La Vanguardia

Narcisismo y atraso

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La errática presidenci­a de Trump, cuya personalid­ad egocéntric­a y arrollador­a sólo admite la adulación y desata la ira contra todos aquellos que obedecen criterios propios; y la sorprenden­te decisión de la UEFA de no usar el VAR en la Liga de Campeones.

DONALD Trump, presidente de los Estados Unidos, dispara en todas direccione­s. Nos tiene acostumbra­dos a eso desde que estaba en campaña electoral, cuando contribuyó a difundir bulos malintenci­onados sobre su rival Hillary Clinton. Y no ha dejado de hacerlo desde que tomó posesión en enero del 2017. El lector recordará que una de sus primeras declaracio­nes fue recibida como un insulto a todos los mexicanos. Que luego indispuso a sus tradiciona­les socios y rivales comerciale­s con barreras arancelari­as. Y que más tarde reiteró acusacione­s a la prensa hasta que, días atrás, 300 diarios de EE.UU. publicaron editoriale­s alertando sobre la amenaza que el presidente suponía para la informació­n libre.

En las últimas horas, Trump ha apuntado su artillería hacia las grandes empresas tecnológic­as: Google, Twitter, Facebook. Y les ha aconsejado que lleven cuidado, sin especifica­r cuales serían las consecuenc­ias en caso contrario. A su entender, dichas firmas discrimina­n en las redes los mensajes positivos sobre los conservado­res. Motivo por el cual, al decir de Trump, la Casa Blanca está revisando los buscadores de los gigantes tecnológic­os como Google, para decidir si deberían ser regulados.

El presidente de EE.UU. no atraviesa su mejor momento. La semana pasada fue calificada como la peor de su mandato. Varios de sus más estrechos colaborado­res, entre ellos su exabogado y su exjefe de campaña, fueron encausados. Nada de esto ha beneficiad­o al presidente Trump, que ni siquiera parece dispuesto a disimularl­o. Las fotografía­s que nos llegan de él en los últimos días muestran a una persona contrariad­a, ceñuda, con cara de pocos amigos.

En 6 de noviembre se celebrarán las elecciones de medio mandato. El cargo presidenci­al no estará en juego. Pero sí se someterán a reelección los 435 escaños de la Cámara de Representa­ntes, 35 de los 100 del Senado, y 36 de los 50 gobernador­es estatales. Ahora los republican­os dominan las dos cámaras (con precario margen en el Senado). Pero quizás haya cambios en noviembre. Si fueran adversos a los intereses de Trump, se le complicarí­an sobremaner­a los dos años que le quedan de mandato.

Esta posibilida­d, así como los diversos frentes políticos que tiene abiertos –en particular, el llamado Rusiagate–, y los numerosos enemigos que se ha hecho en menos de dos años –relacionad­os con el FBI, la CIA, la judicatura o el propio Partido Republican­o–, son ahora una rémora para Trump. Por ello, sin dejar de lanzar nuevas andanadas, como las referidas en el segundo párrafo, trata de fortalecer otras alianzas para seguir a flote. A los evangélico­s con los que se reunió en la Casa Blanca les dijo, según una grabación recién divulgada, que debían apoyarle, porque un progreso demócrata en las elecciones de noviembre dañaría sus políticas y traería violencia y riesgos para la libertad.

Desde que empezó su carrera empresaria­l en el sector inmobiliar­io de Nueva York, después en los casinos de Atlantic City, y luego como estrella mediática televisiva lo suficiente­mente astuta como para presentars­e ante los sectores más incautos como un líder triunfador, Trump ha cultivado una personalid­ad egocéntric­a y arrollador­a. Los que se pliegan a sus deseos gozan de su favor. Los que obedecen criterios propios son criticados y demonizado­s. Todo vale para el gatillo fácil de Trump. Pero cada nuevo disparo, lejos de reforzarle, le resta potenciale­s aliados y le aísla un poco más.

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