El código Chamartín
Fernando Royuela novela la endiablada búsqueda de una reliquia en la España de la ‘guerra contra el francés’
Alas manos de un abogado que escribe novelas por las noches llega un escrito de 1858 con la extraordinaria confesión biográfica de Rosario la China: al final de su vida, mientras regenta plácidamente una mancebía en Ceuta, la mujer recuerda cómo fue vendida como esclava de niña en Filipinas y, tras diversas peripecias navales, acabó de señorita de compañía de un bodeguero inglés en Cádiz aunque, tras ser atacada por unos guerrilleros en Segovia, se unió a ellos y a su jefe, el temido Mataperros, que luchaba contra los franceses –durante la guerra de la independencia– e intentaba recuperar una reliquia.
Esa es la trama de La risa final (Harper Collins), la nueva novela de Fernando Royuela (Madrid, 1963), quien nos recibe muy cerca del antiguo palacio de Salm Salm, en Chamartín, el lugar donde Napoleón residió 20 días y desde donde firmó importantes decretos, como la abolición de la Inquisición. Royuela, una de las voces más estimulantes de la narrativa española contemporánea, con ya ocho libros –como La mala muerte (2000) , Violeta en el cielo con diamantes (2005) o Cuando Lázaro anduvo (2012)– se presenta a la cita encapuchado, a causa de la lluvia, lo que, unido a su traje de abogado –el oficio que ejerce– y la maleta llena de carpetas, legajos y documentos legales, le da un aire de escritor camuflado, como si eso fuera su identidad secreta.
La risa final parece un cambio de registro en su trayectoria pero no es así. La voz narrativa mantiene un distanciamiento irónico, casi paródico, en relación a lo narrado, esto es, “aventuras en la guerra de la independencia, que me fascina y obsesiona desde que era niño y veía en la tele las peripecias de Curro Jiménez”. “El humor, o el cachondeo, es mi seña de identidad –admite–, el libro contiene todos los mimbres del género best seller, un cetro de poder, lo esotérico, la búsqueda de una reliquia, pero tamizado por mis fuentes, que son la picaresca, Berlanga, Quevedo, Valle-Inclán...”.
La trama “se desarrolla del 2 de mayo de 1808 hasta principios de enero de 1809, que es cuando Napoleón escapa de Madrid”. Rosario se le apareció como la narradora ideal, pues “necesitaba a alguien que participara en los hechos, pero que no tuviera nada que ver, que lo único que hiciera es buscarse la vida en medio del caos”.
“La guerra de independencia
–prosigue– es un invento del romanticismo, se empieza a llamar así cuarenta años después, en directo se llamaba la guerra contra el
francés o contra el gabacho. Cuando se inventó el nacionalismo español, necesitaron ese mito. En realidad fue una guerra civil entre tradicionalistas y progresistas”. “La contradicción de muchos, como Goya, es que lo que traía Napoleón, la razón ilustrada, les parecía bueno pero la trajo con las armas, matando y violando al pueblo”.
Además de Curro Jiménez, su referente sobre la época es Pío Baroja porque “Galdós no me gusta nada”. Esta será “la primera entrega de una trilogía del siglo XIX. La segunda tratará el romanticismo y la tercera, la revolución industrial”.
La protagonista es una exesclava filipina que regenta una mancebía en Ceuta y recuerda su vida