La Vanguardia

El ‘procés’ en Calella

- FEDE CEDÓ

Los acontecimi­entos del 1-O han dejado una profunda huella en esta localidad turística. El 57% de los vecinos votan a opciones independen­tistas.

Las calles de Calella rebosan de turistas ajenos a la situación política de Catalunya. “Sabemos que quieren ser independie­ntes”, resume Jürgen, un orondo alemán setentón que repite destino. La mayoría de visitantes desconocen lo acaecido durante el 1-O. “En Alemania nos llegó como un conflicto local”. Una vez aquí, les llama la atención el despliegue reivindica­tivo con pancartas y lazos amarillos. “Nos extraña que haya gente en la cárcel por política”, cuestiona Rudy, un germano más atento a la actualidad. “Mis amigos catalanes dicen que luchan por la libertad, yo creía que esto no pasaba en Europa”.

Calella, con más de 18.000 habitantes, está gobernada con mayoría de CiU. La ciudad pierde su aspecto apacible de invierno y se transforma en una bulliciosa amalgama de turistas en la canícula estival. La villa costera ofrece orgullosa sus atractivos a los visitantes, pero no olvida los agravios. En la fachada consistori­al son visibles las pancartas y símbolos que reivindica­n la libertad de los presos.

“Si han bajado las reservas no es por la situación política”, asevera José Ángel, un recepcioni­sta madrileño que se emplea en un céntrico hotel durante unos meses y enumera razones que explicaría­n la pérdida de turistas, como la quiebra del principal operador ruso o la fuerte competenci­a de nuevos destinos turísticos. “Después me voy a Madrid”, donde insiste en que “allí no se odia a los catalanes, sólo hacen ruido cuatro fachas”.

Calella se mantuvo en las primeras páginas de los medios tras la celebració­n de las votaciones en el referéndum por la independen­cia de Catalunya. La localidad, junto a la vecina Pineda de Mar, fue noticia al reaccionar contra los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional que habían protagoniz­ado violentas escenas el 1-O y se alojaban en los hoteles del Maresme.

Josep Grima, un joven empresario de 23 años, asegura haber sufrido en sus carnes “el odio de la policía”. Fue golpeado por uno de los agentes que se alojaba en el Hotel Vila, como otros miembros del destacamen­to policial que se repartió entre Calella y la vecina Pineda. “Era un turismo de fuerzas de ocupación, los mismos agentes que acababan de pegar palizas a los que defendían los colegios electorale­s y que semanas antes intentaban ligar en populares locales de ocio nocturno”.

La estancia de la Guardia Civil sólo engrosaría el anecdotari­o local de no ser por su reacción a la protesta ciudadana frente al hotel donde se hospedaban. “Los Mossos nos intentaban proteger”, pero aquella noche, decenas de agentes sin uniforme reglamenta­rio, respondier­on a las protestas escupiendo e incluso meando desde las ventanas, según denunciaro­n los manifestan­tes a los que “golpearon con porras extensible­s” relata el empresario. El enfrentami­ento llevó a los hoteleros a expulsar a los agentes de sus habitacion­es. “No queremos que Calella sea recordada por el turismo de cuartel”, declaran tímidament­e.

El 1-O es una herida difícil de cicatrizar en Calella. Imágenes que no se han curado y que han quedado grabadas en la retina de los ciudadanos, con miembros de la Guardia Civil saliendo de sus hoteles, calzados con chanclas y pantalón corto, arremetien­do contra manifestan­tes que les afeaban su actuación.

La ciudad costera está muy habituada a convivir con miembros la Guardia Civil. En la localidad hay un cuartel con una veintena de agentes que “están plenamente integrados en la vida de Calella”, asegura Grima quien añade que “también quedaron impacta- dos por las escenas que vieron” aquellos días. Los incidentes consiguier­on que todo Calella saliera a la calle. Gente mayor combativa como Santiago, un jubilado de 76 años que exige “no dar un paso atrás”. Ciudadanos de todo tipo que “clamaban por sus derechos”, resume el empresario, y que no están dispuestos a “vivir otra represión como la padecida tras los años cuarenta”, asegura. Ancianos que viven el recuerdo con dolor, pero que aseguran que “ven el futuro con mucha ilusión”.

Durante aquella jornada hubo quien no perdió detalle. Ernest Vila es director de cine y realizador y decidió componer un minucioso documental sobre el 1-O. “Mucha gente quedó tocada con lo que vio”, afirma.

Como periodista, toma el pulso a su ciudad y reconoce que tras las cargas policiales, los encarcelam­ientos y la huida de parte del anterior gobierno a Bélgica “se ha generado mucha frustració­n” aunque también considera que hay una gran determinac­ión ciudadana: “cuanto más prohíban, más saldrán, más raperos, más banderas .... ”.

Lo que vivió Calella, para Vila “era como grabar épocas oscuras, escenas en blanco y negro, como en tiempos de los grises”. Siente admiración porque “fue la gente mayor quien se puso delante de los colegios para defender las urnas”. Para Vila, “con la represión han conseguido que el pueblo esté más unido que nunca”.

Otros indignados iniciaron su propia cruzada. Pequeñas reivindica­ciones como la de Josep Romaguera desde su restaurant­e El Galliner. En aquellos días en una pizarra vacía donde antes anunciaba el menú del día puso la frase: “No servimos a las fuerzas de seguridad y tampoco queremos sus servicios”. Un “calentón” que le llevó a tener que declarar ante la Guardia Civil y que le costó una grave campaña contra su negocio. “En 33 años nunca habíamos pasado por este trance” lamenta. Contabiliz­ó más de 2.000 llamadas telefónica­s, 400 amenazas de muerte, 480 escritos de desprestig­io en la red y campañas de boicot que hicieron mella en la caja, “entre el 2 de octubre y el 9 de enero”. Luego el negocio se recuperó gracias al apoyo que asegura que recibió de los vecinos. Ahora, explica, “nuestra facturació­n ha aumentado un 67%”. Pese a todo, a sus 55 años, Josep considera que “no hay libertad en nuestro país” y que su acción fue un pequeño grano de arena que “no volvería a repetir, en los mismos términos”.

El 57% de los vecinos de Calella votan opciones independen­tistas en las elecciones

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JOSEP LAGO / AFP La playa de este municipio forma parte de la iconografí­a de turismo de masas europeo

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