Rotundo pero sin intimidar
GAZIEL escribió en este diario hace 84 años que el catalanismo había usado y abusado de la intimidación: “El tot o res ,el si no ens ho donen ens ho prendrem, y otras bravatas parecidas, tales como la de un posible alzamiento de Catalunya o una tentativa de resistencia violenta, eran trucos corrientes de nuestros políticos, manejados –hay que reconocerlo– con gran habilidad, pero perfectamente inofensivos e irrealizables”. El president de la Generalitat, Quim Torra, tuvo la tentación de comenzar el curso político con una conferencia intimidadora. El borrador del texto, que fue bendecido por Carles Puigdemont en Waterloo, era rupturista, pues planteaba desacatar la sentencia del Tribunal Supremo por el 1-O en caso de que fuera condenatoria y daba un ultimátum al Estado para que pactara un referéndum de autodeterminación para frenar la implementación de la república. La inteligencia política aconseja que los discursos rotundos deban dejarse reposar al baño Maria, además de consensuarlos con los socios de gobierno y en particular con los dirigentes encarcelados. El redactado final de la conferencia decantó el pragmatismo sobre la inflamación y Torra no habló de desobediencia, sino de no aceptación de una sentencia que no sea exculpatoria. Y apostó por un referéndum para decidir el futuro de Catalunya no de forma unilateral sino como resultado del diálogo y la negociación con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Se suavizaron las palabras para no romper las amarras con el Gobierno.
De todos modos, la determinación del presidente catalán es clara y llamó a la movilización permanente de la población, del 11 de septiembre hasta la sentencia del juicio del Supremo, al tiempo que proponía abrir un proceso cívico-social constituyente, camino de la república. La sensación es que Torra habló a la mitad del país más que a su totalidad y, por más que insistió en el concepto de un solo pueblo, pareció dirigirse sólo a los independentistas.