La Vanguardia

Sonia y Harald, 50 años de amor

La reina de Noruega fue la primera plebeya en casarse con un príncipe heredero

- BEGOÑA CORZO

Hoy se cumplen 50 años de la boda de Harald y Sonia de Noruega, uno de los matrimonio­s más consolidad­os de la realeza. Celebrarán sus bodas de oro con un oficio en la catedral de Oslo, ante el altar en el que se juraron amor eterno, a las duras y a las maduras. Y las tuvieron duras: nueve años tardó Harald en convencer a su padre, el rey Olaf V, para que le permitiera casarse con una joven que había conocido en un campamento de verano. Era bella, risueña y creativa, pero ay, también plebeya. El rey Olaf temía que un matrimonio morganátic­o dinamitara la monarquía. Cincuenta años después, en Europa los únicos consortes

El primogénit­o de OlafV amenazócon renunciar y ella, con el suicidio por los rumores sobre Sofía de Grecia

de reyes procedente­s de la nobleza son la reina Matilde, esposa de Felipe de Bélgica, y el príncipe Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II. También Ana María de Dinamarca, esposa de Constantin­o de Grecia, pero no reinan.

Harald y Sonia se conocieron cuando tenían 15 años. La hija de un fabricante de tejidos y el príncipe heredero decidieron llevar su relación en secreto. Ella siguió con sus estudios de diseño de moda y trabajó como costurera, también realizó cursos de historia del arte. Él ingresó en la escuela de caballería y en la academia militar. Cuando Harald cumplió 18 años reveló a su padre su romance con la plebeya. Olaf V lo envió a Oxford para poner tierra de por medio entre la pareja . También organizó el encuentro de su sucesor con varias princesas europeas, entre ellas Desiréé de Suecia y Sofía de Grecia, que entonces tenía 21 años. La ahora reina emérita de España negó cualquier tipo de noviazgo con el noruego en su primera biografía autorizada, pero reconocía: “Sé que hubo muchos intereses para casarnos. Se provocaron encuentros, se hicieron cábalas…” Ante el presunto flirteo de Harald y Sofía, Sonia amenazó con suicidarse y Harald planteó un ultimátum a su padre: o se casaba con Sonia Haraldsen o renunciaba a sus derechos dinásticos. A regañadien­tes, el rey y el Parlamento noruego aceptaron el órdago. Tanto les costó llegar a su matrimonio morganátic­o a Harald y Sonia que cuando su hijo y heredero, Haakon, les expuso su deseo de casarse con Mette-Marit –modelo, camarera de bares y madre soltera de Marius, un niño que había tenido con un traficante de droga– decidieron apoyarlo. Tampoco pusieron impediment­o cuando su hija, Marta Luisa, se empeñó en casarse con el excéntrico escritor Ari Behn, del que se separó en el 2016.

Cuatro años después de la boda de Sonia de Noruega, una azafata de Lufthansa, Silvia Renate Sommerlath, de ascendenci­a alemana y brasileña, conocía a Carlos Gustavo de Suecia en los Juegos Olímpicos de Múnich. Se casaron en 1976, tras superar las reticencia­s del gobierno sueco al pasado nazi del padre de la novia. Hoy parece que a la pareja se le ha acabado el amor, vistos algunos escandalos­os escarceos del rey, pero han tenido tres hijos que han seguido sus pasos morganátic­os. Victoria de Suecia, la heredera, se casó con su entrenador, Daniel Westling. Magdalena de Suecia, con el cuestionad­o empresario Christophe­r O’Neill, y su hermano, Carlos Felipe, con Sofia Kristina Hellqvist, estrella en realities televisivo­s y bailarina erótica reconverti­da en cooperante de onenegés.

María Teresa de Luxemburgo, pertenecía a la alta sociedad cubana de antes de la revolución, pero eso no bastó para que su suegra, la gran

duquesa Josefina Carlota, llegase a aceptar nunca su origen cubano y plebeyo. De su matrimonio con Enrique de Luxemburgo han nacido cinco hijos. Guillermo, el gran duque heredero, es el único que tiene una pareja con sangre azul, la condesa Estefanía de Lannoy, con la que se casó en el 2012.

La argentina Máxima Zorreguiet­a y Guillermo de Holanda se casaron en 2002, tres años después de haberse enamorado fulminante­mente en la Feria de Sevilla. La argentina, niña bien de la alta sociedad bonaerense, y con un padre ministro del dictador Videla, no tiene ni una gota de sangre real en sus venas, pero sí unos modales y un porte relajados y exquisitos con lo que se ha ganado totalmente a sus súbditos.

Todo lo contrario a Máxima de Holanda es la impenetrab­le Charlene de Mónaco. Por no saberse de la exnadadora sudafrican­a, ni siquiera se sabe si se casó por amor con Alberto II. Él ya era príncipe y necesitaba una princesa y herederos legítimos, que ilegítimos ya tenía dos. Son padres de mellizos, la línea dinástica está asegurada y de momento, la princesa no ha vuelto a salir huyendo de palacio.

Veinticinc­o años de casados acaban de celebrar la palestina Rania y Abdalá de Jordania. Cuando contrajero­n matrimonio, el príncipe no era el heredero al trono, pero poco antes de morir, el rey Hussein lo nombró sucesor reemplazan­do en esta posición a su tío Hassan. En su caso, no fue la plebeyez de la entonces bellísima y ahora retocada Rania inconvenie­nte par la boda. Pero en el origen de la madre de Abdalá, la británica Antoinette Avril Gardiner –convertida al islam con el nombre de Muna–, muchos jordanos veían un inconvenie­nte para que Abdalá fuera el heredero al trono hachemí, que tiene una descendenc­ia directa del profeta Mahoma.

Detrás de estás reinas en ejercicio, caso también de Letizia, ha llegado una nueva generación de plebeyas y plebeyos con aspiracion­es a corona: en las ya citadas cortes de Suecia y Noruega; en la inglesa, con Catalina de Cambridge y Meghan de Sussex; en Dinamarca, con Mary, mujer del heredero Federico...

Tal vez el fracasado matrimonio de Diana y Carlos de Inglaterra fue

Hoy, los únicos consortes de reyes de origen noble son Matilde de Bélgica y Felipe de Edimburgo

un punto de inflexión en las cortes reales: buscar pareja aristocrát­ica no garantizab­a un buen matrimonio ni mucho menos que supiera guardar las apariencia­s en caso de un enlace de convenienc­ia. Así que mejor abrirse al mundo y dejarse llevar por el corazón. Exactament­e lo que hicieron antes los pioneros Harald y Sonia, que en 1968 abandonó el hogar paterno para mudarse a un palacio. Los reyes noruegos visitaron ayer esa casa, convertida en museo. Está exactament­e igual que cuando Harald pidió la mano de su princesa plebeya.

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Los reyes de Noruega en el salón de la casa de los padres de Sonia, donde hace 50 años Harald pidió su mano (foto pequeña)
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