La neurosis cinéfila
De vez en cuando irrumpen en el mapa del cine español películas que van a su bola, que se salen de todas las líneas trazadas anteriormente: El milagro de P. Tinto, Fotos, Pieles... Por esa geografía se pasea el segundo largometraje como director del actor Zoe Berriatúa, En las estrellas, una estimulante rareza cuya columna vertebral es el amor por la magia del cine, tatuado en el alma de su protagonista, un tipo de aspecto pordiosero que vive en un mundo invadido por las imágenes del séptimo arte. Arrastrando a su hijo (al que bautizó con el nombre de Ingmar) en sus quimeras, quiere rodar una nueva película (al parecer ya rodó una, de griegos, que nadie vio: estamos ante la versión peninsular de Ed Wood) y, entre escenas que recogen su patética realidad cotidiana, vemos otras que ilustran la obra que pretende realizar: una colección de deliciosas estampitas que tanto remiten a Méliès (explícitamente El viaje a la Luna) como al Karel Zeman de Un invento diabólico oa La gran excursión de Wallace & Gromit. En las estrellas es una oda a la imaginación sin fronteras de la fantasía cinematográfica. Hay también una línea argumental en torno a la madre fallecida (¿ahogada en la bañera?), de menor interés, pero es imposible no comulgar con una película tan generosa en su reivindicación de la cinefilia, una cinefilia por supuesto rayana en la neurosis. Apadrinada por Álex de la Iglesia, cuenta con dos composiciones magníficas de Luis Callejo y Jorge Andreu y apariciones secundarias estelares, entre ellas una Magüi Mira fascinante. /