Avisos a Barcelona
PASQUAL Maragall, que además de un alcalde perspicaz fue un hombre culto, se preguntaba cuatro años después de los Juegos qué idea tenían los barceloneses de sí mismos y cuál deberían tener. Y él mismo respondía: “Hay dos cosas que coexisten en los barceloneses: el narcisismo y el sufrimiento”. Maragall concluía que posiblemente Barcelona y los barceloneses gustaban porque estaban en la frontera de ganar o perder. Barcelona no era una metrópoli prodigiosa, pero podía resultar una ciudad de los prodigios. Y sus ciudadanos compaginaban el orgullo de ser sus ciudadanos, con una crítica a todo lo que acontecía en sus calles. El nieto del poeta acostumbraba a decir que Madrid es una capital que no sabe ser ciudad, mientras que Barcelona es una ciudad que no acaba de saber ser capital.
En pocos días de diferencia, la revista Monocle, que es la mirada literaria más inteligente sobre las ciudades, ha bajado a Barcelona dos puestos en el ranking de las mejores urbes (del 17 al 19), mientras el Reputation Institut la ha hecho retroceder siete (del 8 al 15). Nada que sea un drama, pero que sin duda es un aviso. Monocle resalta tres factores para su puntuación: en atentado terrorista del 17-A, la tensión secesionista y las protestas contra el turismo.
El Ayuntamiento trabaja en la redefinición de la marca Barcelona, como si hubiera que inventarse un nuevo concepto de ciudad, cuando todo el planeta sabe de qué le hablan cuando se pronuncia su nombre. El consistorio incluso elabora un barómetro de resiliencia de las ciudades que se recuperan de un atentado, cuando en realidad la gente está más preocupada por la limpieza, la seguridad o los transportes que por el terrorismo. Barcelona necesita más capacidad de gestión de los conflictos, políticas diligentes y una oferta cultural de calidad. Y, sobre todo, alguien que mande. Una cosa es estar en la frontera del triunfar o perder y otra es no saber donde está el norte, ni con un GPS.