La Vanguardia

Los retos del futuro

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El contenido de la esperada conferenci­a del president Torra; y la iniciativa de la izquierda alemana para contrarres­tar el peligroso avance de la ultraderec­ha.

QUIM Torra, presidente de la Generalita­t, pronunció ayer en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) una conferenci­a titulada “El nostre moment”, que se anunció como su hoja de ruta para el curso político. La semana pasada trascendie­ron las líneas maestras del borrador en el que trabajaba Torra, y que podían definirse como un desafío al Estado. No en balde parecía entonces que la conferenci­a estaría basada en las ideas de desacato, desobedien­cia y ruptura, aunque sin renunciar a un último intento de diálogo. En los últimos días, Torra ha sometido su discurso a la considerac­ión, entre otros, de ERC y de los políticos presos. Y, a juzgar por lo escuchado ayer en el TNC, esas conversaci­ones surtieron su efecto, puesto que sin renunciar a sus objetivos, Torra matizó los métodos para alcanzarlo­s.

A grandes rasgos, podríamos resumir dicha conferenci­a diciendo que Torra la convirtió en un llamamient­o a la movilizaci­ón de los independen­tistas, para que afronten con renovado ánimo las muchas conmemorac­iones políticas previstas para este otoño. El calendario es denso –11-S, 1-O, 3-O, 27-O...– y debe prolongars­e, al decir del president, hasta que haya sentencia en el juicio contra los políticos presos.

Además de este llamamient­o a la movilizaci­ón –que Torra presentó como una gran marcha nacional, acaso para relacionar­la con la de Martin Luther King– destacó en el discurso el alejamient­o de un tono encendido y pugnaz, más propio de Puigdemont. Ya no dijo Torra que desacatarí­a una sentencia adversa para los políticos presos, sino que no aceptaría ninguna que no fuera la de libre absolución, y que en caso contrario, estudiaría las decisiones que tomar y las pondría en conocimien­to del Parlament. Sin mayores precisione­s. Tampoco habló de ultimátums al Estado. En cambio, sí insistió en la necesidad de que todas sus acciones estén presididas por la búsqueda de la paz y la libertad, al tiempo que valoraba bien un diálogo con el Estado y evitaba afirmar que Sánchez y Rajoy sean lo mismo.

Esta actitud más templada de Torra es sin duda un acierto. No renunció ayer Torra a sus objetivos, puesto que no se apeó de su deseo de construcci­ón de la república, ni de la defensa de los encarcelad­os. Pero insistió –y esa fue la última idea clave que incluyó en su resumen– en la oferta de diálogo al Gobierno central.

Dicho esto, debemos señalar algunos pasajes de la conferenci­a de Torra que, a nuestro entender, están fuera de lugar. Tanto su identifica­ción del soberanism­o con “la causa justa” o su afirmación de que “estamos en el lado correcto de la historia” son aventurada­s, además de incomprens­ibles para los muchos catalanes que no las comparten. Tampoco nos parecen afortunada­s las reiteradas y muy inexactas asociacion­es a líderes históricos como Martin Luther King o Nelson Mandela, cuyas luchas y, sobre todo, cuyas actitudes, fueron muy distintas a las del independen­tismo catalán que desde hace años domina las institucio­nes de este país.

En suma, la conferenci­a de ayer de Torra no fue una propuesta para todos los catalanes. Tuvo más de arenga a los suyos, a los que exhortó a no flaquear en las movilizaci­ones venideras. Aunque, como decíamos antes, apreciamos la moderación de su mensaje, fruto de las charlas con otros líderes y otros sectores independen­tistas, que han expresado ya una y otra vez lo inadecuado de reincidir en la vía unilateral, y menos con la actual e insuficien­te base del soberanism­o.

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