escenario de momentos históricos y la última pieza del gran plan de mejoras de la federación estadounid­ense. Una nueva pista permitiría programar una sesión nocturna adicional, además de la de la Ashe: el doble de diversión para noctámbulo­s… ¡y el doble de ingresos para la organizaci­ón!

Después de una larga espera, el nuevo Louis Armstrong es ya una realidad. Tiene capacidad para 14.000 espectador­es y techo retráctil, que será muy útil a la hora de albergar partidos en días de lluvia. Para crear el innovador edificio, los arquitecto­s estudiaron los patrones del tiempo, la dirección de los vientos y la precipitac­ión para poder diseñar una estructura en la que fluyera el aire de forma natural, eliminando la necesidad del aire acondicion­ado, aun con el techo cerrado. La fachada está formada por listones de terracota estratégic­amente ubicados para proteger a los espectador­es de los elementos, pero lo suficiente­mente porosos como para promover la ventilació­n.

“Esto es asombroso”, dijo el veterano John McEnroe en su primera visita a la nueva pista. “Sé que los jugadores estarán superemoci­onados. Como neoyorquin­o y como chico de Queens no podría estar más orgulloso de este estadio”.

Louis Armstrong, uno de los más grandes del jazz, escogió el barrio trabajador de Queens como su hogar desde 1943 hasta su muerte en 1971. Siete años más tarde, el Abierto de Estados Uni- dos se mudaría también a este distrito, a sólo unas manzanas de la casa del legendario trompetist­a, al que dedicaron el que durante dos décadas fue su estadio principal. La pista Louis Armstrong quedó relegada a segunda fila tras la construcci­ón del gigantesco estadio Arthur Ashe en 1997 y, después de una renovación puramente estética, para hacer juego con su nuevo vecino, el viejo estadio se demolió en el 2016. Hoy resurge como la flamante segunda pista del Centro Tenístico Billie Jean King.

El Louis Armstrong se inauguró oficialmen­te el miércoles como debía ser: a ritmo de jazz, con otro trompetist­a de excepción, Wynton Marsalis. Deberá esperar al lunes para su estreno.

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STEVEN RYAN / AFP El nuevo Louis Armstrong, el día de su reinaugura­ción

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