Grandeza y miseria
UNO de los momentos más lamentablemente soeces de la presidencia de Donald Trump fue cuando, para responder a las críticas del senador republicano John McCain, menospreció su condición de héroe de guerra en Vietnam: “Es un héroe porque lo capturaron. A mi me gustan más la gente a la que no capturan”. La frase no podía ser más desafortunada sobre todo viniendo de alguien que eludió su llamamiento a filas y que dijo que su Vietnam personal fueron las enfermedades venéreas, como recordaba nuestra corresponsal Beatriz Navarro. McCain y Trump son la cara y la cruz no sólo del patriotismo, sino también de los valores morales de una sociedad democrática. McCain no fue un prisionero más del Vietcong: derribaron su avión y él resultó gravemente herido, repetidamente torturado y sometido a aislamiento durante cinco años y medio. No le sacaron información, ni denunció a ningún compañero. En dos ocasiones intentó suicidarse para concluir su calvario. En sus memorias bromeó diciendo que tenía más cicatrices que Frankenstein.
El tuit de Trump tras su fallecimiento es aséptico y circunstancial. The Washington Post ha revelado que rechazó emitir un comunicado que le había preparado la Casa Blanca donde se le calificaba de héroe. Un acto de mezquindad que habla de la falta de grandeza del presidente de los Estados Unidos. En su entierro, el sábado, estarán Bush y Obama, por petición expresa del senador. Hombre recto e independiente, supo entender la intervención de Bush en Irak, pero al mismo tiempo defendió a Obama cuando fue acusado de“árabe” para descalificarle. Con Trump no se entendió nunca y, gravemente enfermo, fue al Senado para emitir su voto contrario a la abolición de la cobertura sanitaria a miles de ciudadanos.
McCain dejó escrito que quería que su epitafio fuera: “Sirvió a su país”; por el contrario, el de
Trump merecería ser: “Se sirvió de su país”. Grandeza y miseria.