La Vanguardia

La delegada que ama la novela negra

- SILVIA HINOJOSA

“¡Lo mío es vocación de casco azul!”, se ríe Teresa Cunillera (Belllloch d’Urgell, 1951), repasando su hoja de servicios por la causa socialista. Ni se acuerda de por qué entró en política o de cuándo y por qué se afilió al PSC, asegura, pero ya andaba por ahí en el cónclave fundaciona­l, el conocido como Congreso de la Unidad de julio de 1978, del que acaban de cumplirse cuarenta años. “No me he dado cuenta de que he pasado de joven promesa a veterana en un plis-plas. Parece que era ayer que decían ‘ay, esta chica de Lleida, qué espabilada’”, asegura, sin perder la sonrisa.

A lo largo de estas cuatro décadas, desde su escaño en el Congreso y durante unos años en el gabinete de Moncloa con Felipe González, Cunillera ha hecho de puente entre el PSC y el PSOE, una delicada y tenaz labor de engranaje que no ha estado exenta de encontrona­zos. “Ha habido momentos delicados, pero ya nos conocemos todos y somos hermanos”, subraya. Una actitud afable que no debe llevar a engaño: esta veterana ha llevado muchos galones. Fue secretaria y portavoz adjunta del Grupo Socialista en el Congreso y vicepresid­enta y secretaria tercera de la Mesa. Pedro Sánchez la ha sacado ahora de su retiro –dejó el escaño en enero del 2016, con 65 años, al terminar la anterior legislatur­a– para encomendar­le una última misión: tender puentes y favorecer el diálogo entre su Ejecutivo y la Generalita­t, como delegada del Gobierno, tercera autoridad en Catalunya (como solía subrayar su antecesor, el popular Enric Millo).

“Con el nuevo gobierno, el clima político ha cambiado, los ciudadanos piden otro tipo de relación entre los gobiernos. Todo se tiene que ir resituando pero percibimos una cierta receptivid­ad”, subraya Cunillera, que hace un mes mantuvo una primera reunión con el presidente de la Generalita­t, Quim Torra, y otra con el presidente del Parlament, Roger Torrent, que marca un punto de inflexión respecto a la etapa del anterior delegado. “Yo al president Torra le tengo todo el respeto institucio­nal y él lo sabe, no quiero tener ninguna disputa de las que ha tenido en esta casa”, subraya. De momento, el objetivo es recuperar el diálogo aunque sea para constatar las diferencia­s.

Cunillera no comparte el análisis de su paisano y correligio­nario Josep Borrell, ministro de Exteriores, o del propio Felipe González sobre los riesgos de la convivenci­a en Catalunya. “Me cuesta porque cuando alguien dice ‘hay una fractura social’ es que lo percibe así. Pero lo que yo creo es que vivimos momentos difíciles de convivenci­a y se tienen que rehacer puentes. Estoy dedicada a esto: la construcci­ón de espacios de diálogo, que podamos hablar pensando diferente. De la otra manera no se avanza y hay que sacar el país adelante”, advierte.

Es una tarea que comparte con la ministra Meritxell Batet, pero no hay reparto de papeles, puntualiza. “Ella es la ministra y yo la delegada”, señala. Con Batet comparte un motín, quién lo diría ahora, por el derecho a decidir. Ambas eran diputadas en el 2013, cuando los catorce representa­ntes del PSC en el Congreso rompieron por primera vez la disciplina de voto del grupo socialista, capitanead­o por Alfredo Pérez Rubalcaba, y apoyaron dos mociones a favor de la consulta soberanist­a. El PSOE les sancionó con 600 euros, el máximo previsto.

Entre sus aficiones, confiesa que es una gran lectora de novela negra. “Me va muy bien, es muy útil –bromea–. Soy muy fan de Henning Mankell, de su inspector Wallander, y me encanta Jo Nesbo”, apun- ta. “Y hago ejercicio, me gusta andar –añade–. Me bajé una aplicación del móvil que lo cuenta y ando unos 8-9 kilómetros, a veces más”.

Hija de una familia de ganaderos y payeses, Cunillera nació en Belllloch d’Urgell, un pueblecito de 2.300 habitantes donde conserva la casa familiar. Tiene raíces republican­as. Es una socialdemó­crata clásica, feminista y federalist­a que de joven viajó mucho a Francia, donde tenía familia exiliada. Antes, estudió el bachillera­to interna en el colegio religioso Lestonnac, en Lleida, ciudad en la que ha vivido siempre.

Su carrera política se ha desarrolla­do en Madrid, donde empezó como diputada del PSC en 1982, pero allí se sentía de paso. “He trabajado muchos años en Madrid, donde estaba de domingo a jueves, pero mi esquema mental era ‘vivo en Lleida y trabajo en Madrid’. Y de allí se fue como había llegado: con la maleta.

Ahora vivirá en Barcelona, pero se ha negado a instalarse en la residencia oficial de la Delegación, un chalet en el barrio de Pedralbes. Le han buscado una vivienda más céntrica que cumple los requisitos de seguridad y se traslada en unos días. “Ya les dije que era una condición para aceptar el cargo. Yo seré más feliz viviendo entre la gente, toda mi vida en política la he hecho así, me gusta que me paren y me pregunten y ponerme a hablar”, explica.

Con Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, la relación es fraternal, explica, desde que compartier­on en la Moncloa la última legislatur­a de Felipe González. Ella era asesora del gabinete de Presidenci­a e Iceta, subdirecto­r. “Teníamos los despachos en un pasillo, de frente. ¡Lo que fue aquello! Nos hizo de acero inoxidable. Él y yo no necesitamo­s hablar, nos miramos y ya estamos de acuerdo”, asegura.

Con Batet comparte un motín a Rubalcaba en el Congreso: el PSC votó por el derecho a decidir; era en el 2013

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Cunillera bromea con un abanico, en la calle Elisabets de Barcelona, ciudad en la que se instalará a partir de septiembre, después de pasar media vida entre Lleida y Madrid
ANA JIMÉNEZ Cunillera bromea con un abanico, en la calle Elisabets de Barcelona, ciudad en la que se instalará a partir de septiembre, después de pasar media vida entre Lleida y Madrid

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