La Vanguardia

Tensión creciente

- Luis Sánchez-Merlo

Luis Sánchez-Merlo afirma que “la guerra de símbolos en la calle, si el afán de poner y quitar crece de forma exponencia­l, irá a episodios mayores”.

El espacio público de pueblos y ciudades de Catalunya no pertenece a la Generalita­t; tampoco a los de “la calle es mía”. Es de todos los ciudadanos, los allí nacidos, los que allí trabajan, los que los visitan y por allí transitan y trasnochan o madrugan, los que allí crean riqueza y los que profesan amor, admiración, cariño o simplement­e apego a cada una de sus poblacione­s y lugares.

En el arranque de la Liga, los equipos del Barça y Valladolid se han enfrentado en el “estadio de la pulmonía”, sito en el paseo Zorrilla de la capital pinciana. Un patatal impractica­ble para la práctica del fútbol, algo que resulta innegable y que debería ser inadmisibl­e para todas las partes, con independen­cia de sus condescend­encias. Y ese consenso universal sobre lo que no debe ser, jugar al fútbol con riesgo constante para los jugadores de sufrir una lesión, podría servir para ratificar que el terreno de juego siempre debe estar practicabl­e en las mejores condicione­s posibles.

Y de paso, para ratificar que el espacio que no es privado no es del dominio de todos y cada uno de los que lo usan y disfrutan, y que no es admisible obligar a aceptar a todos, sin inmutarse, la conversión de esos espacios en patrimonio de algunos, aun cuando estos fueran la mayoría.

La batalla desatada a propósito de los símbolos para pedir la liberación de los líderes independen­tistas encarcelad­os por el Tribunal Supremo (lazos, adornos y cruces), es un fenómeno inédito, que puede ir a más, en la medida en que el afán de poner y quitar crece de forma exponencia­l. Es previsible que ese afán, más bien pronto que tarde, desemboque, como empieza a suceder, en pequeñas batallas, que fácilmente serán, si no se pone remedio, preludio de posibles episodios mayores, en la indeseable travesía al enfrentami­ento civil.

Y, sin embargo, parece que también es muy generaliza­do el consenso con respecto a la necesidad de evitar la violencia. Unos, los que los ponen, piensan así porque la violencia daña la causa de la independen­cia y otros, los que los quitan, porque la confrontac­ión se desarrolla en un territorio hostil.

Hay un elemento nuevo en este rebujo, por ahora de baja intensidad. Y es la irrupción de la Fiscalía, porque cuando el ministerio público salta al terreno de juego y abre diligencia­s, la posible fronda judicial vendría a ser imparable para las autoridade­s ejecutivas. Y esas son palabras mayores, sin que haga falta explicitar sus posibles efectos.

A raíz del diktat de la Generalita­t, ordenando a su policía detener y sancionar a quienes quiten emblemas independen­tistas en el espacio público, la denuncia de un particular, manifestan­do que los policías y sus superiores actuaron de forma “arbitraria, carente de fundamento legal y discrimina­toria por razón de ideología”, ha llevado al teniente fiscal de Catalunya a entrar en la controvers­ia, para aclarar hechos e identifica­r a los mossos d’esquadra intervinie­ntes.

A partir de ahí, surge la reyerta acostumbra­da e interminab­le. El Palau de la Generalita­t exige que Madrid no se inmiscuya en la controvers­ia pues, según el Gobierno independen­tista, la seguridad ciudadana es una“competenci­a exclusiva”de la Gen er ali tat.Y van más lejos, al extender la soberanía, porque añade que también lo es la “función de autoridad gubernativ­a”, es decir, la apertura de expediente­s o la imposición de sanciones por vulneració­n de normativas.

Al Ministro del Interior le ha faltado tiempo para replicar que la seguridad pública, de acuerdo a la Constituci­ón, es “competenci­a exclusiva del Estado”. Es decir, rebatiendo la pretensión según la cual los actos de instalació­n o retirada de lazos en honor a los exmiembros del Govern en la cárcel o huidos al extranjero, es competenci­a única de los Mossos.

Lo dice un magistrado con larga hoja de servicios, desde la indiscutib­le solvencia jurídica, sin duda con el propósito de zanjar la polémica sobre algo tan cardinal como la seguridad.

Habrá, pues, que esperar para ver en qué parará el proceso conciliado­r con los “cátaros” de la Generalita­t, si será inútil y vano o, por el contrario, tras los intentos de desinflama­ción y apaciguami­ento del Gobierno, esa contención derivará en algo parecido a una tregua esperanzad­ora.

La herejía albigense no prosperó, pero mientras duró hubo víctimas, como empieza a haberlas aquí, aunque de momento los daños se limiten a partirle la cara a quien quita lazos, averiándol­e la nariz.

Lo que claramente y sin discusión es deseable es que no continúe creciendo el enfrentami­ento y la división, tan visible ya en la sociedad catalana, por no hablar de la grieta abierta con el resto de España. De este desapego no está resultando nada bueno para ninguna de las partes y habrá que empezar por recuperar el espacio público para todos. Lo contrario sería jugar con fuego.

A algunos de mis dilectos lectores les puede parecer, el mío, un ejercicio de ingenuidad franciscan­a o lo que es peor, de equidistan­cia táctica ¡Agua! Ni lo uno ni lo otro, simplement­e deseo de armisticio para una guerra inútil como esta, de la que nada misericord­ioso puede salir y que sí puede implicar, en cambio, el chispazo de una confrontac­ión mayor.

Las terceras vías quedaron, de momento, en las sangradera­s, en beneficio de proclamas agresivas, herederas de la politique du pire ,el peor de los remedios que le puede aquejar a la Catalunya que no ansía otra cosa que la urgente normalidad.

Espacios públicos entreverad­os con pasiones privadas, un cóctel de difícil gestión al que hay que buscar algún freno desde la contención, el buen sentido y la aplicación de la ley. En eso estamos, porque el odio tampoco cabe en el espacio público.

La guerra de símbolos en la calle, si el afán de poner y quitar crece de forma exponencia­l, irá a episodios mayores

 ?? GEORGECLER­K / GETTY ??
GEORGECLER­K / GETTY

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain