La Vanguardia

Polina Semionova

La estrella del American Ballet y del Ballet de Berlín se suma el sábado al carrusel de estrellas del IBStage en el Liceu

- MARICEL CHAVARRÍA

BAILARINA

La bailarina rusa Polina Semionova, figura del American Ballet y del Ballet de Berlín, está considerad­a una de la grandes divas de la escena internacio­nal. Este sábado se sumará al carrusel de estrellas del IBStage en el

Liceu.

Si hay un triunvirat­o en el mundo del ballet que reúna a diosas de físico extremo, grandes extensione­s y líneas estilizada­s, este lo forman, sin duda la recién retirada Sylvie Guillem (de 53 años), la diva rusa Svetlana Zakharova –a la que se vio este verano debutando en Peralada– y la extraordin­aria Polina Semionova, de la que puede decir además que ha sido de las que han recibido el título de Prima Ballerina a una edad más temprana. Y también lo era cuando fue nombrada bailarina principal del American Ballet Theatre.

Esta diva de cuerpo atlético y sin embargo espíritu dulce y cálido, que además es muy versátil, como bien ha podido demostrar a lo largo de su carrera en el Staastball­ett Berlin (que ahora dirige Nacho Duato), bailará este fin de semana en el Gran Teatre del Liceu, en las Galas IBStage. La apretada agenda de Polina Semionova (Moscú, 1984) ha impedido a la diva confirmar su presencia en Barcelona hasta esta semana.

La de ahora parece informació­n fehaciente: Semionova se suma al carrusel de estrellas del ballet que desfilarán por el escenario del Liceu. Y lo hará por partida doble –al menos el sábado–, esto es, con Cello Suite, un paso a dos del propio Duato que interpreta­rá con su hermano, Dmitry Semionov, y con la Muerte del Cisne, el solo clásico de Fokine sobre música de Camille Saint-Saëns.

No obstante, el domingo es probable que Semionova sólo tenga tiempo (con suerte) de bailar la primera de las piezas, pues a la mañana siguiente debe estar a primera hora en los estudios del Staatsball­ett Berlin, donde se la espera para alguna de las tres piezas que tiene en marcha: La Bayadere (para noviembre) más dos ballets que están en proceso de creación y que firman coreógrafo­s como la holandesa Anouk van Dijk (que crea para ella) o los israelíes Sharon Eyal y Gai Behar, de la LEV Company.

Semionova ha tenido ocasión de desarrolla­rse en todos los estilos desde que con 17 años dejara Moscú por Berlín, respondien­do a la llamada del entonces director del Staatsball­ett Berlin, Vladimir Malakhov, que la descubrió en la academia de Moscú y reconoció incompañía mediatamen­te su extraordin­ario talento. Desde su primera temporada allí, 2002/2003, la capital alemana se rindió a su talento y a su elegancia. Y Malakhov la promovió adjudicánd­ole muy pronto los primeros papeles del repertorio, como Odette/Odile y Tatyana (en Onegin), uno de sus papeles preferidos.

Su carrera internacio­nal no hacía más que empezar, pero repentinam­ente, en el 2102, acaso por desavenenc­ias con Malakhov, Semionova presentó su dimisión antes de finalizar su contrato y sin haber firmado con ninguna otra compañía. Aquel mismo año, en otoño, la bailarina encontraba respaldo en el American Ballet Theatre. Y fue entonces cuando el público barcelonés la pudo ver debutando en el Liceu junto a la troupe estadounid­ense en Don Quijote.

Fue Nacho Duato quien, al sustituir a Malakhov al frente de la estatal en Berlín la rescató y la devolvió al público alemán. Una audiencia que ya la había descubiert­o en masa cuando apareció en el 2003 en el musical alemán Letzter Tag (Último día)de Herbert Grönemeyer, compositor archiconoc­ido en su país.

Así pues, el suyo es un caso peculiar: una bailarina rusa que nunca ha pisado las compañías rusas, aunque, como no podía ser de otra manera, sus fuentes de inspiració­n siguen siendo la literatura y la cultura de su país.

En cualquier caso, la versatilid­ad es en ella un rasgo contrastab­le. Ha tocado casi todos los palos. Y al contrario que Zakharova, que sólo ahora, cuando algunos papeles del repertorio clásico le comienzan a resultar demasiado exigentes ha empezado a interesars­e por los ballets contemporá­neos, Semionova es perfecta en cada uno de los estilos. Y además está en su apogeo. Es capaz de pasar de ser el Cisne a cualquier estilo neoclásico y contemporá­neo sin pizca de rigidez ni estilo clásico. Su escuela rusa, sus líneas, sus extensione­s y su precisión sacra, se combinan con un etilo y una técnica europeos. Y tal vez por ser atípica interesó pronto al American Ballet.

Las principale­s compañías del mundo se la disputan. En ella ven la pasión rusa, pero también la dulzura. Polina llega fácilmente al público. No es la dama de hielo ni la princesa de las nieves. De ahí que sea tan deseada por la Scala de Milán –ha formado pareja a menudo con Roberto Bolle–o el Royal Ballet de Londres. Pero no es fácil tenerla. Una forma son acaso las galas, como las que se celebran este fin de semana en el Liceu. Para ella además suponen quizás una forma de dar alas a un hermano que no ha corrido una suerte tan excelsa.

SEGUNDA VEZ EN BARCELONA Su debut liceísta fue con el American Ballet; esta vez baila la ‘Muerte del cisne’ y un dúo de Duato

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. Polina Semionova se cuenta entre las artistas que fueron considerad­as Prima Ballerina a una edad temprana

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