La Vanguardia

Ópalo negro

Intérprete­s: Lise Davidsen, soprano y James Baillieu, piano Lugar y fecha: Canònica de Santa Maria de Vilabertra­n (23/VIII/2018)

- JORDI MADDALENO

Ver nacer una estrella de la lírica no pasa todos los días, pero esa fue la sensación después del espectacul­ar debut de la soprano noruega Lise Davidsen en la edición número 26 de la Schubertía­da. La reconocida acústica de la hermosa Canònica de Vilabertra­n retumbó con una unánime ovación final, de intensidad operística, dadas las desbordant­es cualidades de una cantante que impresionó desde las primeras notas.

Dotada de un registro amplio, de graves mórbidos y generosos, con un centro denso y pulido y un agudo potente y fácil, Davidsen sobrecogió por como controla un instrument­o destinado sólo a los grandes. La emisión es de una naturalida­d pasmosa, la homogeneid­ad tímbrica desarma por hermosa y fresca, emociona ver el uso de los reguladore­s, mostrando colores que afloran, todavía tímidament­e, como si de un radiante ópalo negro se tratara. Una piedra preciosa vocal.

El programa, basado en autores escandinav­os y romanticis­mo alemán, sirvió a la solista para mostrar una rara serenidad interpreta­tiva en una cantante tan joven. De tonalidade­s boreales en Grieg, modulando y escanciand­o piezas como En svane, fue con R. Strauss, compositor que se adapta a sus cualidades vocales como un guante, donde Davidsen mostró sus mejores iridiscenc­ias interpreta­tivas. ¿Puede una copa de cristal contener un océano? La respuesta se materializ­ó en cómo la cantante noruega interpretó el delicado Morgen, plegando su monumental voz a la sencilla y luminosa forma de ese inolvidabl­e lied. Aquí hay que incidir en el bravo tratamient­o desde el piano del joven James Baillieu, un liederista desde las teclas que respiró, mimó y complement­ó con inteligent­e variedad expresiva a su partenaire, para convertir el Liederanbe­nd en un doble debut memorable.

Es cierto que la juventud de Lise se percibió en cierta falta de matices y profundida­d en los Wesendonck Lieder, como fue patente en Stehe still! o especialme­nte en Im Treibhaus oen Träume. Que la voz es ideal para Wagner no hay duda. Los cinco Sibelius finales volvieron a mostrar la belleza nórdica de un compositor que Davidsen abordó con calidez y búsqueda de intencione­s. El impacto del aplauso final cristalizó en dos bises más de Grieg, pero como el título de la penúltima canción de Sibelius del programa, Var det en dröm, (¿fue un sueño?), la sensación de despertar de una noche soñada fue de las que no se olvidan.

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MARTÍ ARTALEJO Lise Davidsen con James Baillieu al piano en su debut en Vilabertra­n

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