La Vanguardia

Jadiya, una vida destruida a los 17 años

Un caso de violación múltiple conmueve a Marruecos

- ADOLFO S. RUIZ

Una parte de la sociedad marroquí se ha movilizado por el caso de Jadiya Okaru, una chica de 17 años que fue secuestrad­a por una banda compuesta por una docena de hombres, algunos también menores, que durante dos meses la violaron en grupo, la torturaron y grabaron tatuajes por todo su cuerpo. Otra parte, incluidas las autoridade­s políticas y municipale­s, prefiere guardar silencio ante el martirio de Jadiya.

La trágica historia de la menor, nacida en una humilde familia del poblado de Fqih ben Saleh, en el centro del país, comenzó durante el pasado Ramadán. Como una forma de contribuir a ayudar en las dificultad­es económicas de la familia, una tía de Jadiya la invitó a pasar las fiestas en su casa de Ulad Ayad, en la región de Beni Melal-Jenifra. Allí, cuando estaba sentada en la puerta del inmueble, fue secuestrad­a por unos jóvenes conocidos en la localidad por formar parte de “una banda peligrosa” de delincuent­es.

“Me llevaron a un sitio desconocid­o para mí y allí me tuvieron durante casi dos meses. Empezaron a violarme. Cuando acababa uno, seguía otro. Incluso invitaron a otros chicos a que me violaran mientras ellos les cobraban un dinero”, ha contado Jadiya a los numerosos medios que se han interesado por su historia.

No contentos con violarla, los jóvenes la sometieron a torturas, quemando su cuerpo con cigarrillo­s y tatuándole brazos, piernas, espalda o cuello con diversas imágenes, entre ellas alguna esvástica. “Han destruido toda mi vida, todo lo que aspiraba a ser. Ahora tengo miedo a salir a la calle, no puedo hacer otra cosa que estar en casa y llorar durante todo el tiempo”, asegura la joven.

Según el testimonio de la familia Okaru, fue el padre quien consiguió finalmente la liberación de la chica con la promesa de que no les denunciarí­a a la policía. “Pero esa es una decisión de mi padre con la que no estoy de acuerdo para nada. Yo sí quiero denunciarl­es a todos y eso es lo que he hecho”, manifiesta la mujer, que acompañó a los agentes señalando uno a uno los domicilios de los presuntos agresores. Doce de ellos han sido interrogad­os y tres se encuentran en prisión hasta que comparezca­n ante un juez de primera instancia el 6 de septiembre.

La versión de los familiares de los detenidos, dos de ellos hermanos y también menores de edad, difiere radicalmen­te de lo manifestad­o por Jadiya. Según la madre, la chica frecuentab­a a sus hijos y no se trata de un secuestro. Asegura que Jadiya había sido empujada a la prostituci­ón por su propia familia y tenía la costumbre de automutila­rse. “Bebe, fuma, se automutila, todo el mundo lo sabe en Ulad Ayad”, afirma. “Si estaba secuestrad­a, ¿por qué su padre no lo denunció a la policía durante dos meses? Son gente muy pobre que sobrevive empujando a su hija a la prostituci­ón”, ha dicho otro pariente.

La tragedia de Jadiya ha levantado una intensa ola de solidarida­d en las redes sociales. Las etiquetas de #todossomos­jadiya y #justiciapa­rajadiya, acompañada­s del dibujo de una joven desnuda, tatuada, quemada, los ojos tapados con un mensaje de SOS y una señal de Stop a la altura del sexo, han inundado Twitter. Algunos se dirigen directamen­te a Mohamed VI para que ayude a Jadiya.

La petición de que se preste atención psicológic­a a la joven alcanzaba más de 15.000 firmas este lunes, mientras que una experta en eliminar tatuajes se ofrecía para hacer desaparece­r esas huellas de su cuerpo sin coste alguno.

El caso de Jadiya no es el primero de este tipo que sucede en Marruecos. A finales del 2015 una menor de 16 años se quemó a lo bonzo tras sufrir una violación colectiva. Sus agresores, que le conminaron a guardar silencio o difundiría­n los vídeos del acto, disfrutaba­n de libertad provisiona­l durante el proceso, lo que causó gran escándalo. Ocho hombres fueron condenados a penas de prisión de entre 8 y 20 años.

Uno de los casos más conocidos fue el de Amina Filali, de 16 años, que se suicidó en el 2012 después de que quisieran obligarla a contraer matrimonio con su violador. La movilizaci­ón propició que se eliminara el artículo 475 del Código Penal que permitía a los violadores evitar la prisión si se casaban con su víctima.

La adolescent­e, de 17 años y de familia muy pobre, fue secuestrad­a por una banda

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