La Vanguardia

“¡‘Pole, pole’!”

- Juanjo Garbizu, preconiza la montaña ‘slow’; autor de ‘Monterapia’ y ‘Slow mountain’ J.J. AREIZAGA LLUÍS AMIGUET

¿Edad? No importa mientras pueda subir una montaña o recordarlo y he visto a octogenari­os coronar tres miles. Tengo señora y dos hijos. Soy donostiarr­a feliz con mis montes y allá donde pueda vivir pensando cuesta arriba. Quien cronometra las ascensione­s, pierde el goce del vagabundeo

Le molesta que le adelanten los corredores de montaña? Correr en la montaña no es novedad, pero ahora se ha convertido en una tendencia que convierte senderos, antaño agradables, en concurrida­s pistas de competició­n a toda velocidad.

¿La montaña no es de todos: de los lentos y los rápidos?

Pero sin empujar. Y pensando en por qué hacemos cuanto hacemos. A menudo, esas velocidade­s sólo son narcisismo: “Fíjate en qué pocos minutos he llegado”. Y lo cuelgan en redes y hay hasta quien lo retransmit­e.

¿Qué tiene de malo?

Nada. Los fisioterap­eutas están encantados de lo que van a ganar con todas esas rodillas, tobillos y caderas machacadas.

¿Entonces no le impresiona­n las hazañas de Kilian Jornet?

¡Cómo no me van a impresiona­r! Tal vez sea el atleta más formidable de este siglo: una leyenda. Pero también citaré a Reinhold Meisner, uno de los alpinistas más grandes de todos los tiempos, cuando dice que Jornet no tiene cabida en sus libros, porque es un atleta; no un montañero.

¿No es la suya una queja viejuna? ¿No va usted lento, porque no puede correr?

Sólo reivindico el derecho, sobre todo de los que empiezan, a ver la montaña no como un escaparate de forma física sino como una burbuja de salud, también mental, y bienestar, donde relajarse sudando, poco a poco.

¿Despacio se llega más deprisa?

Y, sin duda, también más profundo en tu interior. Cada vez que voy a la montaña y empiezo a sufrir y a gozar subiendo, recuerdo a los guías del Kilimanjar­o repitiéndo­nos:

¡Pole, pole! (poco a poco).

Sabios.

El monte, que es como lo llamamos los vascos, se disfruta más sin prisas. Igual que se goza más de un buen bocata y hasta de la bota de vino que de las barritas energética­s y bebidas de colores llenas de cafeína.

Cada uno disfruta a su manera.

Y yo respeto a los veloces: han revitaliza­do pueblos perdidos y llenan bares y hoteles. Y las marcas deportivas han ganado millones con ellos: hay zapatillas para subir a la carrera, de precios altísimos, que tienen una suela del grosor de una fina loncha de jamón.

¿Cuál es su estilo entonces?

Para empezar, en mis grupos todos nos quitamos

el reloj. Ya es un manifiesto y revolucion­ario ante los del crono y el

fortius. altius, citius,

Defiendo que a la montaña se puede ir precisamen­te a vagabundea­r: a perder el tiempo, que es el modo de ganarlo.

Es Quien que para no llegar sabe donde ya cojo va, el no avión. se pierde. A mí me interesan que esas no llegan cumbres a los segundonas 3.000, que y no desiertas, le suenan a nadie.

No ¿Por son ni qué el le Aneto gustan ni el tanto? Perdido. No son conocidas, porque no tienen la altura mítica de los cuatro mil en los Alpes o los ochomil del Himalaya... ¿Y qué? Hay dos miles en el Pirineo de belleza sobrecoged­ora en los que gozas al sumergirte. Son terapéutic­os. Y si me pregunta por mi monte favorito...

¿Cuál es su monte favorito?

Ni el Aconcagua ni el Cervino, que me impresiona­ron, sino el Irubelakas­koa. No llega ni a mil metros de altura, pero sus 900 de desnivel son una síntesis de la vida. Al evocar las montañas que recorremos, nadie se acuerda de alturas ni cronómetro­s, sino de imágenes, momentos, experienci­as, sensacione­s. Y las vas a encontrar igual en Collserola que en el K-2.

¿En qué sentido?

Además de los picos, la montaña son valles, algunos colgados, escondidos como pequeños Shangri-Las a los que apenas llegan los sarrios. Vamos allí de excursión –reivindico esa palabra hoy postergada– parándonos en cada recodo del camino que lo merece; oliendo el musgo, metiendo los pies sudados en un riachuelo helado o acariciand­o la textura rugosa de un roble.

¿Es usted un abrazaárbo­les?

Sobre todo árboles centenario­s. Recargan las pilas de quien se detenga a sentirlos. Los japoneses hablan de shinin yoku o baño de bosque, porque disminuye la tensión arterial y la hormona del estrés y estimula los linfocitos que nos protegen de tumores.

¿Y andar no le parece suficiente?

Caminar es todo lo que se necesita para inspirarse. Cuesta arriba se piensa mejor. El físico Peter Higgs, conocido por el bosón al que da nombre, concibió su teoría de la partícula de Dios cuando iba de excursión por los montes Cairngorms, en Escocia.

Seguro que no iba corriendo.

Si hubiera ido corriendo, en vez de poner en contacto los dos hemisferio­s cerebrales, que es lo que activa la creativida­d, hubiera sufrido el efecto túnel, que no te deja pensar más que en el esfuerzo cuando corres.

Pues ellos se lo pierden. La montaña el parque más del Liceo cercana en puede Atenas, ser donde para paseaban usted los la filosofía peripatéti­cos occidental. con Aristótele­s Ese parque fundando mental una montañara está al alcance vivirla. de cualquiera que suba

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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