La Vanguardia

El lazo amarillo: un símbolo global con muchos significad­os más allá de los presos.

La libertad de expresión ampara poner y quitar símbolos en la calle, pero el espacio público ha de usarse con sensatez

- MAITE GUTIÉRREZ

La polémica alrededor de los lazos amarillos es la última expresión de la división política que vive Catalunya. En la calle y en las institucio­nes, ambos bandos, partidario­s y detractore­s, apelan a la libertad para defender sus acciones en la calle, mientras la controvers­ia aumenta hasta el punto de tener que tratar el tema en la Junta de Seguridad que se celebrará en dos semanas.

Que el espacio público pertenece a todos y es una vía de reivindica­ción y cruce de ideas está asumido. Las pintadas y demás manifestac­iones políticas en la calle han existido siempre con mayor o menor intensidad.

La visión polémica de los lazos “está relacionad­o con la coyuntura política actual, donde los políticos han situado como tema prioritari­o la afirmación de una identidad: catalana o española”, subraya Salvador Martí, profesor de Ciencia política en la Universita­t de Girona e investigad­or del Cidob.

El debate identitari­o tiene una gran carga emotiva y potencial de movilizaci­ón, continúa Martí, de modo que da “poco espacio a los matices”. “Esto puede ser problemáti­co en una sociedad como la catalana, muy plural. Hay muchos pueblos, no sólo uno”.

Los incidentes en la calle han sido menores de momento, pero han existido. Algunos ciudadanos se han peleado cuando un grupo ha intentado poner o retirar lazos o poner cruces amarillas de una playa o quitarlas. Incluso el Parlament ha sido escenario de rifirrafes muy poco edificante­s entre diputados que ponían y quitaban lazos de los escaños.

En esta tesitura el president de la Generalita­t, Quim Torra, ha calificado de “grupos fascistas” a personas que retiran estos símbolos, según él de forma violenta. La fiscal general del Estado, María José Segarra, entiende que ambas acciones están amparadas por la libertad de expresión y no son delito siempre que se produzcan de forma pacífica.

“No todo lo que nos puede parecer de mal gusto o moralmente reprobable es punible desde el punto de vista penal o administra­tivo”, señala en este sentido Mar Aguilera, profesora de Derecho Constituci­onal de la Universita­t de Barcelona. El uso del espacio público está regulado por las diferentes ordenanzas municipale­s de cada localidad y en leyes a las que se acogió la Conselleri­a d’Interior para que los Mossos investigue­n a 14 personas que retiraron lazos en el sur de Tarragona acusados de haber dañado el mobiliario público. Entre ellos, según la denuncia, un guardia civil.

“El espacio público también se rige por el marco constituci­onal y estatutari­o”, recuerda Aguilera, de modo que la administra­ción ha de garantizar “unos derechos fundamenta­les, como el de seguridad, libertad de circulació­n y libertad de expresión”. Según esta profesora de Derecho Constituci­onal tanto poner como quitar lazos forman parte de la libertad de expresión siempre que no impliquen violencia. Sí considera que para salvaguard­ar este derecho a la libertad de expresión las institucio­nes no pueden actuar de forma arbitraria. La idea es simple: “Si se prohíbe una bandera, las has de prohibir todas”.

Esta neutralida­d resulta imprescind­ible para que todo el mundo exprese libremente sus preferenci­as, apunta José Luis Martí, profesor de Filosofía del Derecho en la UPF. Los poderes públicos “no pueden tener ningún tipo de preferenci­a hacia ningún símbolo o acción política” que se desarrolle en la calle. Es el modo de garantizar que todos los ciudadanos tengan las mismas opciones de expresarse “y poner o quitar los símbolos que quieran, pero siempre de una forma ordenada y razonable que permita que todos se sientan cómodos en este espacio público”, sin entrar en una guerra de símbolos.

José Ortega y Gasset escribía hace más de 90 años que la civilizaci­ón es, antes que nada, voluntad de convivenci­a: “Se es incivil y bárbaro en la medida en que no se cuente con los demás”. Por eso la libertad no es ilimitada, ni para poner ni para quitar.

El problema llega cuando se acude a los tribunales para dirimir situacione­s “que deberían resolverse mediante el sentido común y el respeto”, sugiere Mar Aguilera. “El Derecho no lo puede regular todo”, añade. Salvador Martí se pregunta en este sentido “a dónde lleva” el hecho de poner y quitar símbolos de forma reiterada, “con tozudez y ánimos de venganza”. “Esto es infantil y no conduce a ningún sitio”, responde acto seguido.

En dos semanas el presidente de la Generalita­t y el ministro del Interior tendrán la oportunida­d de apaciguar la controvers­ia en la Junta de Seguridad. Veremos si la aprovechan.

Sobre el papel los poderes públicos no deberían exhibir su apoyo hacia mensajes políticos concretos

 ?? QUIQUE GARCÍA / EFE ?? Por los presos
QUIQUE GARCÍA / EFE Por los presos
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? El lazo amarillo se ha convertido en el símbolo con el que el independen­tismo recuerda y pide la libertad de los líderes soberanist­as en prisión preventiva acusados de rebelión. Numerosos edificios públicos de la Generalita­t llevan también esta señal en la fachadaGue­rra de mensajesLa batalla ideológica se ha trasladado a la calle, y es común ver pintadas superpuest­as. Lazos amarillos pintados de rojo, como si fuera la bandera de España, y tachones
LLIBERT TEIXIDÓ El lazo amarillo se ha convertido en el símbolo con el que el independen­tismo recuerda y pide la libertad de los líderes soberanist­as en prisión preventiva acusados de rebelión. Numerosos edificios públicos de la Generalita­t llevan también esta señal en la fachadaGue­rra de mensajesLa batalla ideológica se ha trasladado a la calle, y es común ver pintadas superpuest­as. Lazos amarillos pintados de rojo, como si fuera la bandera de España, y tachones

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