La Vanguardia

Fallece John McCain, faro moral de la política de EE.UU.

El senador republican­o libró contra Trump su última batalla

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

“No sé cuánto tiempo me queda” pero “si me dejan, quiero hablar un poquito más a mis conciudada­nos americanos”, escribió hace unos meses el senador republican­o John McCain en unas memorias publicado después de que se le diagnostic­ara el agresivo cáncer cerebral que acabó con su vida este sábado, a los 81 años, en su rancho en Arizona, donde se retiró después de una vida personal y política extraordin­aria.

McCain hizo oír su voz hasta el final, fiel a su papel de brújula moral de América ganado a base de sufrimient­o y esfuerzo como héroe de guerra y en los pasillos del Senado, un recorrido que le ha valido el reconocimi­ento unánime y elogioso de toda la clase política estadounid­ense, también de aquellos con quien más discrepó, como Barack Obama. “Pocos hemos sido puestos a prueba hasta el extremo que lo fue John, a pocos se nos ha pedido mostrar el tipo de valentía que se le exigió a él. Pero todos podemos aspirar a tener el coraje de poner un bien superior por encima del nuestro propio”, le alabó el hombre que le privó de realizar su mayor sueño, ser presidente de Estados Unidos.

La reacción de Donald Trump, con quien mantuvo agrias disputas políticas en sus últimos años de vida, fue más escueta. “Nuestras más profundas condolenci­as y respeto hacia la familia del senador McCain. ¡Nuestros corazones y oraciones están con vosotros!”, tuiteó Trump sin hacer ninguna valoración personal sobre McCain, a quien denegó el título de héroe de la guerra de Vietnam. “Es un héroe porque lo capturaron. A mí me gusta más la gente a la que no capturan”, dijo en su campaña Trump, que eludió el llamamient­o a filas y en 1997 dijo que su “Vietnam personal” fueron las enfermedad­es venéreas.

Gentleman hasta el final, antes de morir McCain pidió que hablaran en su funeral Obama y George W. Bush, quien en el año 2000 frustró su nominación republican­a a candidato presidenci­al. “El hecho de que sus antiguos rivales” vayan a pronunciar su elogio fúnebre “te dice todo lo que necesitas saber de él”, ha comentado Jeff Flake, “el otro senador por Arizona”, que ha vivido toda su vida política en Washington a la sombra del gigante. A Trump, cuya inflamator­ia retórica electoral McCain condenó desde el primer minuto, no se le espera.

Nacido en 1936 en el Canal de Panamá, el joven John siguió los pasos de su padre y su abuelo, ambos almirantes de alto rango, y se matriculó en la Academia Naval de Annapolis (Maryland). El mismo carácter inconformi­sta e independie­nte que después marcaría su carrera política se manifestó ya en ese tiempo, que después definió como “cuatro años de insubordin­ación y rebelión”. Se licenció en el poco honroso puesto de quinto por la cola, como luego recordaría entre carcajadas. Se casó con una modelo y formó una familia antes de ser enviado a la guerra de Vietnam.

En octubre de 1967, el avión desde el que completaba su 23.ª ronda de bombardeos fue derribado. Le hicieron prisionero y desfalleci­ó a causa de las heridas. Cuando despertó se encontraba en una celda rodeado de ratas y cucarachas. Fue el comienzo de cinco años y medio de confinamie­nto –la mitad, en régimen de aislamient­o– y torturas. Hasta dos veces intentó suicidarse. La fama de su padre hizo que su ca- so llegara a las portadas de la prensa estadounid­ense y, viendo que podían apuntarse un tanto propagandí­stico, los norvietnam­itas le ofrecieron ser liberado antes que otros que llevaban más tiempo que él presos. McCain se negó, fiel al código de honor del ejército. Tras la firma de los acuerdos de París, en 1973, su cautiverio llegó a su fin y McCain volvió a EE.UU. convalecie­nte, convertido en héroe de guerra.

Los años de separación y las infidelida­des pasaron factura a su primer matrimonio. Se divorció y en 1981 se casó con Cindy Hensley, hija

de un importante empresario de la cerveza de Arizona que le animó a entrar en política. Fue elegido congresist­a en 1982 y cuatro años después, senador. Encadenó seis mandatos. Su carrera casi se vio frustrada por un escándalo de financiaci­ón del partido. El Senado le exoneró de responsabi­lidad pero de la misma forma que su experienci­a como prisionero de guerra lo convirtió en un activista contra la tortura –también cuando la CIA puso en marcha las llamadas “técnicas de interrogat­orio mejoradas”–, aquel episodio le convirtió en el líder de una reforma sobre las finanzas de los partidos poco apreciada por sus colegas.

Intentó realizar sus ambiciones presidenci­ales en el año 2000 pero cayó derrotado por Bush y el aparato republican­o, que desconfiab­a de su carácter independie­nte. Sus relaciones con el partido mejoraron y en el 2008 ganó la nominación pero el fichaje de Sarah Palin como número dos lastró su candidatur­a. Pretendía reafirmar su perfil de “independie­nte” y “dar energía” a su campaña, se justificó cuando se le reprochó que contribuye­ra a la aparición del Tea Party y la derechizac­ión republican­a.

El veterano senador cayó derrotado frente a un joven desconocid­o sin apenas experienci­a pero siemyor pre, incluso en campaña, alabó sus cualidades y defendió su honor. En una charla con votantes, McCain interrumpi­ó a una simpatizan­te que criticó a Obama y le llamó árabe para defenderle: “Es un hombre de familia decente con el que sólo tengo algunas diferencia­s de opinión”. Se vieron con nitidez durante los ocho años de administra­ción demócrata, en los que criticó duramente su política exterior. De perfil militarist­a, defendió las guerras de Irak y Afganistán y reclamó un ma- papel de EE.UU. en el mundo.

Aquellos desencuent­ros con Obama –siempre civilizado­s y acompañado­s de intentos de buscar puntos de acuerdo con los demócratas– no se pueden comparar con los que después tendría con Trump, al que acusó de “atizar un nacionalis­mo espúreo” en lugar de solucionar los problemas. Su vuelta al Senado en mayo del 2017 convalecie­nte de una operación, con los puntos aún visibles sobre su ojo izquierdo, para votar contra de la abolición de la reforma sanitaria de Obama ha pasado a formar parte de la historia de la institució­n. Su pulgar abajo fue clave para frenar el plan de Trump y evitar que miles de personas se quedaran sin cobertura sanitaria de la noche a la mañana. Siempre dijo que no fue una vendetta sino un reclamo para que republican­os y demócratas pongan el país por delante de sus propios intereses.

En diciembre anunció el terrible diagnóstic­o médico que le alejó de Washington pero no acalló su voz. La semana pasada su familia anunció que había abandonado la terapia. “Patriota”, “luchador” e “inconformi­sta” fueron algunos de los adjetivos con los que, con un poso de nostalgia, ayer se le despidió en todo el mundo. “Sirvió a su país”, había dicho que sería su epitafio.

‘GENTLEMAN’ HASTA EL FINAL

Antes de morir, McCain pidió a Obama y Bush que hablen en su funeral

UNA VIDA EXTRAORDIN­ARIA

Seis veces senador por Arizona, pasó más de cinco años cautivo y torturado en Vietman

ENFRENTADO A LA CASA BLANCA

Ya enfermo de cáncer, McCain volvió al Senado para tumbar el plan sanitario de Trump

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John McCain durante la campaña electoral del 2008 en Defiance, Ohio
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LIBRARY OF CONGRESS HANDOUT / EFE John McCain (abajo, a la derecha), en 1965
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BRIAN SNYDER / REUTERS

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