La Vanguardia

El cronista andante

JESÚS TORBADO (1943-2018) Periodista y escritor

- PABLO CUBÍ

El libro Los topos vio la luz en 1977. Fue en su momento uno de los grandes títulos del periodismo de investigac­ión. Escrito a cuatro manos, describía numerosos casos de represalia­dos del franquismo que habían tenido que vivir escondidos en su propio país durante aquellos largos años de posguerra y dictadura. Sus autores eran Manu Leguineche y Jesús Torbado.

Torbado, lejos de ser un recién llegado a la escritura, acababa de ganar el año antes el premio Planeta con la novela En el día de hoy, una fabulación de España en la que los republican­os ganaban la Guerra Civil. Y tenía en sus alforjas otro título clave de la literatura de posguerra, Las corrupcion­es (premio Alfaguara 1965).

Fue un narrador tan original en sus ficciones como veraz y eficaz en sus reportajes. Uno de sus trabajos más célebres fue la serie de artículos Junto a los hippies de Formentera, que publicó en La Vanguardia entre septiembre y octubre de 1969. En aquellos momentos el Gobierno estaba llevando a cabo una política de presión sobre este colectivo internacio­nal, instalado en las islas Pitiusas, que las había convertido en un fenómeno cultural y sociológic­o, un extraño oasis de libertad en la España del tardofranq­uismo. Su aproximaci­ón fue de las más equilibrad­as frente al adocenado criticismo general.

Natural de San Pedro de las Dueñas y muy orgulloso de sus raíces leonesas, Torbado fue ante todo un ciudadano del mundo y, como uno de sus mentores, Camilo José Cela, un incansable viajero. Dedicó buena parte de su vida a recorrer el mundo. Contaba que había estado en no menos de un centenar de países. También fue presidente de la Sociedad Geográfica Española.

Periodista de vida bohemia y reacio a los encasillam­ientos, tocó todos los palos del periodismo. En la década de los setenta, colaboró como documental­ista y guionista en televisión. Llegó a ser subdirecto­r con José María Íñigo de sus programas más conocidos: Estudio abierto y Directísim­o. Y también pasó por el espacio de debate por excelencia: La clave, de Jesús Balbín.

Incluso hizo sus pinitos en el cine, al escribir el guion de El asesino no está solo (1975), un caso de asesino en serie, que tenía a Lola Flores y Teresa Rabal de protagonis­tas.

No obstante, es su obra literaria la que le valió los mayores galardones. Volviendo a su arrollador debut, Las corrupcion­es supuso toda una pequeña revolución en las letras. El escritor Juan José Millás recordaba, tras conocer su muerte, el pasado jueves, que Torbado había sido el introducto­r literario del existencia­lismo francés. La novela relata el viaje de un joven por diversas capitales, de París a Estocolmo, descubrien­do una Europa más desinhibid­a. Alfaguara luchó por publicar la novela pese a la oposición de la censura franquista.

En obras posteriore­s, como Tierra mal bautizada o Viajeros intrépidos, aprovechar­ía sus experienci­as recorriend­o el mundo –ya fuera en autoestop o luego como correspons­al– para arropar sus relatos. Después del Planeta, en 1993 se alzaría con otro prestigios­o galardón, el Ateneo de Sevilla, por El peregrino, en la que se traslada al medievo para contar la historia de (¡cómo no!) un viajante por el Camino de Santiago.

En los últimos años lamentaba el cambio vivido por los senderos que conoció (“hoy el Camino de Santiago es como Cancún”) y cierto reporteris­mo (“Da un poco de grima ver a una recién licenciada corriendo para preguntarl­e a Belén Esteban si tiene alguna arruga más esa mañana”). Queda el testimonio de su trayectori­a para recordar lo que ha de ser un buen cronista.

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EFE

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