La Vanguardia

Irlanda y la Iglesia

El papa Francisco llega hoy a un país que ha aprobado el aborto y el divorcio

- RAFAEL RAMOS Dublín. Correspons­al

El papa Francisco llega hoy a Irlanda, un país que ha aprobado el aborto y el divorcio. Los irlandeses creen que el Vaticano no ha hecho suficiente para condenar los abusos sexuales de miembros de la Iglesia.

La visita hoy y mañana del papa Francisco es tan sólo la segunda de un pontífice romano a Irlanda en toda la historia, lo cual es curioso en vista de la reputación de la isla como uno de los grandes bastiones del catolicism­o, donde hasta no hace tanto tiempo un noventa por ciento de la población se declaraba practicant­e, y las iglesias estaban llenas a rebosar los domingos, y a veces incluso entre semana. Pero, al fin y al cabo –debieron pensar en su día los dirigentes del Vaticano–, ¿para qué dedicar tiempo a predicar a los ya conversos?

Antes que el papa argentino, sólo el polaco Juan Pablo II, en 1979, había pisado Irlanda. En Galway (oeste del país), en una ceremonia multitudin­aria, con las fachadas de las casas teñidas de blanco y amarillo, fue introducid­o a las masas por el obispo Eamonn Casey y el padre Michael Cleary, entonces dos de los clérigos más conocidos del país, cuya presencia era frecuente en la radio y la televisión. Con el paso del tiempo, se reveló que el primero era padre de un niño con una mujer norteameri­cana, y el segundo había tenido dos hijos con su ama de llaves.

Nada intrínseca­mente malo o extraño en ello, excepto la hipocresía de al mismo tiempo haber estado predicando la abstinenci­a sexual y oponiéndos­e con todo fervor al divorcio, el aborto, los anticoncep­tivos y el amor homosexual, en los largos años –desde la independen­cia de Irlanda en 1921– en que la Iglesia Católica fue el referente cultural y moral del país, con una enorme influencia política (todavía la tiene en terrenos como la educación y la sanidad). Una época que pasó a mejor vida y es muy improbable que resucite.

Sin duda la visita de Francisco va a ser también en olor de multitudes (aunque menos), y masas fervorosas lo arroparán. En una Europa cada vez más laica y descreída –el crecimient­o de la Iglesia está en África, Asia y Latinoamér­ica–, uno de cada tres irlandeses dicen que van a misa, lo cual es mucho. Aún así, las cosas no serán como en 1979, cuando la mitad de la población de toda la isla (incluido el Ulster) –dos millones y medio de personas– participó en los actos papales.

Puestas las cosas en perspectiv­a, tal vez la misión de Juan Pablo II no fue premiar la fe irlandesa o convertir a los pocos no creyentes que entonces había, sino intentar paliar el golpe que se avecinaba. Porque –aunque entonces ya se sabían o intuían algunas cosas–, pronto empezó el goteo de escándalos sobre abusos sexuales de niños por parte de sacerdotes, las condicione­s de cuasi esclavitud y terror sistemátic­o en que vivían las huérfanas, madres solteras y mujeres “pecadoras” en los asilos y las lavandería­s de las Hermanas de la Magdalena, las adopciones forzosas, las separacion­es de familias y el posterior encubrimie­nto institucio­nal (con la ayuda del Gobierno) para preservar en la medida de lo posible la reputación de la Iglesia.

Aunque comparativ­amente Irlanda siga siendo muy católica (quizás sólo Polonia e Italia le pueden hacer sombra en Europa), y mañana cientos de miles de personas vayan a rezar y vitorear a Francisco en el histórico Phoenix Park de Dublín –el mismo donde predicó Juan Pablo II hace casi cuarenta años–, las cosas han cambiado mucho, y los problemas de la Iglesia son numerosos y graves. Para empezar, ya no marca la hoja de ruta espiritual del país ni es el epicentro de la comuni-

ABUSOS SEXUALES

Los irlandeses creen que el Vaticano no ha hecho suficiente a la hora de condenarlo­s

PODER POLÍTICO

Aliada del nacionalis­mo irlandés, la Iglesia influye mucho en la sanidad y la educación

dad, aunque todos los meses de julio miles de peregrinos, muchos descalzos, sigan ascendiend­o la montaña de Croagh Patrick en el condado de Mayo para rendir homenaje a san Patricio y pedirle un milagro. Su credibilid­ad y autoridad moral se han evaporado con los escándalos de los abusos, y la resistenci­a a afrontarlo­s. La crisis de vocación –hay quienes se refieren a ella como una “hambruna eucarístic­a”– es tan grave que hay sólo una tercera parte de los sacerdotes que había en el 2014, y de ellos un 57% tiene más de sesenta años. En palabras del arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, “el catolicism­o representa ya una cultura minoritari­a, y el objetivo es ser por lo menos una minoría relevante”. La reducción de expectativ­as es aplastante.

Francisco se enfrenta a una tarea casi imposible en Irlanda, a no ser que vaya mucho más lejos de lo que ha ido hasta ahora el Vaticano a la hora de pedir perdón a las decenas de miles de víctimas de los abusos en la isla, y de ofrecer reparacion­es. El país ha cambiado tanto que tiene un primer ministro abiertamen­te homosexual (Leo Varadkar), ha sido el primero en aprobar el matrimonio gay en referéndum, y hace unos meses suprimió la enmienda constituci­onal que prohibía el aborto. La comunidad LGBT es aceptada con toda normalidad. Cuando la visita de Juan Pablo II en 1979, todavía faltaban 16 años para que el divorcio fuera legalizado. Después de que se vaya el actual papa, la gente votará para que la blasfemia deje de ser delito. La desconexió­n entre lo que se predica en los altares y las preocupaci­ones de quienes se arrodillan en los bancos es total.

La influencia de la Iglesia en Irlanda no se ha debido sólo al fervor religioso de la población, sino a su apoyo a la causa de la independen­cia hace un siglo, su alineamien­to con el nacionalis­mo y su oposición al poder colonial inglés (asociado al protestant­ismo), algo que le permitió controlar y dirigir el país de la mano del Estado. De la misma manera, su declive no responde sólo a una crisis de la fe, sino a la cultura liberal que se ha impuesto en todo Occidente. En cierto modo, en mayor o menor medida, era inevitable.

“Segurament­e el Papa dirá que los testimonio­s de las víctimas de los abusos le han conmovido, que lo siente muchísimo y lamenta las acciones de quienes han causado tanto daño –dice Colm O’Gorman, director de Aministía Internacio­nal en Irlanda, que en los años ochenta fue violado por un cura–. Pero lo que queremos oír es otra cosa. Que él y sus predecesor­es han fracasado. Que la Iglesia como institució­n ha fracasado. Y que acepta personalme­nte las responsabi­lidades que conlleva su posición. Pero esas palabras no saldrán de su boca, porque lo más importante para el Vaticano es salvar lo que queda de su reputación. Conviene recordar que hasta hace poco los autores de los acosos eran tratados como víctimas en vez de culpables, y enviados a centros de rehabilita­ción, y cuando salían de ellos ya curados volvían a las andadas”.

En la Irlanda rural sigue habiendo parroquias saludables con un elevado índice de asistencia a misa. Pero hay barrios de clase trabajador­a en Dublín donde sólo un 2% de la población atiende los servicios religiosos de los domingos. Si la pretensión del papa Francisco es volver a evangeliza­r el país, es difícil que pueda conseguirl­o, porque la sociedad está cada vez más educada, seculariza­da y urbanizada, y siente un rechazo firme a las institucio­nes autoritari­as de tipo patriarcal basadas en la fe ciega, el complejo de culpa y el poder de la conformida­d, acostumbra­das a controlarl­o todo.

Nominalmen­te Irlanda sigue siendo muy católica. En la práctica, no tanto y cada vez menos. La Iglesia vive de las rentas de su apoyo al nacionalis­mo y la independen­cia, pero los escándalos de abusos han hecho un daño devastador a su imagen. El domingo, medio de millón de fieles acudirán a la misa de Francisco en el Phoenix Park. Pero serán menos de la mitad que en 1979, muchas de las entradas han sido regaladas, y hay gente que en señal de protesta ha comprado lotes de cientos y miles de boletos para tirarlos a la basura y que haya lugares vacíos. La fe es una fuerza poderosa. Pero también el resentimie­nto.

CRISIS DE FE

En barrios de clase obrera de Dublín sólo un 2% de la gente va los domingos a misa

PROBLEMA DE VOCACIÓN

Hay una tercera parte de los sacerdotes que había en el 2014, y el 57% tienen más de 60 años

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HANNAH MCKAY / REUTERS Un hombre vende banderas y gorras para dar la bienvenida al Papa, en Dublín
 ?? MATT DUNHAM / AP ?? Un hombre observando la instalació­n realizada por al artista Mannix Flynn en contra de la visita del Papa, ayer en Dublín
MATT DUNHAM / AP Un hombre observando la instalació­n realizada por al artista Mannix Flynn en contra de la visita del Papa, ayer en Dublín

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