La Vanguardia

Llarena va después de la ortopedia

El caso contra el juez del Tribuna Supremo español se dilucida en una sala civil donde se ven todo tipo de demandas

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

El vecino que se queja y el país que se rompe. Es lo que tiene la jurisdicci­ón civil, el tribunal ve de todo. El caso Llarena empezó ayer su andadura judicial en la sala siete del tribunal de primera instancia de Bruselas donde antes se vieron los casos habituales en esta jurisdicci­ón como fue, por ejemplo, la demanda contra una ortopedia. En la sala rectangula­r, de aspecto funcional, con capacidad para unas 80 personas, por un día el número de periodista­s superaba al de togados presentes. La juez iba despachand­o, al ritmo de unos 3 minutos por caso, a los abogados que desfilaban por delante de su mesa con alguna prisa y sin ninguna pausa.

Al llegar el turno a la demanda de Puigdemont y los 4 exconselle­rs contra el juez Llarena, el abogado contratado por el ministerio de justicia español, Hackim Boularbah, pidió más tiempo para estudiar el caso y poder personarse como representa­nte no sólo del juez, sino también del Reino de España.

De esta manera se trasladó la vista al próximo 25 de septiembre, y se celebrará delante de un tribunal de 3 jueces, dado que se trata de “un caso excepciona­l” en palabras del abogado Boularbah.

Por tanto, hay caso Llarena para rato en Bélgica. Se alarga el procedimie­nto, lo que satisface las intencione­s de los demandante­s, que consiguen mantener abierto en un proceso civil en Bélgica la demanda por la posible parcialida­d del juez instructor de la causa contra los independen­tistas catalanes encarcelad­os. Con sus habituales metáforas metereológ­icas, el abogado Gonzalo Boye sentenció que “hay gente que auguraba tormenta, y a pesar de que hoy no hace sol, es un día soleado”. Interpreta que al personarse en la causa, Llarena y el Estado español “reconocen que tenían que venir a jurisdicci­ón belga a contestar”.

A responder y a contestar ciertament­e vino el abogado contratado por las autoridade­s españolas, que afirmó que “contesta la jurisdicci­ón de las cortes y tribunales belgas”. El 25 de septiembre será cuando presentará la documentac­ión argumentan­do que un tribunal belga no tiene capacidad para intervenir en el sistema judicial español. Es evidente que al gobierno español, al Tribunal Supremo y al propio Llarena, le interesarí­a cerrar la demanda cuanto antes, pero el proceso se anuncia largo.

El 25 de fijarán las agendas para los próximos pasos del procedimie­nto que, según el abogado Boye, será largo: “Desde algunos sectores había interés en España en instalar la idea que hoy –ayer para el lector- se produciría una decisión sobre el fondo del tema. No era así ni lo será en mucho tiempo”.

Por otro lado, los abogados de Puigdemont y los exconselle­rs restaron importanci­a al error de traducción en las declaracio­nes de Llarena del febrero en Oviedo que son la base de la demanda. Afirman que el error se subsanó y que la parcialida­d del caso, según su versión, procede de la afirmación de Llarena de que no se trataba de un “delito político”. Lo que las defensas cuestionan es el pronunciam­iento público de un juez mientras estaba instruyend­o una causa. A la vista asistieron los exconselle­rs Comín y Puig.

La vista contra el magistrado del Supremo se aplaza hasta el 25 de setiembre a petición de su defensa

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EFE Hackim Boularbah (a la izquierda), abogado del Gobierno de España y Gonzalo Boye, letrado de Puigdemont

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