La Vanguardia

El algoritmo ‘c’est moi’

- Sergi Pàmies

Los clichés son una enfermedad de transmisió­n oral y su mayor factor de infección son los cuñados. Esta premisa tiene el problema de que todos somos o hemos sido cuñados y por tanto deberíamos admitir que, en el ámbito de la ignorancia recreativa, el cuñadismo supera las fronteras familiares. Uno de los clichés vigentes sostiene que el algoritmo de Google tiene la facultad de adivinar no sólo lo que nos interesa sino lo que nos interesará a corto y medio plazo. Para dar solidez a la propaganda, se repite que Google nos conoce mejor que nosotros mismos. Dicho así, impresiona, aunque todos conocemos a individuos que no sólo no se conocen a sí mismos sino que no tienen ninguna intención de hacerlo.

De eso podría deducirse que el conocimien­to de uno mismo es optativo y que entre los que no se conocen debe haber mucha gente que prefiere dejarse sorprender que tenerlo todo metódicame­nte previsto. Pero, aunque sólo sea por curiosidad, es interesant­e poner a prueba el algoritmo y los metadatos de Google. Ejemplo: si durante unos años dedicas tres o cuatro minutos diarios a visitar webs escogidas sin ningún criterio y con una pulsión deliberada­mente

En el ámbito de la ignorancia recreativa, el cuñadismo supera las fronteras familiares

aleatoria, incorporas a tu historial elementos no previstos que afectarán al famoso motor de búsqueda que, según la leyenda, dirige nuestras vidas. Es lo mismo que se hace en días de elecciones, cuando alguien se te acerca en el colegio electoral para preguntart­e a quién has votado. Por sistema, suelo responder “Ruiz Mateos”, en parte porque una vez lo voté (no entremos en detalles) y en parte porque me gusta ver la expresión del encuestado­r, que me mira como si acabara de tropezarse con un psicópata.

Por eso he incorporad­o a las búsquedas creativas en internet conceptos como Poli Díaz, Hernández Mancha, jengibre, Madonna, Toni Albà, Gradolux, Ventdelplà, camas balinesas, empoderami­ento, dieta de la alcachofa y he comprobado que en efecto el bumerán digital vuelve en forma de referencia­s relacionad­as con estos cebos. Sin embargo, en el combate para despistar a los cazadores de perfiles, yo partía de la idea de que el algoritmo era imbatible y que acabaría discernien­do qué búsquedas son auténticas y cuáles son sabotaje diletante. Cuando te enfrentas a un gigante, la humildad es importante. Pero desde hace meses recibo sugerencia­s publicitar­ias que me ofrecen cosas que ya tengo, como libros, CD y series que ya compré por vía digital. O reiteradas propuestas de estancias en hoteles (daneses, sobre todo) contratada­s por internet donde ya fui de vacaciones. Superada una primera presunción que me invitaba a creer que el algoritmo estaba perdiendo la batalla y no servía para nada, ahora intuyo que es justamente el contrario. Consciente de que intentaba quedarme con él, el algoritmo del Gran Cuñado se ha rebelado y me empuja a sospechar que muchas cosas que creo haber vivido, en realidad no las he vivido.

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