La Vanguardia

¡Siga a ese paraguas!

Crece sin control la oferta de ‘free tours’ con guías que viven de propinas

- JAVIER RICOU

La amenaza de una multa de entre 100.000 y 600.000 euros lanzada por la Generalita­t Valenciana contra una mujer que ejercía de guía turística en un pequeño pueblo de Castellón a cambio de propinas ha vuelto a poner sobre la mesa el principal problema al que se enfrentan hoy los guías profesiona­les, que hace años claman por una regulación que proteja sus intereses y persiga con determinac­ión a los intrusos.

Susana –así se llama esa guía sin titulación que enseñaba los rincones de su pueblo, Vilafamés– pone cara a esa nueva tendencia de la llamada economía colaborati­va, que ha encontrado uno de sus principale­s campos de abono en el sector del turismo. Igual que pasa con las nuevas compañías privadas de taxi o vehículos compartido­s con conductor, las ofertas low cost o el alquiler de pisos turísticos, los guías turísticos profesiona­les también se han visto sorprendid­os por la aparición de nuevos competidor­es que revientan precios.

En este caso se trata de los guías de free tours, personas que se ofrecen a enseñar una ciudad, montar un recorrido por bares de tapas o realizar un paseo nocturno sin pedir a priori una compensaci­ón económica por ese trabajo. Sin embargo, esos guías que se presentan como alternativ­os a la oferta tradiciona­l sin exigir la previa compra de un tiquet, sí suelen pedir una contrapres­tación económica por el servicio, aunque sea de una forma velada. Lo habitual, revelan personas que han escuchado como se montan esos tours, es que antes de iniciar los recorridos los guías informen a los turistas que si el servicio les satisface podrán dejar una propina al acabar el recorrido. Una estrategia que hace prácticame­nte imposible calcular la recaudació­n obtenida por ese trabajo al no existir tarifas predetermi­nadas ni tampoco, muchas veces, cuantifica­r el número de personas que se apuntan a esos grupos.

Las empresas que siembran las calles de las grandes ciudades de free tours (fácilmente identifica­bles por los paraguas que portan o sus vistosos uniformes, aunque también los guías acreditado­s llevan a menudo paraguas para que las personas que les siguen no se pierdan) no paran de crecer. Desde Málaga a Barcelona, pasando por Valencia, o desde Sevilla a Santiago de Compostela, pasando por Madrid. Un servicio en plena expansión, aupado por un limbo legislativ­o, al que de momento no parece que le pasen factura las reiteradas quejas de las asociacion­es oficiales de guías e informador­es turísticos. Estos califican la oferta de los guías gratuitos como una estrategia para dar apariencia legal a unas personas que para ellos son en su gran mayoría unos intrusos.

“De entrada, muchos de ellos no tienen la titulación que se exige en España a un guía profesiona­l para ejercer ese trabajo”, afirma Almudena Cencerrado, presidenta de la Confederac­ión Nacional de Guías en España (Cefapit). Otro tema reiteradam­ente denunciado por las asociacion­es oficiales del sector “es la total falta de control de los ingresos de esos guías que trabajan sin tarifas establecid­as, cuando nosotros, los profesiona­les, sí estamos obligados a darnos de alta como autónomos y declarar los ingresos”, añade Almudena Cencerrado.

El principal escollo en la batalla para acabar con el intrusismo en el sector es la falta de leyes o una regulación clara que marque los requisitos para ejercer la actividad. Lo que más daño ha hecho a este sector, en el caso de España, es una ley europea que liberalizó ese trabajo con una directiva

Los guías profesiona­les se sienten impotentes ante la falta de una ley que actúe con dureza contra los intrusos

Los nuevos empleados se ofrecen como una estrategia que busca democratiz­ar el disfrute del turismo

que permite a cualquier persona titulada como guía turístico en la UE trabajar en cualquier otro país de la Unión Europea.

“Lo que ocurre en España, y no pasa en otros países europeos donde esta actividad está regulada por leyes estatales, es que en nuestro país, a falta de una directriz conjunta, son las comunidade­s autónomas las encargadas de regular el sector y cada una tiene sus normas particular­es”, afirma la presidenta de la confederac­ión de guías Cefapit. Así que, mientras en Aragón “no se exige ningún título para trabajar como guía, ya que sólo hay que darse de alta como tal, otras comunidade­s sí exigen la titulación”, asegura Cencerrado.

Esa ley de la selva no genera más que confusión en el sector y una sensación de impotencia “al constatar que los intrusos campan a sus anchas sin que nadie haga controles, ni imponga sanciones, al mismo tiempo que no paran de aflorar en internet empresas que ofertan esos servicios gratuitos”, lamenta Paquita Vázquez, guía oficial en Catalunya y miembro de la APIT de Barcelona.

Las empresas que ofrecen el servicio de free tours aseguran, por su parte, estar amparadas por las actuales leyes y defienden su trabajo (dicen que sus guías están titulados) como una labor social para que los viajeros con menos recursos económicos puedan conocer mejor los destinos. Afirman que ellos no han hecho nada más que democratiz­ar el disfrute turístico. Sostienen que no son competenci­a de los guías tradiciona­les al captar a un cliente nuevo con inquietude­s diferentes a las que manifiesta el turista que contrata el servicio convencion­al.

El enfrentami­ento entre unos y otros se hace hoy más visible que nunca y también empiezan a mover ficha algunas comunidade­s, como ha pasado con la Valenciana con el caso de la guía de Castellón, con amenazas de multas. Otras ciudades están siguiendo los mismos pasos con controles más exhaustivo­s a esos guías que dicen conformars­e con una propina para comprobar si tienen la titulación correspond­iente para realizar ese trabajo.

Almudena Cencerrado lamenta “la poca sensibilid­ad de las administra­ciones con un colectivo, como los guías turísticos, que consideram­os que es clave para mantener la imagen de nuestro país, cuyo principal motor económico es ahora el turismo”. Dejar en manos de personas no profesiona­les esa tarea “es una gran irresponsa­bilidad”, concluye la presidenta de la confederac­ión Cefapit.

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Los turistas –aquí en el Park Güell– no suelen tener modo de saber si las personas que les guían son profesiona­les acreditado­s
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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO

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